miércoles, 30 de septiembre de 2009

Hacia una estética de "lo real"

Aprovechando la oportunidad que me brinda Juan José Díez de participar en este emocionante espacio, voy a permitirme exponer con brevedad las líneas que conforman mi actual campo de investigación.
El primer foco de interés se relaciona con el contenido “textual” de la literatura contemporánea. Con cómo la sociedad de la información, con su profusión de datos interconectados, su propensión a la comunicación y facilidad de intervención en la esfera pública, afecta a los gustos e inquietudes de los receptores y a los hábitos de los escritores (un subgrupo del primero que tiende, en cierta medida, a la identificación con éste). Me refiero a una praxis literaria que denominaré "literatura de lo real".
En la medida en que los contenidos que hallamos en Internet dejan de ser curiosidades subidas a título personal por tecnófilos entusiastas, como pudo ser en sus comienzos el proyecto Gutenberg, y pasan a ser los fondos privilegiados de la documentación “real” , el individuo adquiere como lector una capacidad potencial de investigación inusitada tanto en la recopilación de datos fidedignos como en el acceso a material testimonial sin filtrar. La inmediatez con la que cualquier persona puede acceder, por ejemplo, al contenido del Boletín Oficial del Estado a través de Internet (el único medio de acceso desde que recientemente ha dejado de imprimirse en papel), o al material docente que la profesora X utilizó en su clase de 4º de la ESO el 14 de diciembre de 2008, coloca al individuo, en tanto que lector, en una posición inédita estrechamente vinculada a la digitalización de la escritura. Al mismo tiempo, esa digitalización, facilita de tal modo la publicación de contenidos y la creación de nuevos vínculos intertextuales, que queda inevitablemente desdibujada la línea que separa al autor del lector. La persona que hoy en día se enfrenta al “gran texto de la cultura” (en los términos barthianos que tan fructíferos ha resultado para la crítica hipertextual) a través de Internet, lo hace de manera distinta a la tradicional: tiene acceso inmediato a las fuentes documentales de aquello que lee, a las localizaciones específicas, a las opiniones de otros lectores, en muchos casos, al contacto directo con el autor... y además, su mero recorrido ergódico y no convencional lo hace coautor en mayor o menor medida, pero en todos los casos, del documento que explora. Obras como The file room de Antoni Muntadas, concebida como un diálogo abierto y ampliable con el espectador en forma de archivo histórico de la censura; la webnovela de Juan José Díez sobre la figura del escritor Juan Valera, enlazada a través de la web con las fuentes de documentación y todo el material gráfico y audiovisual del que se nutre; la revisión de textos clásicos como la Biblia que propone Google Maps a través de sus localizaciones más significativas; los blogs personales de autores, como el de Juan José Millás, en el que tenemos acceso a una parcela íntima de sus inquietudes, pero sobre todo de su relación con la web... son obras en las que el papel del lector dista mucho de la actitud pasiva y sumisa que reclama la literatura tradicional. Literatura de lo real, del mundo de la vida (recordando a Habermas) si se prefiere, es un apelativo posible para definir esta tendencia generalizada en la narrativa contemporanea. Se establecen unas relaciones con el mundo sin mediación alegórica, unas interrelaciones casi más del orden de lo personal que de lo literario o ficcional, un descubrimiento empírico del mundo que rompe definitivamente con el saber heredado propio de etapas previas a la modernidad. Se trata de una estrategia que observo demasiado a menudo en todo tipo de textos, no solo en los destinados a ser decodificados por Internet.
Intentaré matizar lo que entiendo por Literatura de lo real: no todo documento que consigue o pretende tender un puente entre el receptor y la realidad (sea ésta personal o documental) puede formar parte de esta Literatura de lo real. Con la palabra “literatura” quiero significar que se trata de textos que guardan cierta intención comunicativa estética, que se inscriben en un ámbito de uso artístico o literario. Por otro lado, la palabra “real”, no hace referencia a una “apariencia de real”, como ocurre en el realismo, ni a una intervención en la realidad con finalidad artística como puede ocurrir en los happenings o las performances vanguardistas. Con “real” nos referimos, por ejemplo, a la página 502 del diccionario de autoridades de 1737 microfilmada de su edición original. La última parte de Naked Lunch de William Burroughs, en la que el autor nos narra en un tono desapasionado sus experiencias personales como adicto a ciertas sustancias, se acercaría a este tipo de estrategia literaria; también lo haría el reality show en el que el hambre, las relaciones, las frustraciones, etc. de los personajes, pueden no ser fingidas. Por otro lado también encontramos, fuera de Internet, tendencias a esta Literatura de lo real en su vertiente menos personal y más documental. Leo en una interesante reseña al último libro de Jorge Volpi, Mentiras Contagiosas, estas palabras del escritor mejicano: “En estos momentos uno de los caminos más seguros de exploración es la simbiosis entre ficción y ensayo”. Y no es ningún secreto la relación difusa que tanto la literatura ha tenido con la ciencia como la ciencia con la literatura durante las últimas décadas. Se trata por tanto de una estrategia narrativa bien conocida.

Todo texto nativo de la Red, con una mínima intención comunicativa del orden de lo artístico o literario, que fluya según la naturaleza de ésta (sin limitaciones artificiales del tipo “copyright”, acceso restringido, libertad de modificación...), establece, inevitablemente, un diálogo con lo real a través de sus vínculos y de su propio formato. Y lo hace, además, de una manera mucho más profunda que en la literatura o ficción en los medios tradicionales ya que, mientras en los ejemplos antes citados se usa una plataforma que no nace precisamente con este propósito (novela, televisión...) en la que se vuelca una estrategia simulada de realidad personal o documental, Internet, y muy especialmente la WWW, son fruto, precisamente, del interés por conectar entre sí a las personas reales con sus nombres y apellidos para establecer un intercambio de datos útiles a la investigación científica.

Entrada publicada por Lluis Vila Soriano
Tecnologías literarias
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Los desafíos de la escritura multimedia

Este es el título con que el Centro de Investigación de la Comunicación, de la Universidad Católica Andrés Bello, bautizó un libro en 2002 , donde especialistas de tres sectores (literatura, mercado del libro e investigadores de la transformación del lenguaje) publicaron los artículos escritos a raíz del seminario que, con el mismo nombre, se centró en el estudio de la novela multimedia Tierra de Extracción v.1.0 (con interfaz y diseño bastante alejados de los que se trabajaron para la v.2.0, disponible en red), y el cambio de paradigma que significaba para el mundo de la literatura y la cultura del libro. Resulta muy interesante cómo el debate ha cambiado poco desde entonces. Éste es el artículo que la investigadora Caroline de Oteyza, directora del CIC-UCAB, publicó hace ya siete años, a modo de introducción.

Los desafíos de la escritura multimedia, lenguaje, interfaz e itinerarios de lectura.

Caroline de Oteyza


Entrada publicada por Doménico Chiappe
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martes, 29 de septiembre de 2009

Entretenimientos semánticos sobre los "ebooks"


Los interesados en nuestro idioma y en la literatura electrónica debemos procurar que los términos que utilizamos tengan la máxima precisión semántica (la palabra debe referir inequívocamente al objeto o concepto), sean eufónicos, breves y suenen a español. Empecemos con ebook: este acrónimo inglés se usa mayoritariamente en los medios y en el comercio (Bubok y Todoebook, por ejemplo, venden ebooks para leerlos en ordenador o en dispositivos lectores). Pero no pertenece al idioma aunque sea breve, eufónico y preciso. ¿Cuánto de preciso? Decir de un libro que es electrónico es demasiado amplio (portero electrónico, encendido electrónico son más precisos). Evidentemente, para trasladar un texto del papel a los ordenadores o a los dispositivos lectores hay que usar tecnología que necesita la electricidad en cualquiera de sus formas. Pero ese traslado se realiza con programas informáticos capaces de digitalizar ese libro. Luego, en realidad, serían libros digitalizados, sometidos a un proceso que hace posible su lectura en pantallas. En este sentido, podríamos llamarlos simplemente “libros digitales” o “digilibros”. Pero este voluntarismo semántico choca con la dura realidad del uso extendido. Teniendo en cuenta que la versión española “libro electrónico” es la más popular después del acrónimo inglés, debemos procurar al menos hacerla más breve y más eufónica. Tenemos la suerte de que “librel” es breve, eufónico y suena tan español como “libro”, “libre” o “lebrel”. Tampoco suena mal, y es más breve, libel (libertad, libar, libelo).
Entrada publicada por Juan José Díez
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sábado, 26 de septiembre de 2009

Literatura pangeica



Recomendamos hoy la lectura del interesante artículo de Vicente Luis Mora El porvenir es parte del presente: la nueva narrativa española como especies de espacios . En él aparecen algunas posiciones polémicas que trato de resumir:

1) La novela convencional que hoy consumen los lectores normales de literatura es de estructura decimonónica, tardomoderna, kitsch. La única forma de literatura moderna interesante es la que desactiva irónicamente sus postulados, se burla de sus reglas añejas y es profundamente deconstructiva.

2) La auténtica novela contemporánea la escriben hoy autores que publican sólo en papel al modo deconstructivo y también algunos escritores electrónicos.
3) El diseño es una de las claves de la literatura pangeica… la página es un campo de batalla visual, sólo desde hace un tiempo los novelistas comienzan a dar la consideración que merece al aspecto visual de sus narraciones, que también configuran un espacio textual de tensiones….

4) El narrador pangeico no distingue límites de influencia, y trabaja indistintamente con esos materiales. Todas ellas suponen combinaciones de literatura y música, literatura e imagen, literatura e informática, literatura y arte, o varias a la vez. Todas ellas implican el conocimiento, en ciertos casos profundo, de otros saberes y/o ramas artísticas, que se aplican sin solución de continuidad a la hora de la elaboración del texto, entendido este término en un sentido lo suficientemente amplio.

En la entrada anterior Félix Remírez expone casi justamente lo contrario:

1) La literatura digital también debe aspirar a ser popular, masiva, que atraiga y emocione a a un significativo número de lectores. Es malo caer en la marginalidad
2) El riesgo de caer en ella viene de otorgar demasiado énfasis al interface, “a los efectos especiales”, a los enlaces, a la ruptura, a la “digitalidad”, en detrimento del texto. ... en muchos lugares, se explora con ahínco la ruptura extrema de la linealidad, el impacto visual, la sorpresa por medio de la imagen, la aplicación multimedia, la simultaneidad arbitraria de relatos, etc. descuidando la palabra, y el orden narrativo que, en muchos casos, llegan a ser casi residuales. Tales excesos llevan a:

3) Aburrir al lector. El exceso de no linealidad puede simplemente cansar.

4) Confundir literatura con otro tipo de arte, por lo general visual.

5) El hacer hincapié en el interface es una guerra perdida para el escritor. Cualquier juego narrativo de cualquier consola tiene una calidad miles de veces superior a la que ni siquiera puede soñar un escritor digital solitario programando en Flash o en Java.

Entrada publicada por Juan José Díez


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miércoles, 23 de septiembre de 2009

LITERATURA (con mayúsculas) digital


En este comentario no voy a abordar la “literatura digitalizada” que, en realidad, puede ser la más extendida hoy en día sino la “literatura digital”.

Se entiende por literatura digitalizada la que conlleva primordialmente un cambio de soporte pero que no aporta nada novedoso respecto a contenidos. Es el caso de la mayor parte de títulos disponibles para lectores digitales. Sí, ahora, las novelas o los poemas pueden leerse en un monitor, pueden descargarse desde Internet o pueden almacenarse en un CDROM, pero la obra, el texto, la literatura sigue siendo la misma. Poco importa, a estos efectos, que Cien años de soledad o Hamlet se lean en pantalla o en papel. Las palabras son las mismas. Cada frase es igual. El monitor es circunstancial. Cada soporte tendrá sus ventajas y sus inconvenientes pero el corazón de lo literario no ha variado. Tan sólo se ha “digitalizado”.

La literatura digital, por el contrario, sería aquella que no puede concebirse (o, al menos, no puede realizarse de una manera razonablemente sencilla ya que en papel se han hecho todo tipo de experiencias a lo largo de la historia) sin el ordenador. En el escalón más sencillo se encontrarían muchos de los textos que aparecen en los blogs por cuanto que, aunque podrían también escribirse en papel, sería bastante complicado poder publicarlos en tiempo real y con la difusión que puede tener una bitácora. En el nivel más sofisticado se encontrarían obras digitales cuyo desarrollo fuera imposible sin un ordenador bien porque los elementos multimedia que las componen son imposibles o muy dificultosos de plasmar en otro soporte o porque su complejidad estructural lo impide como es el caso de aquellos trabajos con muchos enlaces hipertextuales que no podrían ser seguidos ágilmente sin una computadora.

En esta literatura genuinamente digital se está produciendo un fenómeno que puede ser contraproducente para su propio desarrollo. Voy a hacer una comparación que enojará a mis amigos músicos pero que me parece clarificadora. Nuestra literatura digital, en la práctica, se puede estar convirtiendo en una especie de música culta contemporánea que es interpretada y escuchada sólo en contadas ocasiones mientras que la música popular, Mozart, Bach, Mahler, Debussy, el pop, el rock, el blues, el jazz, el musical de Broadway y miles de otras músicas “más convencionales” inundan el planeta. En mi opinión sería bueno que la literatura digital también aspirara a ser popular, masiva, que atrajera y emocionara a un significativo número de lectores. En absoluto defiendo el ser conservador y creo que el arte debe empujar las fronteras hacia un más allá aunque este sea incomprendido. Pero es malo caer en la marginalidad porque el arte debe mejorar el mundo, hacerlo diferente, modelarlo, cosa que es imposible si es accesible sólo a una minoría. Este portal de literatura digital, de hecho, aspira a la universalidad de la misma.

Opino que este riesgo de caer en la incomprensión viene de otorgar demasiado énfasis al interface, “a los efectos especiales”, a los enlaces, a la ruptura, a la “digitalidad”, en detrimento del texto. Es algo que está ocurriendo en toda la literatura digital pero especialmente en la anglosajona porque, afortunadamente, en la hispánica el valor del lenguaje es mucho mayor y prueba de ello es la muestra de obras de este portal. Pero en muchos lugares, se explora con ahínco la ruptura extrema de la linealidad, el impacto visual, la sorpresa por medio de la imagen, la aplicación multimedia, la simultaneidad arbitraria de relatos, etc. descuidando la palabra, y el orden narrativo que, en muchos casos, llegan a ser casi marginales. Se hacen (hacemos) obras que no emocionan, que no llaman al lector, que no se le quedan grabadas, que no le hacen reflexionar. Una literatura más preocupada por la interactividad que de sus propios valores literarios, de lo que transmite y cómo lo transmite, de la riqueza de su lenguaje y su sintaxis y de la fuerza de su historia.

Esta forma de concebir la literatura digital conlleva, a mi juicio, tres riesgos:

a) Aburrir al lector. El exceso de no linealidad puede simplemente cansar
. Cada historia o grupo de historias puede contarse de muchas formas alternativas. Lineales o no lineales. Pero no todas son exitosas. Lo son aquellas que atraen al lector, aquellas cuyo desarrollo ofrece un atractivo particular (“appealling story”). Pongamos por ejemplo el cuento infantil de Dumbo, el elefantito volador. Todo el mundo sabe que los elefantes no hablan, que no vuelan y vemos a paquidermos encadenados en circos todos los días sin inmutarnos. ¿Por qué niños y mayores se emocionan al ver la película de Walt Disney? Sin duda, porque se construye una historia, una sucesión de hechos, que nos conducen a la empatía con el personaje y lo que ocurre. Si, por ejemplo, empezáramos viendo al elefante volando y lanzando cacahuetes con su trompa, quizá nos sonreiríamos pero no sentiríamos la satisfacción por la victoria final del animal desvalido y maltratado. Si lo viéramos volando sin más, nos extrañaríamos. Si empezáramos con los cuervos cantando, ni sabríamos de qué va la historia. Deducimos, por tanto, que una historia disgregada cuyo ordenamiento dependa aleatoriamente del lector puede conducir a una orden narrativo que sea un fracaso, que no atraiga, que no emocione, que no sea esa “appealling story” necesaria para emocionar, para triunfar, para trascender. En mi opinión, el escritor no debería renunciar a controlar cómo transcurre la narración o cómo aparecen las ideas de un poema dejándolo al exclusivo libre albedrio del lector. Por ello, y sin renunciar en absoluto al hipertexto como herramienta creativa, pienso que el texto no debe ser aleatorio sino guiado. Desde este punto de vista, la noción de hipertexto adaptativo resulta interesante.

b) Confundir literatura con otro tipo de arte, por lo general visual. Sin duda, un aparato multimedia importante puede resultar atractivo y artístico. Pero estaríamos probablemente hablando de “otro” campo artístico. Es cierto que la frontera entre las artes es difusa en algunos casos pero, hoy por hoy, la intuición del ser humano distingue que la ópera no es novela (aunque narre una historia) y que el cine no es literatura (aunque algunos guiones sean excelentes). Es posible que estemos alumbrando un nuevo de tipo de arte multisectorial y que en el futuro no haya que hablar de literatura digital sino de x digital pero si – aquí y ahora- la literatura digital quiere salir de su nicho de expertos, llegar al público general y tener un mercado lector significativo debe acomodarse, al menos en parte, al hecho de que por literatura se entiende “algo” en lo que predomina el lenguaje de manera importante.

c) El hacer hincapié en el interface es una guerra perdida para el escritor. Cualquier juego narrativo de cualquier consola tiene una calidad miles de veces superior a la que ni siquiera puede soñar un escritor digital solitario programando en Flash o en javascript. Claro está que esas narraciones visuales comerciales han sido desarrolladas por decenas de programadores trabajando cientos de miles de horas y, en los juegos de gran éxito, aunando simultáneamente expertos en diferentes artes. Algunos juegos tienen, cierto es, una calidad que puede ser literaria pero en general su objeto no es el literario. En esa batalla, si los escritores de literatura digital nos empeñamos en competir con la industria audiovisual del juego y del mundo multimedia saldremos siempre mal parados. Así será casi imposible que surja un Benedetti digital, o un Rubén Darío digital o un Machado digital. No es algo nuevo, por otro lado. Estos ilustres escritores lo fueron porque no intentaron hacer ópera ni convertirse en impresores de bellas encuadernaciones o ser pintores. Cervantes no hubiera compuesto su Quijote si en vez de volcar su talento en la palabra y en describir a los gigantes, hubiese querido pintar los molinos con la maestría de su contemporáneo El Greco. La fuerza debe estar en el texto, es decir, en el binomio literatura digital, la literatura debe escribirse con mayúsculas. La “digitalidad” debe servir, perfeccionar, completar la palabra. No al revés.

¿Significa esto que la literatura es enemiga de lo digital, que el concepto es un oxímoron? En absoluto. Como mucho, significa que aún no se ha encontrado una vía amplia de desarrollo pero tarde o temprano se hallará. Los blogs, en su sencillez, apuestan mayormente por la palabra. Pero sólo utilizan lo digital en lo referente a la facilidad de publicación. Hay muchos otros elementos en los que la literatura digital puede aportar novedades interesantísimas. Por ejemplo, el control del tiempo
, la simultaneidad de historias en tiempo real, la creación de entornos metaliterarios o, a muy largo plazo, el teatro interactivo. Estamos empezando. La literatura digital es una recién nacida a pesar del par de décadas de experimentación. Mi esperanza es que se camine en la dirección de poner en primer plano la palabra y la emoción literaria y que todo lo demás sirva a la literatura, no al contrario.

Félix Remírez


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martes, 22 de septiembre de 2009

Reflexiones sobre hiperficción, hiperliteratura y blogonovela


"Muchos de los elementos que se utilizan en la ficción escrita para la web —hiperficción o hiperliteratura—, y que se suelen citar como propios de este medio de expresión, se han experimentado mucho antes en papel.
El quiebre con la linealidad: ejemplos emblemáticos pueden encontrarse en algunas obras de Borges, Italo Calvino, Raymond Queneau, Max Aub… La utilización de enlaces web (links) que permiten el salto de un hipertexto a otro: un ejemplo en versión impresa, El libro de Manuel, de Julio Cortázar. Allí se incluyen recortes de diarios que aportan información sobre el contexto político y social de la narración; estos recortes serían el equivalente actual de links a notas de periódicos en la web..." seguir leyendo ...

Marcelo Guerrieri
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Laboratorio de escritura

Todavía hay una bicefalia respecto a la creación de literatura digital: por una parte un programador y por otra un escritor. Muy raros son los casos en que ambos coincidan en la misma persona, y por lo general uno de los dos aspectos es más débil que el otro. En el Laboratorio de Escritura que dirijo en Barcelona www.laboratoriodeescritura.com , acabamos de sacar un curso de E-LITERATURA, donde se pretende acercar a los medios digitales a los escritores (por supuesto, no se trata de cómo escribir blogs, ni mucho menos). Lo imparte Eugenio Tisselli, que es una de las figuras más destacadas en arte digital en el ámbito hispanohablante (él es mexicano y vive en BCN y dirige el Master en Artes Digitales de la Pompeu Fabra). El enlace del curso que estamos convocando es éste: http://laboratoriodeescritura.com/laboratorio/literatura-internet

Leonardo Valencia

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jueves, 17 de septiembre de 2009

¿Quién ganará?


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La lectura en pantalla


"Sólo una minoría de internautas leen más de 200 palabras de un post, de modo que cualquier ensayo serio, o no se lee, o se imprime para su posterior lectura en papel." Ver el estudio.
Y aquí el muy interesante artículo de Jordi Mustieles (Soybits) sobre la lectura en pantallas.

vook
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La muerte del lector

Philip Roth, 1964

"La clave no es trasladar libros a pantallas electrónicas. No es eso. No. El problema es que el hábito de la lectura se ha esfumado. Como si para leer necesitáramos una antena y la hubieran cortado. No llega la señal. La concentración, la soledad, la imaginación que requiere el hábito de la lectura. Hemos perdido la guerra. En veinte años, la lectura será un culto." (Ph. Roth)
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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Antonio Rodriguez de las Heras

Los estilitas de la sociedad tecnológica








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Félix Remírez

Una contemporánea historia de Caldesa



Trincheras de Mequinenza









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Dora García

Heartbeat






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Domenico Chiappe

La huella de Cosmos


Tierra de extracción








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Marcelo Guerrieri

Detective bonaerense


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Hernán Casciari

Más respeto que soy tu madre



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Juan José Díez

Don Juan en la frontera del espíritu



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Belén Gache







Acerca de Wordtoys y El diario del niño burbuja


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Jaime Alejandro Rodríguez

Gabriella infinita


Golpe de Gracia

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Leonardo Valencia

El libro flotante


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Edith Checa

Como el cielo los ojos





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jueves, 10 de septiembre de 2009

Juan B. Gutierrez

Condiciones Extremas






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