lunes, 29 de noviembre de 2010

El prodigioso scriptorium del siglo XXI



     En esta escena vemos a Dickens quieto, absorto, sentado en una mesa, empuñando una pluma ante una hoja de papel. ¿Qué hace? Está buscando palabras para contar una historia. Trata de trasladar el mundo ficticio que bulle en su mente a unos signos gráficos de tal forma dispuestos que cautiven la atención y las emociones de un lector. Este lector debe utilizar también su mente para descodificar esas palabras y reconstruir la historia que le ha contado Dickens sobre aquella hoja de papel. Las herramientas presentes son sólo la pluma y el papel, lo que producen esas herramientas son sólo palabras. Y todo esto en un sencillo banco de trabajo, en una  mesa.

 
      Aparece la máquina de escribir, cambia una de las herramientas, la pluma es sustituida por la máquina, pero continúan la hoja de papel y las palabras. Faulkner se enfrenta a la misma tarea que Dickens: construir un mundo sólo con palabras. Y el scriptorium es el mismo: una mesa donde apoyar la máquina. El autor sigue atendiendo a una sola cosa, buscar palabras para levantar con ellas un mundo ficticio que el lector pueda reconstruir en su imaginación.
       Llegan los ordenadores y con ellos una nueva tecnología de la escritura: el teclado y la pantalla sustituyen a la pluma y al papel. Antes de la aparición de Internet, el ordenador se usa principalmente como máquina de escribir sofisticada (recordemos los procesadores de texto como Word Perfect o Word). De modo que el scriptorium se hace más tecnológico, menos portátil, cambian las herramientas, pero el producto es todavía el mismo: palabras, palabras, palabras.
      Con la universalización de uso de la red, el ordenador se convierte también en una máquina de comunicación y de almacenamiento y distribución de información. La página de papel es sustituida por la ciberpágina: una hoja animada por su estructura hipertextual en la que se escucha continuamente "el ruido y la furia" del mundo y donde se pueden contemplar todas las imágenes icónicas, oníricas o alucinatorias que bullen en la red sin necesidad de que mi imaginación las forme. El scriptorium del siglo XXI cambia de forma radical.

    Desaparecen no sólo las herramientas tradicionales sino el principal objetivo de su uso. La producción de texto verbal ya no es lo esencial. Y no sólo cambian las herramientas, sino que la actitud de concentración intensa ante una sola tarea (buscar palabras) se ve sustituida por una espera ansiosa de nuevos estímulos que nos reclaman desde la ciberhoja. Internet, como dice Nicholas Carr, es una tecnología de la distracción.
   Jaime Alejandro Rodríguez, en una entrada de LitElec, describe vívidamente la situación del escritor ante estas nuevas tecnologías:
      "Me encuentro en el estudio de mi casa, sufriendo el famoso síndrome de la página en blanco. Sólo que al frente no tengo ni un cuaderno, ni una resma de papel, ni una máquina de escribir, sino la pantalla de un computador portátil que muestra la típica interfaz del tablero de administración de una plataforma de blogs. Llevo ya varios minutos intentando escribir el título de mi “entrada”, sin éxito; tampoco he podido empezar a llenar la plantilla de contenidos. Estoy “varado” en medio del camino creativo, pero no por falta de ideas o por desconocimiento del oficio (la publicación de tres novelas y de dos libros de relatos me ubican, sin ambages, en el “campo” de los escritores), sino por la dificultad que encuentro para tomar decisiones sobre la mejor manera de articular las distintas fuentes de información de las que me he armado para construir la entrada. Tengo abiertos en mi explorador la página de búsquedas de Google, la página de YouTube donde he construido mi propio canal, el portal de Facebook en la página del grupo que me acompaña en esta empresa (narrar el planeta nómada), un portal de podcasts donde he seleccionado varias audioconferencias, y varias páginas de información (incluida la correspondiente en Wikipedia), del tema sobre el que quiero hacer la entrada; también están en proceso de descarga dos videos y varias canciones en formato mp3 y, debido a que no alcancé a copiar en mi usb algunos archivos que ahora debo consultar, estoy conectado remotamente al computador de mi oficina, donde busco lo que necesito. De fondo suena la música de una emisora de música clásica que emite vía web".
      Escritores, investigadores, estudiantes, lectores, han cambiado el lugar de trabajo. Cuando se sientan en su despacho o en su mesa y quieren ponerse a trabajar deben abrir el ordenador, o sea, la ventana de los prodigios que constantemente estará tratando de seducirle. De repente, en lugar de tener una hoja de papel con una sola herramienta (la pluma o la máquina de escribir), nos encontramos con una pantalla con todas las tecnologías artísticas y comunicativas del siglo XX (fotografía, fonógrafo, teléfono, radio, televisión, videos, diseño gráfico, comunicación instantánea...) gritando ¡¡Utilízame!!

Entrada publicada por Juan José Díez 

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viernes, 26 de noviembre de 2010

CityFish, J.R. Carpenter



      CityFish, de J.R. Carpenter, es una obra muy original, muy bien trabajada, que relata de manera interactiva e inconexa un encuentro familiar. Es un relato digital corto, pero no por ello menos interesante, que se desarolla en una única hoja, en un mapa de eventos, sin saltos entre páginas ni tiempos perdidos de carga. Un escenario horizontal, mucho más ancho que la pantalla del ordenador, contiene toda clase de elementos, desde texto (que es el hilo conductor principal y, por tanto, estamos hablando de literatura plena) hasta videos, mapas, mashups, pequeñas aplicaciones (como la que permite convertir la temperatura entre grados Celsius y Farenheit, un gadget que viene al hilo de la historia puesto que la protagonista, Lynne, viaja de una Canadá métrica a unos EEUU con medidas británicas), enlaces hipertextuales e hiperposicionales, fotografías, gráficos, textos en grafías no latinas, etc. Un trabajo cuidado. Un mapa lector amplio en el que cada elemento puede parecer desperdigado (lo está) pero en el que el usuario no se pierde ya que todo acaba por tener sentido. Su mayor valor, sin duda, la originalidad. La obra ha tenido el apoyo de la Canada Council for the Arts.

Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pinzas de Metal, Tina Escaja


    Tina Escaja nació en Zamora y reside en  los EEUU donde ejerce como profesora de español en la Univesidad de Vermont. Es autora y editora de libros y artículos sobre poesía iberoamericana contemporánea. Gran parte de su material poético, narrativo e hipertextual puede encontrarse en su página personal.
     Su novela hipertextual Pinzas de metal (2003), diseñada en flash por Didier Delmas, presenta al lector un menú con personajes, lugares y objetos, organizado en una tabla de tres columnas. El lector debe utilizar una lupa para seleccionar en cada columna primero un personaje, después un lugar y finalmente un objeto. Cuando lo ha conseguido, surge un breve texto que se sobrepone sobre un rompecabezas colocado encima de la tabla. Al pulsar ese texto, se abre una columna a la izquierda donde aparece la narración de la historia, que obviamente es no lineal, al ser decidida por la combinación determinada por el lector.
    Como consecuencia de dificultades de programación en este flash relativamente antiguo, algunas combinaciones no funcionan. Por ejemplo, Vicky-Geo-Test no produce resultados. Sin embargo, Paloma-Nueva York-Pinzas, empieza con este texto:
     "Aunque parezca inapropiado para una muerte digna, Patricio Morello decidió morir en el interior de una de esas tiendas porno que atiborran las calles adyacentes de la Avenida de Broadway..."
   Tina Escaja utiliza en sus trabajos el pseudónimo "Alma Pérez", inspirado en el protagonista de Niebla de Unamuno (Augusto Pérez), que trata de convencer al escritor de que no le mate al final de la novela (" ¿conque he de morir ente de ficción?").
Entrada publicada por Juan José Díez

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lunes, 22 de noviembre de 2010

No importan las balas



     Never Mind The Bullets es un “comic interactivo” del Oeste creado por Microsoft y Steaw Web (firma de diseño web francesa) en conmemoración del lanzamiento de Internet Explorer 9 para demostrar las brillantes capacidades del HTML5 en ese navegador (y no en otros).
    La historia se desarrolla en Long Horn, un tranquilo pueblo alterado por una banda de forajidos que se llaman a sí mismos "Los turbantes rojos". Sin embargo, con la llegada del famoso Bill "One shot" Collins las cosas empiezan a cambiar...
    La página te permite leer/interactuar con el tebeo (haciendo cosas como abrir la puerta del Saloon con el ratón, tomar una copa, jugar al póker...) o crear tu propia historieta sobre un duelo para luego compartirla en Facebook o Twitter.
   Aquí su análisis técnico por un experto programador.
 Entrada publicada por Juan José Díez

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viernes, 19 de noviembre de 2010

Tocar los libros, sentir los e-books



 
 Me encanta el papel viejo… tócalo. ¿Puedes sentirlo? Se siente diferente. Huele diferente." (Robert Darnton, director de la Biblioteca de Harvard

     Se tiende a decir que el libro es analógico y el e-book digital, que el libro es físico y el e-book virtual, que el libro es un soporte rígido y el e-book flexible. A mí me gusta, por pura salud intelectual y espiritual –y animal, de ánima–, jugar y revertir de vez en cuando los términos, y es lo que me propongo en esta tarde de domingo.
   Al decir de Fernando Rodríguez de la Flor en su estupendo Biblioclasmo hay en esta era tardía de la imprenta una melancolía de la fisicidad del libro como soporte material de la lectura, por la cual el homo libri siente la ausencia del tacto y del olor específicos de la página impresa cuando se enfrenta a la lectura de la palabra electrónica en pantalla. Y es que, como recuerda el señor Piscitelli en un recientísimo artículo donde repasa a los sabios que en las últimas décadas nos han descubierto esa fisicidad, la materialidad del acto de lectura es parte de nuestra lectura. Como plantean desde la academia anglosajona, todo acto de lectura es un acto de embodiment, en el que cuerpo, mente y objeto interactúan para llevar a cabo la operación de lectura. Por ello no es cuestión baladí el cambio –que no ausencia total– ante el olor del e-book, o su tacto, o la diferente manera de pasar de página, es decir, de cambiar de pantalla. Dos hechos aparentemente inconexos del último año ponen de relieve estos aspectos. El primero es un libro reciente de Jesús Marchamalo, que ha vuelto a levantar esta nostalgia en el panorama bloguero español de los últimos meses: el libro se titula Tocar los libros, y obviamente no está disponible digitalmente; cuando lo esté la paradoja entre forma y contenido resultará en una hermosa oda virtual al soporte que le dio origen. El segundo es la aparición de iBooks, el programita de libros de Apple para la tableta iPad que embobeció con su publicidad y en las pruebas de sus tiendas por un hecho que poco tenía que ver con el contenido de los libros: la posibilidad de pasar las páginas con el dedo, en un alarde de diseño virtual. Si bien la compañía de la manzana no ha aportado aún grandes novedades en cuanto a nuevas técnicas editoriales se refiere –pero deja un sistema con el que otros ya programan sus posibilidades–, sí pensó a la hora de diseñar su programa de lectura que, si se trataba de clonar en formato epub la lectura al modo tradicional –aunque incluyendo algunas mejoras de búsqueda– habría que clonar no sólo la tipografía y la disposición en caja, sino también el acto aprendido y usado de casi veinte siglos –con el nacimiento del códice– de pasar una hoja. Quizás el inconsciente colectivo supo apreciar y agradecer este reencuentro con lo familiar, que se convierte en novedad -innecesaria, en principio– en un medio que pretende tecnológicamente desafiar lo tradicional. Pero con ello el iPad, conservador en este y otros aspectos– nos resulta entonces más cercano porque puede tocarse, y ese tocar permite pasar las páginas de un libro. Parece una broma, dirán algunos, para eso ya tenemos los libros. Pero no lo es. Lo digital se disfraza de analógico para desafiar nuestra desconfianza y recuperar algunas de nuestras costumbres afectivas y corporales de lectura. Leer en digital, analógicamente. Un paso atrás quizás para llevar al gran público, progresivamente, a otras innovaciones.
     La paradoja y el cruce de actitudes puede fundirse –sin confundirse– aún más. Si atendemos a los significados de digital, que converge con dígito, es decir, no sólo como número sino también como dedo –¿por eso de que contamos con los dedos?–, nos hallamos que tocar debería ser la actividad principal de nuestra lectura digital, como el mundo de aparatos tecnológicos nos invita a hacer sobre las nuevas pantallas, esas nuevas geografías dactilares. Por esta regla de tres, el libro también ha sido sumamente digital, puesto que tocar los libros se convierte en uno de los emblemas de esa nostalgia por el libro como objeto material de lectura. ¿Dónde queda lo analógico, entonces? Si me permiten convertir lo analógico en analogía, ésta se encuentra en ese puente que intentamos crear entre un soporte y otro, entre el libro y la pantalla, entre sus geografías espaciales y los recorridos que hacemos sobre ambos. Para desgracia de apocalípticos y de integrados, hay un espacio de contacto en el que ambos soportes dialogan, incluso en la forma aparatosamente mixta y extrañamente monstruosa de libroides, y en ese espacio intermedio la rigidez del libro como formato pide desvanecerse ante la blandura de sus cuadernillos impresos antes de encuadernarse, o la ensalzada flexibilidad del texto en e-book se pone fácilmente a prueba si dejamos caer o golpeamos un iPad. Esta ironía malintencionada y malversada sólo pretende mostrar que no todo es un absoluto para cada uno de los soportes, y la flexibilidad otorgada al texto electrónico en su capacidad de cambiar y reunirse con otros textos asociados, que la tiene, no deja de tener su origen en la rueda de los libros renacentista, en los manuales de lugares comunes barrocos o el ejercicio de un arte de la memoria que se reflejó durante siglos en la composición de mucha literatura a la que se buscaba la capacidad de accederse aleatoriamente, es decir, digitalmente, y cuyas técnicas, curiosamente, se basaban en la construcción de analogías. El estudio y reflexión sobre estos hechos debería abrir vías de transición y aprovechamiento de los nuevos soportes, así como consignar tareas específicas a los tradicionales.
    Tocar los e-books. Verlos. Olerlos (y alguien inventó primariamente ya una banda olorosa para incluir a nuestro libro electrónico). En el fondo, leerlos; es decir, soñarlos. Pero sólo logramos la inmersión mental en la historia gracias a los gestos precisos que la hallan. Ese es el reto para el nuevo soporte: la creación de una serie de hábitos útiles y significativos, funcionales, que nos permitan luego sentir nostalgia de nuestra tableta digital gracias al uso y la satisfacción que nos ha producido la experiencia de una lectura (distintamente flexible, digital, virtual).
    Pasar una página parece lo más prosaico de una lectura, ante el texto mismo de Tolstoi, por ejemplo: pero es tan significativo y necesario como para saber que sin ese acto no podemos recorrer dicha historia sobre un libro. Un gesto así se nos revela ahora como un gran reclamo de la lectura tradicional pero también, sin duda, como exigencia para un futuro posible de lecturas posibles que se bifurcan.



Y dejo un video para ir algo más allá: no sólo nos espera tocar los libros y actuar sobre ellos con el tacto, sino también con la mirada. Recientes tecnologías prometen poder activar algunas palabras (sus asociaciones mediante enlaces) con un sólo parpadeo, con un leve gesto de atención de nuestro iris. ¿Cabe mayor sensualidad para una lectura? ¿Quién no quisiera activar la descripción de Emma Bovary con un pestañeo de ojos, y seguir luego, al modo tradicional, acariciando en la lectura el texto de Flaubert?

Entrada publicada por Álvaro Llosa en El Hilo Digital

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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Copiar, cortar y pegar



Quiero agradecer a Jose Afonso Furtado la pista que me llevó a este libro.

     El próximo 15 de noviembre saldrá a la venta Tree of Codes, el último libro de Jonathan Safran Foer que es, en realidad, una lectura creativa de su libro favorito, Skeply Cynamonowe, de Bruno Schulz. Estos relatos se publicaron en inglés, en una colección que dirigía Philip Roth, bajo el título de The Street of Crocodiles. En castellano, el libro tuvo al menos dos títulos diferentes, según sus traductores lo vertieran del inglés o del francés. Así, la edición argentina, a cargo de Centro Editor de América latina, tiene por título La calle de los cocodrilos, mientras la que Seix Barral hizo en España en 1972 se titula, más cerca del original polaco, Las tiendas de color canela.
    No hay peligro de duplicar traducciones ni títulos a cada lado del Atlántico con la obra de Safran Foer, sencillamente porque un palimpsesto al que le falta lo suprimido es intraducible. O no. Pero si hubiera algún valiente entre los editores hispánicos que la encargara, su resultado haría evidente que toda traducción es una obra nueva de principio a fin, sin necesidad de discusiones teóricas. No es esta la única noción cuestionada por Tree of Codes, que como todos los buenos títulos revela el programa mismo de la obra y de su autor.
    Visual Editions cuenta, en su sitio, que el proyecto surgió de una serie de conversaciones con Safran Foer, en las cuales el escritor confesó su interés por experimentar con las técnicas de troquelado. Aunque al comienzo no tenía claro sobre qué original haría los cortes, terminó decidiéndose por ejercer la censura creativa sobre el libro de Schulz. Mientras él recortaba la historia, los editores ponían en marcha la producción, que no resultó fácil de llevar adelante. Prácticamente todas las imprentas rechazaron el trabajo, hasta que los belgas de Die Keure se entusiasmaron con la posibilidad de hacer un libro que exigía un troquel diferente para cada página.
     Los desplazamientos de la escritura en el espacio, el cuestionamiento del libro como formato, el uso del troquel para la incisión incisiva no son una novedad. Empezaron con el Dadá, siguieron con los futuristas, y Oulipo las usó como juego y, al mismo tiempo, como restricción creativa. El ejemplo más famoso es el poemario (interactivo diríamos hoy) de Raymond Quenau, Cent mille milliards de poèmes:


     Jonathan Safran Foer está lejos de formar parte de las vanguardias, que se acabaron con la Modernidad, y Tree of Codes aparece en un contexto de "muerte del libro". El título, nada inocente, se cuela en un momento en que muchos vendedores de pasta mecánica en forma de colecciones de bolsillo se llevan las manos a la cabeza y claman al cielo porque Internet amenaza el pilar de nuestra cultura, mientras un corifeo de gurús techno les hace el canto llano que anuncia la inminencia de esa muerte. Tree of Codes es una metáfora arquitectónica, muy posmoderna, de los códigos de la Red, y de los códigos que hacen a la Red, estampados y recortados sobre árboles muertos.
     Al recortar y no reponer el texto original de Bruno Schulz, Safran Foer hace referencia a lo que todo estudiante practica para su tesina (y muchos académicos realizan con sus papers) gracias a la Wikipedia y a otras herramientas menos santas. Cuestiona la noción de autoría concebida como originalidad adámica. Hace de la escritura (y también del texto) pura performatividad. Y las ventanas que el troquel deja abiertas a palabras que aparecerán varias páginas más adelante y obligan al lector a una lectura activa e iterativa, de permanentes elecciones entre ver, ignorar, incorporar, descartar para más adelante, borran de hecho las virtudes, tan elogiadas últimamente, de la lectura lineal "inmersiva". Por si esto fuera poco, Safran Foer ha ¿escrito? un libro cuyo único formato posible es el libro, aunque para ello le haya sido necesario descuartizarlo. 
Entrada publicada por Julieta Lionetti en Libros en la nube

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lunes, 15 de noviembre de 2010

Only revolutions, Mark Danielewsky


    Only Revolutions es una road novel del escritor Mark Z. Danielewski y fue publicada en septiembre de 2006 por Pantheon Books. La historia alterna dos monólogos diferentes: el de Sam y el de Hailey, unos adolescentes descarriados que deambulan  con sus coches por varios lugares de los Estados Unidos corriendo aventuras a veces reales, a veces imaginarias.
   La alternancia de esas dos perspectivas la consigue Danielewsky recurriendo a una original concepción de la maquetación de las páginas. Para empezar, ambas cubiertas pueden ser la portada del libro. La cubierta verde da paso a la historia según la cuenta Sam y la dorada a la de Hailey. Cada página contiene un texto dominante y a continuación otro texto invertido que corresponde a la historia que no se está leyendo. La primera página del monólogo de Hailey contiene las últimas líneas del monólogo de Sam invertidas. La última página de la historia de Sam es la primera de la de Hailey. Uno puede leer esta novela de la forma que quiera pero el editor sugiere alternar entre Sam y Hailey, leyendo 8 páginas de uno y luego 8 de otro, pues la narración se articula en minicapítulos de 8 páginas.
    En cuanto al estilo literario, se trata de una prosa a veces poética, a veces descarnada, que sirve eficazmente para trasladar el flujo de conciencia de los protagonistas. Toda ella parece un homenaje a Joyce, Beckett, Glas o Pynchon, un crisol que pretende fundir en una sola obra la mayoría de los recursos vanguardistas que los escritores modernos y postmodernos han incrustado en la literatura del siglo XX.
    Mientras Sam y Hailey corren por América con sus coches, también tiene lugar una carrera por los 200 años de historia de los Estados Unidos. Danielewsky consigue esto con lo que él llama un Cronomosaico. En cada página, en la columna izquierda, aparece una línea cronológica de algunos acontecimientos históricos desde 1863 hasta la muerte de Kennedy en 1963. Por ejemplo, en este último caso, unas breves declaraciones de Lee Harvey Ostwald, el asesino del presidente, dispuestas en esa columna lateral , sirven de contrapunto a la situación que describe el protagonista en el texto adyacente de la historia.
    Así pues, cada página contiene tres narrativas: la de Sam, la de Hailey y la del mosaico histórico. La particularidad estriba en que esas perspectivas se pueden mezclar o bien según un orden recomendado que facilite cierta continuidad de la historia o bien siguiendo una lectura aleatoria que nos sumerja en un (para unos desconcertante, para otros retador) desciframiento. Sobre un libro físico, la apoteosis de una lectura no lineal. Un libro-hipertexto, con bloques narrativos que el lector debe enlazar para intentar conseguir la coherencia narrativa y la emoción estética.
    Y aquí viene la perplejidad. ¿Por qué un texto que pide a gritos su plasmación hipertextual se publica (¡y comercializa!) en formato de libro códice?


     Parece que esta pregunta también ha debido hacer mella en el autor. Danielewsky ha diseñado una  página web en la que presenta extractos de la obra dotándola de todos los complementos posibles en el ciberespacio: locución de textos, animación flash, fondo musical, y lo más importante, una estructura hipertextual que permite elegir las trayectorias narrativas y contemplarlas en el orden determinado por el lector. Uno puede seleccionar las fotos que flotan en el iris de los ojos de Sam o en el de Hailey y el programa te muestra un audio con trozos del texto original acompañados de imágenes. Lo curioso es que él mismo ha dado con el formato ideal  (en este caso también brillante) para su narrativa aunque sólo nos ofrezca un vistoso aperitivo multimedia.

Entrada publicada por Juan José Díez




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viernes, 12 de noviembre de 2010

XX Congreso de Literatura Española Contemporánea


    Con el título Literatura e internet. Nuevos textos, nuevos lectores, entre los días 15 y 19 de noviembre se celebrará en la Universidad de Málaga el XX Congreso de Literatura Española Contemporánea.
   Esta nueva edición del congreso girará en torno a la incidencia que las nuevas tecnologías están teniendo no solo en la creación literaria, sino también en la recepción y la lectura de los textos. Se expondrán numerosas ponencias relativas a la literatura actual de nuestro país y, en particular, varias que tienen que ver con la literatura digital, como puede verse en el programa que se anuncia y que puede leerse aquí.
    Javier Celaya, de Dosdoce, abrirá el encuentro con la ponencia titulada Nuevas formas de leer: del ebook a la nube. El día 17, Francis Ballesteros (director de proyectos de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) hablará de esta Biblioteca como herramienta clave para el estudio y difusión de las letras hispánicas. Habrá ponencias como la de  Laura Borrás, Nuevos lectores, nuevos modos de lectura en la era digital  y comunicaciones de Oreto Doménech, Sandra Hurtado o David Muiño. Es de destacar la presencia de ciberescritores como Antonio Rodríguez de las Heras, Leonardo Valencia, Eugenio Tiselli y Doménico Chiappe. Las jornadas se celebrarán en el Salón de Actos María Zambrano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad malagueña.

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Más hacia la holosala digital


    Un nuevo paso hacia la holosala literaria. Un equipo de físicos de la Universidad de Arizona dirigidos por Nasser Peyghambarian, en colaboración con la empresa Nitto Denko Tech. Corp. ha desarrollado una nueva técnica de proyección de hologramas en 3D con una velocidad que empieza a vislumbrar la posibilidad de proyectar imágenes holográficas en tiempo real. Mientras que hasta ahora la reconstrucción del holograma requería mucho tiempo y el resultado era estático, el nuevo sistema permite generar dinámicamente imágenes que conforman un video en streaming. El secreto parece ser el material que su utiliza para proyectar la luz, un polímero fotorefractario. Aún es un primer paso porque las imágenes son pequeñas (unos 100 mm de longitud) y el refresco se produce cada dos segundos. Es necesaria una mejora de dos órdenes de magnitud para tener auténtico vídeo pero es un gran avance en comparación con los minutos que hasta ahora se precisaban. Tampoco es una auténtica recreación a 360º ya que las 16 cámaras que se requieren proyectan en un escenario de 120º.
    Aunque los periódicos han recogido la noticia (de manera exagerada) en referencia al cine (una película holográfica eliminaría las engorrosas gafas) y a ciertas escenas de Star Wars, en este blog nos interesamos por los avances holográficos como paso para una literatura inmersiva a largo plazo. Una literatura digital que ya no será preciso leer, sino que se vivirá desde dentro. Una realidad virtual total.
Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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lunes, 8 de noviembre de 2010

Preguntas (retóricas) sobre LiterNETura



      La relación entre la literatura electrónica y la literatura tradicional (tanto la de exigencia creativa como la comercial) es actualmente muy compleja.  A pesar del número creciente de obras y autores digitales y de la extensión y novedad de Internet , la literatura electrónica tiene dificultad para atraer la atención de los lectores, de los editores  y de los críticos. El público general, aunque sea usuario activo de la red, parece no interesarse por esta nueva forma narrativa que utiliza el hipertexto, los recursos multimedia y la interactividad, aún siendo éstos elementos que maneja familiarmente en sus experiencias cotidianas en la red. Los editores ahora están obsesionados con los ebooks que, aunque contengan la literatura de siempre, representan una amenaza para su mercancía a corto plazo a la que tienen que adaptarse urgentemente. Los críticos en general tampoco responden. ¿Por qué ocurre esto?
    ¿No será que muchas de las obras electrónicas han utilizado el hipertexto para ofrecer lecturas no lineales, laberínticas, ergódicas que, aunque pueden satisfacer la curiosidad de una minoría de escritores de orientación posmoderna o de críticos literarios deconstructivos, aturden y desorientan  al lector medio culto y no digamos al de puro entretenimiento?
     ¿Es la literatura electrónica realmente literatura o se trata de un nuevo género?
   ¿Hasta qué punto los géneros nacidos digitales heredan a la imprenta  o son  modalidades  híbridas (transmedia, crossmedia, multimedia, mash-ups, pastiches) de los géneros triunfantes en el siglo XX (fotografía, fonógrafo, radio, cine, televisión)?
  ¿Cómo las teorías y conceptos de la vanguardia posmoderna han determinado la poética de los nuevos medios?
   ¿Puede hablarse de literatura cuando la mayoría de las obras nacidas digitales han hecho de las palabras (LITER) un elemento residual, siendo sustituidas por la NET y sus imágenes, sonidos,  videos, animaciones, arte digital, diseño gráfico,etc.? En suma, ¿es ya la LiterNETura, LITERatura?
    



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viernes, 5 de noviembre de 2010

Pantallas futuras para ebooks y ordenadores


           

      El futuro del libro electrónico pasa, sin duda alguna, por el desarrollo de dos elementos básicos: la pantalla y la batería. Respecto a la primera, la empresa sueca TAT promociona un pequeño vídeo (que puede verse aquí) en el que se muestran algunos conceptos futuros de dispositivos de visualización, aún no conseguidos pero que deberán sin duda ser parte integrante de los futuros libros.
     Algunas de las características necesarias no aparecen en el vídeo. La más importante es la flexibilidad. En esta publicidad, aún las pantallas son rígidas. Muy manejables, pero rígidas. En mi opinión serán flexibles, enrollables y plegables. Y la otra función imprescindible es que permita una lectura no fatigosa bajo cualquier iluminación (este anuncio de Kindle contra Ipad es muy ilustrativo al respecto).

          

     Pero en este vídeo aparecen características interesantísimas. Por ejemplo, la extensibilidad de la pantalla. De un tamaño inicial del orden de un teléfono móvil podría pasarse a una tamaño de ordenador con sólo estirarla como si de un chicle se tratara. Esto, ciertamente, está lejos de hacerse realidad pero es una idea excelente. Llevado al extremo haría innecesaria incluso la flexibilidad de la que hablaba antes si, por ejemplo, toda la pantalla pudiera colapsarse en un fino hilo.
  
     Otra característica será el que pueda manejarse táctilmente pero sin que esto excluya (como ocurre en algunos dispositivos de hoy) el uso de un teclado, ya que escribir rápido sobre pantalla es engorroso. Al menos hasta cuando el escribir quede obsoleto y la entrada de datos sea verbal lo cual es el auténtico futuro.


    Asimismo, aparece el concepto de que cualquier superficie pueda ser la pantalla mediante proyección holográfica, una idea que aparecía también aquí y aquí. Igualmente, el de pantalla translúcida que permite observar no sólo la información proyectada sino el escenario detrás de ella, similarmente a cómo ya son las pantallas frontales de los aviones de combate.

    Por último un interesante concepto de transmisión de ficheros entre dispositivos. Simplemente se ponen ambos juntos y con el dedo se lanza el fichero de uno a otro.

     En fin, que los libros electrónicos actuales y los ordenadores actuales tienen un largo camino de desarrollo por delante. Cuando antes comencemos a recorrerlo, mejor.
     Para más información sobre tecnologías avanzadas actuales de pantallas puede leerse este post.

Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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miércoles, 3 de noviembre de 2010

El escritor digital independiente (II)


(Segunda parte de mi intervención en Escribit 2010)

    En la primera parte hablamos del libro y de la gigantesca audiencia a la que puede hacerse potencialmente accesible. Ahora lo haremos de la página web como plataforma de publicación y creación. Desde aquí puedo ejercer las funciones tradicionales de una editorial comercial (ser mi propio editor, promotor, distribuidor) así como aplicar las herramientas narrativas específicas de Internet.
    Vamos a entrar en ella para recorrer cronológicamente las distintas funciones que he ido incorporando. En primer lugar, he elegido una portada que da acceso con un simple vistazo a los distintos formatos narrativos, a las posibilidades de distribución y a las reseñas o críticas que hasta ahora ha recibido la obra.
    Cuando estaba terminando la novela, mientras buscaba documentación en Internet, encontré tanta y tan interesante, que se me ocurrió la posibilidad de dotarla de enlaces externos que la conectaran con la información histórica correspondiente.
   El resultado fue la versión html. La terminé el 2005. Con su url (la dirección única que la identifica entre los millones de páginas) ya podía ser visible ante los dos mil millones de internautas. Quise llamarla "webnovela" porque era sencillamente una novela conectada a la web. Esto quiere decir no sólo que utilizaba el hipertexto, los recursos multimedia y la interactividad, sino, en especial, que muchos enlaces del hipertexto eran externos, conectaban con otras páginas web activas para enriquecer el contenido de la obra. Éste es un recurso que, por extraño que parezca, apenas se usa en la narrativa electrónica. Internet es precisamente un conjunto de páginas web y parece lo más natural que una obra literaria aproveche ese rasgo distintivo.
    Para esta versión no se necesitan demasiados conocimientos técnicos, ni ser un experto programador, pude realizarla con la ayuda de un editor de páginas web (Front Page) y un programa para transferir archivos a un servidor (Cute FTP).
   Con la versión html ejercí, pues, la función tradicional del editor que es la de publicar el libro. Pero otra muy importante es la de crear una audiencia "real" para el autor, no la meramente potencial de ser visible. El escritor digital independiente debe emprender ahora la función de promoción y difusión. Pero a esta versión le faltaba interactividad, entendida aquí como la comunicación directa entre autor y lector, en particular la posibilidad de que el último colaborara con sus críticas, comentarios o aportaciones.
   Para subsanar esta carencia la presenté como blognovela en el año 2007. La inmediatez de los comentarios y la posibilidad de que los lectores incluyan enlaces alternativos proporcionan una información de primera mano sobre el impacto de la obra o sobre las correcciones que puedan ser necesarias. Si un autor tradicional en papel quiere corregir algún aspecto de su novela debe esperar al albur de una segunda edición; sin embargo, como blognovela siempre la tiene abierta, en construcción. Por ejemplo, un lector me aportó un archivo con sonido de sirenas, otro me señaló un anacronismo ("corbata" no, "chalina")...
   Además del blog, un autor puede utilizar las redes sociales y crear una página en Facebook con su obra, lo que le ayudará a difundirla y a estrechar el contacto con los lectores. Yo no lo he hecho, pero busqué una página al azar y la primera que descubrí fue la de la escritora de Luna Azul. Tiene más de siete mil seguidores. Muchos de ellos han debido conocer o comprar la obra para poder comentarla. Y eso es una audiencia considerable con la que la autora no habría soñado si no existieran las redes sociales.
     En 2008 la publiqué en papel, como libro físico. Un escritor desconocido, digital o no, tiene la posibilidad de editar su propia novela recurriendo a la autoedición. Por un precio razonable puede servirse de empresas como Lulú o Publidisa que le confeccionan un libro tradicional y lo venden bajo demanda: sólo imprimen el ejemplar que piden los lectores. En mi caso, ese libro físico lo distribuyo a todo el mundo en Amazon, la librería más poderosa de Internet, o en Publidisa
   También en 2008 hice la conversión a ebook, a libro digitalizado (otra vez con la ayuda de Amazon y Publidisa) para que pudiera leerse no sólo en pantalla de ordenador sino también en la de un ereader como el Kindle.
    Los ebooks de Amazon y Publidisa está monetarizados, sin embargo procuré convertirlos en formatos gratuitos, en especial el ePub, con los servicios de Smashwords.
    Aunque la plataforma central de edición y distribución ya estaba conseguida con la versión html, me daba cuenta de que era mejorable, de que podía tener una presencia más profesional. Tenía una idea, pero excedía mi capacidad técnica. Entonces me puse en contacto con una empresa de creativos web, Prodigia, para que la plasmaran. Y surgió la versión flash. Como nostálgico de Gutenberg, con este nuevo formato (que seguía teniendo dentro la nueva maquinaria hipertextual) quise simular un libro códice que ofreciera en pantalla las prestaciones más básicas de un libro físico: pasar las páginas, ir a una concreta, desplazarse por capítulos, tipografía, color del papel, etc... A esa simulación le puse una portada-trailer (una animación foto-musical) que presentara los personajes y paisajes principales. También traté de dotarla de una banda sonora, utilizando los enlaces azules para ilustrar con archivos musicales algunas escenas que lo permitían.
   Creo, en fin, que mi caso muestra el campo de posibilidades que se abre para un escritor que se decide a la aventura narrativa en el ciberespacio sin otras armas que las de una página en Internet. Será interesante saber qué ocurre luego.

Entrada publicada por Juan José Díez



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lunes, 1 de noviembre de 2010

El escritor digital independiente (I)


(Mi intervención en Escribit 2010)
    Para analizar los nuevos horizontes que abre Internet a la creación literaria y a la edición digital voy a centrarme en relatar mi experiencia como escritor electrónico independiente.
    En el mundo de la música los autores "indie" aprovechan la red para publicar y difundir sus obras al margen de las discográficas, distribuyéndolas en las grandes librerías musicales online. Además, se benefician del software digital para experimentar nuevas formas de creación.
    En el campo de la literatura a los escritores también se nos abre esta posibilidad. La tecnología de Internet nos permite publicar nuestra obra ante una gigantesca audiencia potencial, a un bajo costo, sin estar necesariamente relacionados con una editorial; nos convertimos así en nuestros propios editores, promotores, libreros y distribuidores. En cuanto a la creación, el hipertexto, el lenguaje de Internet, nos ofrece la posibilidad de ensayar nuevas formas narrativas.
    Ésta es la audiencia potencial: dos mil millones de usuarios de Internet en 2010. Podemos ver en tiempo real ese hervidero.
  ¿Qué se le ofrece a esa audiencia? Un libro. Pero hay 130 millones de libros producidos por la imprenta de Gutenberg. A éstos se suman 15 millones de libros digitalizados de dominio público que se pueden leer gratis en pantallas de ordenador. Los suministran Google, Internet Archive, Proyecto Gutenberg, Cervantes Virtual... Además, hay 3 millones de libros digitalizados disponibles para lectores de tinta electrónica: tienen copyright y son comercializados por grandes librerías digitales como Amazon o Barnes and Noble.
   ¿De qué libro se trata en mi caso? Es una novela histórica, pero no teman, no es de egipcios ni de templarios ni de reinas medievales, sino de lo que en inglés llaman "faction" (fact + fiction), ficción más hechos (la documentación de los hechos la proporciona precisamente Internet). Su título es Don Juan en la frontera del espíritu. Don Juan Valera, el autor de Pepita Jiménez y del más importante epistolario de la literatura española, viaja a Washington como embajador de España en 1884. Agobiado por los acreedores, destruido su matrimonio, América le ofrece la promesa de vivir tranquilo y de reponerse económicamente. Pero las amenazas de los independentistas cubanos  le acosan sin tregua. Katherine Bayard, hija del Secretario de Estado del presidente Cleveland, con su amor apasionado, tampoco le dará sosiego.
     Como escritor digital independiente, cual Robinson Crusoe, puedo lanzar al mar de los libros una botella con esta novela dentro (en este caso la botella será una página web).

(La segunda parte tratará de la página web como plataforma de publicación y creación)

Entrada publicada por Juan José Díez

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