Por Jorge
Ignacio Covarrubias
(Secretario
general de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ANLE)
Las nuevas
tecnologías han permitido la aparición en los últimos lustros de la literatura
digital, literatura electrónica o ciberliteratura que requiere las computadoras
y las redes mundiales de comunicación como internet. Esta creación, que va
mucho más allá del texto porque utiliza otros medios y recursos, se diferencia
de la literatura digitalizada, con la que comparte soporte pero difiere en
naturaleza.
La literatura
digitalizada no es sino la conversión electrónica de la literatura no digital,
o sea, de los textos impresos, para que puedan ser consultados en internet por
medio de computadoras u otros dispositivos. En cambio la literatura digital es
una creación elaborada exclusivamente para dichos soportes y apela a la
multilineidad, interactividad y multimedios.
La literatura
digital emplea vínculos hipertextuales (enlaces o hipervínculos) que permiten
al lector saltar de una a otra pantalla y muchas veces interactuar y hasta
modificar la obra con sus aportaciones. Se la califica de multilineal porque
suele ofrecer distintos trayectos de lectura a elección del consumidor. El
hipertexto es definido en el DLE como ‘conjunto estructurado de textos,
gráficos, etc., unidos entre sí por enlaces y conexiones lógicas’.
La
tercera acepción de ‘digital’ según el Diccionario de la Lengua Española, es: ‘Dicho
de un dispositivo o sistema: Que crea, presenta, transporta o almacena
información mediante la combinación de bits’. El bit es definido como ‘Unidad
de medida de cantidad de información, equivalente a la elección entre dos
posibilidades igualmente probables’.
Este trabajo
cotejó la opinión de varios autores y críticos de la literatura digital en
español para conocer sus obras y opiniones sobre esa nueva forma de creación,
su presente y futuro, terminología, aportes, innovaciones, si reconocen precursores
entre los creadores y los teóricos literarios e hipertextuales, y quiénes son a
su juicio los principales autores y obras.
Dieciocho de 35
prominentes autores y críticos de ocho nacionalidades aceptaron participar en
una encuesta: Hugo Burel (Uruguay), Norma Carricaburo (Argentina), Doménico
Chiappe (Perú), Francisco Chico (España), Juan José Díez Ruiz (España), Tina
Escaja (España), Benjamín Escalonilla (España), Leonardo Flores (Puerto Rico),
Belén Gache (Argentina), Marcelo Guerrieri (Argentina), Juan Bernardo Gutiérrez
(Colombia), Ignacio Nieto Larraín (Chile), José Luis Orihuela (España),
Francisco Petrecca (Argentina), Eugenia Prado Bassi (Chile), Félix Remírez
(España), Gimena del Río Grande (Argentina) y Eugenio Tisselli (México). Las
preguntas de la encuesta aparecen en un anexo.
Las principales
conclusiones:
·
Una mayoría
de los consultados admite que Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, James Joyce,
el Tristram Shandy de Laurence
Sterne, Raymond Queneau y sus Cien mil
millones de poemas, entre otros, pueden ser considerados precursores de la
literatura hipertextual, y mencionan otros nombres y obras en esa condición.
Una minoría no está de acuerdo y hay quien considera que la crítica encuentra
precursores a posteriori.
· Una ligera mayoría
de autores y críticos de la literatura digital en español acepta la opinión de
algunos teóricos del hipertexto según los cuales Michel Foucault, Roland
Barthes, Jacques Derrida, Mijaíl Bajtín, Julia Kristeva y otros críticos
encuadrados en lo que se dio en llamar la corriente posmoderna presagiaron la
literatura hipertextual antes de la aparición de las técnicas digitales. Una
minoría considerable disiente, desestima a los posmodernos y varios afirman que
esos supuestos presagios anteceden por mucho a los críticos citados.
·
Una mayoría de los
consultados rechaza la afirmación de uno de los principales teóricos del
hipertexto, George Landow, quien afirmó
que “los teóricos posestructuralistas se diferencian de los teóricos del
hipertexto en el tono: mientras que la mayoría de los escritores sobre teoría
son un modelo de solemnidad, desilusión extrema y valientes sacrificios de
posiciones humanistas, los escritores del hipertexto resultan más bien
abiertamente festivos”. La rechazan por considerar que las complicaciones técnicas,
la dificultad de difusión, la inestabilidad tecnológica, la rutina, han
enfriado un posible entusiasmo inicial. Una minoría considera válida la
afirmación y acepta y comparte el optimismo como una ventaja abierta al futuro.
La proporción fue de 8-4.
·
El término ‘literatura digital’ es el
favorito de los autores y críticos del género que utiliza los nuevos recursos
tecnológicos para crear obras que involucran texto, imagen, movimiento, sonido,
efectos especiales en las pantallas de las computadoras y los dispositivos
móviles. También se acepta ‘literatura electrónica’, mientras ‘literatura
hipertextual’ ha pasado a un segundo plano debido a quienes sostienen que el
hipertexto es solo una posibilidad de la literatura digital.
·
Aunque varios
autores y teóricos de la literatura digital consideran que hay algunos intentos
válidos por ordenar y clasificar los términos que surgen sin cesar debido a las
nuevas tecnologías, son más los que creen que todavía es prematuro porque el
proceso es reciente o está en ebullición o porque se necesitan más obras para
aclarar el panorama, y por eso no hay consenso alguno para establecer una
clasificación universal. La interminable terminología incluye metaficción,
literatura hipertextual, hiperrelatos, narrativa transmedia, literatura
asémica, weblogs, poesía digital
interactiva, multihistoria digital, hipernovelas, webnovelas, wikinovelas.
·
La multilineidad y
la interactividad son las principales innovaciones de la literatura digital,
coinciden varios de los principales autores y críticos de esa especialidad en
español consultados para este trabajo. Otros supeditan esa nueva forma de
creación al panorama cambiante de las tecnologías que va abriendo nuevas
posibilidades a velocidad vertiginosa.
·
El presente de la
literatura digital es pobre ya que está estancada y faltan autores u obras
resonantes en medio de su desorden creativo, afirman varios de los consultados,
entre quienes prevalece la desilusión de las expectativas no satisfechas. Su
visión de futuro tampoco es optimista ya que en proporción de 4-1 consideran
que la mayoría de los cultores solo tienden a la novedad y al impacto, lo que
la torna caótica y efímera.
·
La mayoría cree que
las nuevas tecnologías y la confluencia de imagen, sonido, movimiento y efectos
especiales aportan elementos útiles para una nueva concepción general de la
literatura y que abren el camino hacia el futuro, mientras que unos pocos creen
que aporta poco y nada y tres de ellos opinan que los avances tecnológicos
trascienden la literatura para apuntar a nuevas formas de arte.
·
Según los
consultados, los principales autores de literatura digital en español son Jaime
Rodríguez (Colombia), Belén Gache (Argentina), Doménico Chiappe (Perú), Juan
Bernardo Gutiérrez (Colombia), Dora García (España), Eugenio Tisselli (México),
Edith Checa (España), Benjamín Escalonilla (España), Félix Remírez (España),
Antonio Rodríguez de las Heras (España), Juan José Díez (España), Marcelo
Guerrieri (Argentina) y Leonardo Valencia (Ecuador). De los doce _una vez
exceptuada Checa, que falleció en 2017_, ocho de ellos colaboraron con esta
investigación, y a ellos se les sumaron otros diez autores y teóricos. Varios
de los participantes opinaron que debido al estado incipiente del género y a la
escasez de creadores todavía no hay autores ni obras principales ni tampoco un
canon en español, como quizás lo haya en inglés, y por ese motivo algunos
dieron más importancia a los teóricos que a los autores.
·
Una sólida mayoría
de creadores y críticos de la literatura digital en español reivindica la
presencia del autor y considera desmesurada la importancia que se le ha querido
dar al lector como figura central en el circuito de la lectura digital, según
insiste la crítica hipertextual.
·
Una mayoría de
quienes respondieron por sí o por no (10 a 7) cree que lo visual está
desplazando a lo textual. La minoría lo rechaza, aunque con menor contundencia.
Y otros opinan que lo visual y lo textual se complementan.
·
Sin contradecir la
afirmación de los teóricos del hipertexto de que en las obras de la literatura
digital no hay versiones definitivas y que siempre admiten una
reinterpretación, prácticamente todos los autores y críticos de ese género en
español consultados en esta encuesta coinciden en señalar que esa
característica no es exclusiva de esta
nueva manera de hacer literatura sino que es también aplicable a las obras
tradicionales analógicas.
·
La inestabilidad de
la tecnología, sobre todo causada por intereses comerciales, es una
preocupación constante en muchos de los autores de literatura digital que ven
desaparecer los soportes de sus obras y se preguntan cuál será el futuro del
género si no hay garantías de permanencia.
¿LOS PROGRAMADORES NO LEEN A BORGES?
Una mayoría de creadores y críticos de la literatura digital que aprovecha las nuevas tecnologías y los multimedios coincide en que Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, James Joyce, el Tristram Shandy de Laurence Sterne, Raymond Queneau y sus Cien mil millones de poemas, entre otros, pueden ser considerados precursores de la literatura hipertextual, y mencionan otros nombres y obras en esa condición. Simultáneamente algunos no están tan seguros y una minoría disiente, considerando incluso que esa caracterización es exagerada ya que, en su opinión, la crítica “descubre” a los supuestos precursores a posteriori.
“Completamente”, afirma el argentino Marcelo Guerrieri,
autor de una blognovela, preguntado acerca de la condición de precursores de
dichos autores y obras. “La utilización de enlaces web (links) que permiten el salto de un hipertexto a otro: un ejemplo,
en versión impresa, puede ser El libro de
Manuel. Allí se incluyen recortes de diarios que aportan información sobre
el contexto político y social de la narración; estos recortes serían el
equivalente actual de links a notas
de periódicos en la web. También la utilización de recursos gráficos está
presente en el formato impreso —la inclusión de dibujos, fotografías—, igual
que la participación del lector en la historia”.
“Absolutamente”, coincide su compatriota Belén Gache,
autora de numerosas obras experimentales. “Las experimentaciones con el lenguaje, las estructuras narrativas no
lineales, la incorporación del rol del azar en el trabajo creativo han sido
siempre parte del trabajo de los escritores. Por sus propias características,
los medios digitales a veces llevan muchas de estas búsquedas al extremo”.
Gache es contundente al afirmar que “sin duda, la obra de Borges, con
textos como El Jardín de los senderos que
se bifurcan (como metáfora del hipervínculo), El Aleph (como
metáfora de internet), El libro de Arena
y tantos otros, no pueden dejar de remitirnos al trabajo de escritura que
posibilitan los nuevos medios. Evidentemente, a lo largo del siglo XX y muy
especialmente con la literatura denominada posmoderna, temas como las
espacializaciones de las tramas, la metaficción, las gramáticas utópicas, los
juegos del lenguaje se vuelven cruciales, más allá del dispositivo de escritura
utilizado (ya sea desde la literatura impresa o la digital)”. Pero aclara que
antes de Borges también encontraremos la cábala, los laberintos barrocos, la
filosofía de Hume, Spinoza, Russell, entre otros”.
“Sí, en la tradición
literaria se ha experimentado en todas sus formas”, opina el peruano Doménico
Chiappe, quien combina prosa, poesía, fotografía, música, diseño y animación. “Basta mirar los rollos de los amanuenses, por ejemplo.
Esos autores mencionadas, y tantos otros más o menos conocidos, ha contribuido
con la evolución de la experimentación literaria. Lo novedoso, además del
rescate de esas experimentaciones que parecen mayormente olvidadas por el
mercado editorial (que es algo distinto al estudio literario), es que por
primera vez existe un objeto tecnológico (como antes lo fue el libro) que
despliega todas las artes, lo que crea otro lenguaje. Sterne, Joyce, Borges,
Cortázar, etc., no escribieron para la pantalla. Lo hicieron para la impresión
en folios encuadernados”.
También los considera precursores la chilena Eugenia
Prado Bassi, diseñadora gráfica que dice no haberse sentido cómoda nunca en una
literatura convencional. “Coincido”,
afirma. “La ficción literaria y la ruptura de la linealidad, amén de nuevas
formas de escritura, anteriores al hipertexto electrónico, preludian los
espacios de lo electrónico”.
El español Francisco Chico Rico, docente e investigador
de la literatura digital, no solo coincide con dicha apreciación sino también
afirma que “es la tesis principal de uno de mis trabajos de investigación, en
el que abordo las relaciones de semejanza y de diferencia entre Il castello dei destini incrociati, de
Italo Calvino, precursor también, en mi opinión, de la literatura digital de
carácter hipertextual, y Gabriella
Infinita, de Jaime A. Rodríguez Ruiz”.
Otro de los que está de acuerdo en considerar precursores
a los autores antedichos es Leonardo Flores, a su vez precursor de la
literatura electrónica en Puerto Rico. “Sí”, afirma. “Estas obras son
precursoras importantes al hipertexto y las obras generativas digitales. Estos
precursores buscaban innovar en un soporte que llevaba siglos de adopción y
retaban los límites del mismo”. Pero llama la atención sobre el hecho de que en
la mayoría de los casos “la gente descubre, inventa y explora la literatura digital
y luego descubre los precursores; hay ideas en innovaciones que se expresan
temprano en condiciones poco fértiles para su desarrollo y luego se
re-descubren en contextos más favorables y encuentran mejor adopción social.
Quienes estudiamos la literatura luego creamos narrativas retrospectivas que
formulan vertientes intelectuales y artísticas”.
Norma Carricaburo, investigadora destacada de la Academia
Argentina de Letras, está de acuerdo en líneas generales y lo fundamenta
diciendo que “a lo largo del siglo XX se quiso flexibilizar
la linealidad de la lectura tradicional con estructuras laberínticas,
multiplicaciones de finales o finales abiertos. También se ahondó en la fusión
de distintas estéticas: modelizaciones plásticas, textos que se apoderan de
determinados ritmos musicales”.
“Es
sugerente pensar que sí”, opina su compatriota y coautor Francisco Petrecca,
también de la AAL. “Pero si tomamos en cuenta la cantidad de textos digitales
que son simplemente copias electrónicas de libros impresos y los muchos libros
digitales en los que el componente informático es auxiliar de la lectura física
de texto pero no funcional al relato, hay que decir que la literatura digital
está en pañales”.
“Más
que precursores, son diferentes evoluciones de una misma manera de pensar, de
entender una narración”, rectifica el español Félix Remírez, autor de numerosas
y variadas obras digitales. “A mi entender, la literatura electrónica no es sólo
hipertexto ni pienso que este sea el factor que la define esencialmente. Como
mucho, esos enlaces (el hipertexto) serían un elemento más, de entre muchos, de
los que puede utilizar la literatura digital. Enlaces hipertextuales sin
intención narrativa no son literatura. Encontrar un lenguaje propio que no
pueda darse en papel es lo que cambia el paradigma. Por ejemplo, el control del
tiempo”.
El exdirector de
la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, afirmó _en referencia a El
Aleph y La Biblioteca de Babel_
que “una vez más la ficción literaria
preludia los espacios de lo electrónico”. Y la crítica Susana Pajares Toska
dijo que “el hipertexto se relaciona con la literatura de muchas formas,
empezando por la ruptura de la linealidad y las nueva formas de escritura que
intentan autores como Joyce o Cortázar mucho antes del hipertexto electrónico,
pero manteniéndose en los límites de la página impresa”.
¿Qué es lo que prefiguran esos autores y obras? Se
pregunta el mexicano Eugenio Tisselli, que caracteriza sus trabajos creativos
por su insistencia en pensar y practicar las formas de escritura que las
tecnologías digitales hacen posible. “La literatura hipertextual y la escritura
con medios digitales son cosas muy diferentes”, enfatiza. “Borges, Joyce,
OULIPO prefiguran la escritura digital, más que la hipertextual”. (OULIPO es
una reunión informal de escritores y matemáticos franceses creada por Raymond
Queneau y François Le Lionnais). No obstante, el autor mexicano acepta que
Borges y otros “allanaron el camino que nos llevó al hipertexto” pero pone en
duda que el hipertexto sea una nueva orientación de la literatura. “En primer lugar, la práctica de la
literatura hipertextual sigue siendo marginal, a pesar de que ha sido
plenamente aceptada por la academia”, argumenta. “Y en segundo lugar, si
pensamos en la intertextualidad, es decir, las citas y referencias cruzadas
como parte fundamental de un texto, cuya existencia data de siglos, quizás lo
hipertextual no es tan nuevo como parece. O más bien, sus raíces se hunden más
profundamente en el tiempo”.
Gimena del Río Grande,
investigadora argentina interesada en el campo de las humanidades digitales,
opina que muchos autores, como Borges, “ya piensan en términos hipertextuales
en su literatura, tal vez alimentados por las tecnologías que moldean la
sensibilidad del siglo XX, por el nacimiento del mundo globalizado”.
El español José Luis Orihuela, un estudioso de la
literatura hipertextual, sostiene que esos autores y obas no son precursores en
un sentido estricto sino en un sentido amplio. “Borges con El jardín de los senderos que se bifurcan
(1941), Joyce con Finnegans Wake
(1939), Cortázar con Rayuela (1963) o
Pavic con su Dictionary of the Khazars
(1989), pueden considerarse precursores en la creación de obras literarias que
procuran trascender las limitaciones del soporte libro para abrirse a un tipo
de relación con el lector que involucre una participación más allá de la
lectura. Pero, para ser precisos, solo cabe hablar de literatura hipertextual
para aludir a obras en soportes digitales. Un diccionario en papel no es hipertextual
por haber sido concebido para una lectura no lineal, pero la Wikipedia, en
cambio, sí es un gigantesco hipertexto”.
“En parte sí”, opina el español Benjamín Escalonilla, que construye su obra
en base a animación, color, imagen, aleatoriedad, interactividad. “Rayuela es una puerta
abierta que a mí en concreto me obsesionó en mi adolescencia por esa búsqueda
de caminos más allá de lo conocido, por esa capacidad de implicar al lector en
la lectura y en el descifrado de códigos. La metaliteratura también buscó algo
así. Perec en La vida instrucciones de uso jugaba a catalogar sin que se
necesitase una linealidad en la lectura, posiblemente incitando a evitarla. Esa
apuesta por nuevas formas de narrar sin duda empujó a la autoría literaria con
las herramientas digitales”.
La española
Tina Escaja, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, quien
califica su obra electrónica como multimodal, observa que “los vanguardistas ya
proponían alternativas a la linealidad. De hecho, el vanguardismo propone
hipertextos en potencia, por ejemplo, en los caligramas, textos que adquirirían
potencialmente movimiento en el medio electrónico. Por ejemplo, en el poema de
Adriano del Valle Signo celeste, el
verso-rueda ahora estático podría cumplir su función rotatoria gracias a la
tecnología electrónica. Se trata de opciones experimentales no-lineales de la
experiencia literaria que preceden a Borges”.
Hugo Burel, autor de un texto en Instagram que
considera el primero en su nativo Uruguay “y quizás en Hispanoamérica”, objeta
que “es muy tentador para los críticos encontrar esas
correspondencias que aparentemente anticipan lo que vendrá. Sin embargo, desde
mi punto de vista, tanto Borges como Joyce o Cortázar lo único que hicieron fue
forzar las posibilidades del texto, las cuales siempre estuvieron disponibles.
Su gesta fue llevar la literatura al límite del lenguaje, en especial Joyce. La
noción de hipertexto es una expresión tecnológica vinculada al desarrollo de
plataformas digitales de escritura y procesadores de texto que ambientan una
serie de conexiones de lo simultáneo, el concepto de linkear y otros mecanismos producto de los desarrollos de la computación.
Nada de eso estuvo en la mente de esos autores considerados de alguna manera
precursores de la hipertextualidad”.
“No demasiado” es la
respuesta del español Juan José Díez Ruiz a la pregunta sobre los supuestos
precursores de la literatura digital. “La hiperliteratura no tiene por qué ser
esencialmente no-lineal. Antes bien, en mi opinión, debe descansar sobre la
prosa narrativa habitual; es el lenguaje el que construye el mundo ficticio, y
lo esencial de una narración es que esté artísticamente diseñada con palabras
de forma tal que induzca en el lector una especie de sueño que representa la
vida; y los meandros, rupturas y digresiones de la no-linealidad lo más
probable es que rompan la burbuja que mi fantasía ha ido urdiendo durante la
asimilación de las palabras”.
El más contundente en su
rechazo a la consideración de los precursores en la literatura impresa es el
colombiano Juan Bernardo Gutiérrez, autor de novelas experimentales y experto
en sistemas de información. “No coincido con esta apreciación para nada”,
enfatiza, y explica que “es una interpretación
hecha desde el aparataje cognitivo de una sola disciplina, y trata de poner en
el lenguaje de un área del conocimiento un fenómeno más profundo de la
humanidad. La literatura electrónica se podría entender desde un punto de vista
mucho más amplio, que pasa por empezar a preguntar cuál fue la función
tradicional de ficción literaria en el desarrollo social. Los esfuerzos enfocados a responder a nuevas necesidades
de viejas formas están destinados al fracaso, de la misma forma en que los
esfuerzos para mejorar el habla no pudieron frenar ni reemplazar a la
escritura”. Agrega que “quienes
iniciaron la revolución actual en la informática no conocieron ni a Borges ni a
ninguno de los que tradicionalmente han sido llamados precursores por aquellos
que ejercen el oficio de los estudios literarios (en coincidencia con la
anterior afirmación de Flores). Convencernos de lo contrario es “wishful thinking”.
Y el chileno Ignacio
Nieto Larraín, quien aclara que su obra dimensiona el código de programación,
pone en cuestión la condición de precursores de Borges y otros: “A mí me da la impresión que no”,
afirma. “Los programadores son generalmente pésimos lectores. De hecho nunca he
escuchado de mis colegas artistas, que trabajan de o en la red, hablar de
Borges”.
LOS
POSMODERNISTAS: ¿PRECURSORES A POSTERIORI?
Algunos
teóricos del hipertexto que escriben en inglés (no los consultados para este
trabajo) consideran que Michel Foucault, Roland Barthes, Jacques Derrida,
Mijaíl Bajtín, Julia Kristeva y otros críticos encuadrados en lo que se dio en
llamar la corriente posmoderna presagiaron la literatura hipertextual antes de
la aparición de las técnicas digitales. Jay David Bolter afirmó que “Derrida no
podía saber que la escritura electrónica sería la nueva escritura a la que
aludía” y que “a veces parece misterioso lo bien que los teóricos posmodernos
parecían anticipar la escritura electrónica. Pero en la medida de lo que puedo
establecer, ninguno de los teóricos más conocidos tuvieron la computadora en
mente”, y por su parte George Landow sostuvo que “el hipertexto encarna muchas
de las ideas y actitudes propuestas por Barthes, Derrida, Foucault y otros”.
Una
ligera mayoría de autores y críticos de la literatura digital en español opina
que dicha apreciación es acertada, aunque una minoría considerable está en
desacuerdo y no falta quien desestima a los estructuralistas y posmodernos por
considerarlos desprestigiados. Más de uno señala que esos supuestos presagios
anteceden por mucho a los críticos citados y otros aluden a la importancia de
los estudios semiológicos.
“Sin
duda. Dieron el paso más difícil”, asiente Benjamín Escalonilla (España). Pero
aclara que si bien resulta tentador pensar que lo problemático de la literatura digital es el
proceso creativo en el entorno digital (cómo programar texto aleatorios, cómo
animar un sinónimo), “en realidad la dificultad reside en la idea”.
Su compatriota Francisco Chico Rico está de acuerdo “puesto que la teoría
literaria postformalista y postestructuralista (postmoderna), entre otras
cosas, convierte al lector en la categoría comunicativa literaria fundamental a
la hora de explicar la asignación de significado y de valor a las obras
literarias concretas”. A su juicio, “quizá quien de una manera más clara y
taxativa promueve esta concepción del lector sea Roland Barthes, para el que “el nacimiento del lector
se paga con la muerte del autor” (Roland Barthes, “La muerte del autor” (1969). Esta concepción de la supremacía del
lector frente al autor se materializa plenamente en la literatura digital de
carácter hipertextual, en cuyo ámbito comunicativo es el lector quien,
decidiendo qué enlaces activar en sus procesos de recepción, ‘construye’ o
‘crea’ el texto literario”.
La argentina Gimena del Río Grande encuentra puntos
en común entre Paul Otlet (autor belga, considerado entre los ‘padres’ de la
ciencia informativa), Vannebar Bush (inventor de ‘Memex’, precursora de la
computadora), pasando por (Ted) Nelson (creador de ‘Xanadú’, otra máquina
precursora de la computadora y quien acuñó el término ‘hipertexto’) y (Douglas
Carl) Engelbart (pionero de las computadoras e internet) hasta Derrida y
Barthes. Que las computadoras estén o no presentes es lo de menos. El
hipertexto no es restrictivo del mundo de las máquinas, lo sabemos. Y vuelvo a
Bush, que desarrolla su teoría antes de la aparición de la computadora como el
objeto que hoy conocemos. Bush piensa en términos de conocimiento, de
producción y recuperación. Y lo que Barthes entiende simplemente por “texto”
para Nelson es ‘docuverse’. También Otlet y Barthes están pensando de un modo
muy similar al lector, como un agente activo y productor que borra todo tipo de
fronteras para sí y para el libro. Calvino en Si una noche de invierno un viajero lo ilustra a la perfección”.
Aunque
Eugenio Tisselli (México) dice no estar en posición como para estar de acuerdo o
no con el planteamiento citado,
“tampoco podría asegurar que las y los teóricos de la escritura hayan sido
incapaces de prever las encarnaciones electrónicas de sus teorías. Más bien
pienso que tenían elementos suficientes como para anticiparlas. En todo caso,
me parece que la escritura electrónica, además de sus capacidades para dar
forma a las teorías posmodernas, también puede invocar otras ideas
pertenecientes a otras tradiciones, como la numerología, o la adivinación. Un
algoritmo textual, por ejemplo, crea una relación íntima entre números y
letras, cosa que, para los cabalistas (por poner otro ejemplo) constituía algo
fundamental. Así pues, creo que la escritura electrónica condensa toda una
serie de tradiciones, de las cuales el posmodernismo es solamente un elemento
más. Tiendo a restar centralidad a las ideas posmodernas cuando pienso en la
escritura electrónica porque me parece que son justamente las formas que estas
ideas prefiguraron (principalmente el hipertexto) las que menos se han llevado
a la práctica dentro de la literatura”.
“Las propuestas y teorías se hilvanan”, sostiene
Doménico Chiappe (Perú). “La definición de “texto” de Barthes, por ejemplo,
encaja perfectamente con lo multimedia, donde no hay necesariamente texto. El
mismo Landow quedó desfasado cuando apareció la banda ancha. Hoy las teorías
quedan obsoletas tan rápido como los dispositivos. Pero dejan un poso, un
sedimento, un conocimiento que dota de sentido y comprensión lo que nadie era
capaz de imaginar hace unos pocos años. Ninguno que no conociera un ordenador,
internet, un móvil podía tenerlos en la cabeza a la hora de filosofar”.
Norma Carricaburo (Argentina) coincide en un
sentido muy amplio con la presencia de los precursores antedichos (y muchos
otros) puesto que “nadie crea nada de la nada”. Explica que “mientras las
computadoras iban cambiando de generación en generación, los críticos
literarios iban imaginando una nueva textualidad. Lo que no llegaron a suponer
es que esto dependería de una intervención matemática, a través del sistema
binario”.
“Presagiar algo es una de las más misteriosas
posibilidades de la mente”, sostiene el uruguayo Hugo Burel, en sintonía con la
investigadora argentina. “Los
visionarios existieron en todas las épocas y en todos los terrenos de la
invención. Se puede afirmar que la II Guerra Mundial la ganó un matemático,
Alan Turing, que inventó el sistema para descifrar los códigos secretos
alemanes, con lo cual también fue el precursor de los desarrollos ulteriores de
la inteligencia artificial y de las máquinas que piensan. Que Foucault, Barthes o Derrida hayan
presagiado el hipertexto es un hallazgo menor”. Y acota sorpresivamente que “es
mayor el logro, dentro de la literatura, de Adolfo Bioy Casares, que en su
novela La invención de Morel de alguna
manera ‘inventa’ el holograma”.
A entender de Eugenia Prado Bassi, “todos ellos
tenían la idea de una escritura rizomática, de escenas múltiples donde el
lenguaje es solo un dato más compuesto de gestos de mímica, pantomima, danza y
de otras varias inscripciones, lo textual, tiene que ver como diría, Jacques
Derrida, con las prácticas de inscripción de signos, en (Antonin) Artaud, por
ejemplo, la escena de la escritura o de la letra”.
La argentina Belén Gache recuerda que el uso de las
computadoras se generalizó recién a mediados de los años 90 y que la World Wide Web no se hizo pública hasta
1994. “Sin embargo”, afirma, “muchos de los cambios conceptuales que traerían
aparejados estas tecnologías ya estaban presentes en muchos filósofos, teóricos
literarios y escritores. Si bien considero que estas búsquedas han estado allí
desde siempre en el campo de la literatura, es cierto que en el siglo XX
asistimos a un cambio epistemológico que hace centro en la problemática del
lenguaje. Asistimos, especialmente desde la mitad del siglo pasado a la
aparición del denominado ‘giro lingüístico’, la semiótica, la filosofía de la
deconstrucción, el postestructuralismo. Estas aproximaciones cuestionan
conceptos que habían sido claves para el pensamiento moderno como el
logocentrismo, la predominancia del pensamiento racional, el reinado de las
tramas lineales y el culto del libro impreso”. Y agrega: “Es especialmente interesante para mí la noción de
ideograma que aborda Derrida. Para Occidente, el pensamiento de una escritura
de modelo visual fue tradicionalmente extraño y la escritura se constituía como
una mera ‘representación del logos’ ligada a una concepción metafísica para la
cual la función del significante es únicamente la de representar el
significado. Según esta lógica, el aspecto material del signo podría excluirse
sin perjuicio del sistema. Derrida subrayaba la importancia del
concepto de ideograma en el trabajo de desmonte del logocentrismo en Occidente.
Según él, la concepción misma del mundo varía sensiblemente según se emplee,
por ejemplo, una escritura ideogramática o una escritura fónica. Y es que, tal
como sostiene este filósofo, uno no puede manipular la forma del libro sin
perturbar todo lo demás en el pensamiento occidental”.
Para el argentino Francisco Petrecca, “no es tanto
el hipertexto, sino el texto digital (hipertexto incluido) con su apertura a
semióticas no textuales lo que conformará la nueva literatura”.
“No, para nada” es la
respuesta categórica de Juan Bernardo Gutiérrez (Colombia) acerca de si los
posmodernistas anticiparon de alguna manera el hipertexto.
Félix
Remírez (España), por su parte, discrepa que los teóricos citados hayan
propuesto caminos concretos sobre los cuales desarrollar. “Ninguno pudo prever los ordenadores
actuales, la red, la nube o los sistemas operativos”, argumenta. “Podemos
siempre buscar puntos de unión entre todo pero pueden ser forzados. Queremos
buscar puntos de unión entre las reflexiones de esos autores y la literatura
digital pero son más fruto de la hiperteorización que de una realidad concreta.
Son, a mi entender, desarrollos teóricos de posibilidades eventuales que no se
concretan, que quedan en el mundo de las ideas abstractas. No basta con
teorizar. Hay que concretar las ideas en el mundo real y pasar de los
experimentos a obras que realmente atraigan al lector. Algo que el cine sí supo
hacer pero que la literatura electrónica no está consiguiendo. Hay que lograr
un ‘género de literatura digital’. En este sentido, estaría de acuerdo con el
punto de vista de Bajtin respecto a que toda lectura necesita una respuesta
activa y que, para lograrla, el escritor y el lector deben compartir una
constelación de enunciados y puntos comunes, una constelación que crea y
estructura el significado del enunciado, un marco de referencia común, es decir
un género. Pero en literatura general, aún no existe”.
A juzgar por su
compatriota José Luis Orihuela, solo Bush y Nelson tuvieron la computadora en
mente. “La eclosión de los ordenadores personales y de la red internet es el tipo
de innovaciones que Nassim Taleb llama ‘cisne negro’: sucesos altamente
improbables, que tienen repercusiones extraordinarias y sobre los que se
formula a posteriori una narrativa de
explicación que los muestra como inevitables o previsibles”, afirma Orihuela”.
En este sentido, aunque se reconozca el carácter innovador de la obra de ‘los
precursores’, es preferible evitar atribuirles una visión acerca del futuro impacto
de la tecnología sobre la narrativa, que realmente no pudieron tener”.
Leonardo Flores (Puerto Rico), opina que Landow y Bolter formularon sus primeros
escritos durante el apogeo de las teorías posestructuralistas y era de rigor
responder a las mismas: “sus escritos en que proclamaron que la literatura
digital cumplía con lo previsto por estas teorías han sido muy criticados y ya
no tienen mucha influencia”. Sin embargo reconoce que “dicho esto, pienso que lograron provocar un diálogo
y reflexión muy importante para la formación del campo de la literatura
electrónica, por lo cual merecen gran respeto y agradecimiento”.
Tina Escaja (España) sostiene que “la base hipertextual
está ya en el germen experimental. El hipertexto puede también referirse a
glosas o apuntes al margen que enriquecen e interrumpen, complicándola y
enriqueciéndola, la lectura. La conexión más directa entre experimentación y
tecnología suele asociarse al principio del siglo XX, con las técnicas
vanguardistas. Los críticos apuntados han sistematizado unas ideas y propuestas
que ya existían”.
Juan José Díez Ruiz, también español, es
contundente: “No suelo prestar mucha atención a los muy desprestigiados
estructuralistas y posmodernos (Recordemos
las Imposturas intelectuales de
(Alan) Sokal y (Jean) Bricmont) (Físicos que criticaron usos supuestamente
incorrectos de términos y principios científicos por parte de los
posmodernistas). Utilizan un jerga endogámica e incontrolablemente abstracta
que olvida que más allá del texto o hipertexto está la vida y que el texto no
es para dar placer sino que señala siempre a los personajes, a su mundo y a sus
experiencias dramáticas”.
OPTIMISMO DIGITAL: UNA CARTA A SANTA CLAUS
Uno
de los principales teóricos del hipertexto en inglés, George Landow, afirmó que “los teóricos posestructuralistas se
diferencian de los teóricos del hipertexto en el tono: mientras que la mayoría
de los escritores sobre teoría, con la destacada excepción de Derrida, son un
modelo de solemnidad, desilusión extrema y valientes sacrificios de posiciones
humanistas, los escritores del hipertexto resultan más bien abiertamente
festivos. Mientras que términos como muerte, desaparición, pérdida y otras
expresiones de agotamiento salpican la teoría crítica, un glosario de libertad,
energía y poderío caracteriza los escritos sobre hipertextualidad. La mayoría
de los posestructualistas escribe al crepúsculo de un anhelado día por venir;
la mayoría de los escritores en hipertexto escribe muchas de las mismas cosas,
pero al alba”.
Una
mayoría de los autores y críticos de la literatura digital en español consultados
para este trabajo no está de acuerdo con esa apreciación por considerar que las
complicaciones técnicas, la dificultad de difusión, la inestabilidad
tecnológica, la rutina, han enfriado un posible entusiasmo inicial entre los
creadores de la nueva literatura, mientras una minoría considera válida la
afirmación y acepta y comparte el optimismo como una ventaja abierta al futuro.
La proporción fue de 8-4.
“Creo que ese optimismo, que es casi una carta a
Santa Claus, se da entre los 'teóricos del hipertexto, (sobre los
hiperteóricos) no entre los escritores hipertextuales”, opina Félix Remírez
(España). “Con modestia me considero uno de ellos y, tanto los colegas que
conozco como yo mismo, sabemos lo difícil que es programar un hipertexto, los
sinsabores que da el continuo cambio de estándares, la poca visibilidad del
hipertexto, el casi nulo impacto comercial o la dificultad de acceder a un
significativo número de lectores. Hay un abismo entre las promesas de los
teóricos y las realidades de los prácticos, entre la hiperteorización y la
escasa elaboración práctica. El mundo académico está lleno de ‘se podrá’,
‘permitirá’ y ‘se abren posibilidades desconocidas’, pero la práctica no apoya
esas optimistas previsiones”.
Doménico Chiappe (Perú) rechaza esa dicotomía por
considerarla “una generalización que, como toda generalización, apenas dibuja
una superficie”.
Eugenio
Tisselli (México) remite al “tecno-optimismo” de los primeros días del
hipertexto ya que “se veía con
entusiasmo el horizonte de posibilidades que la tecnología electrónica parecía
abrir”. Sin embargo, agrega, “vivimos hoy en un mundo muy distinto al que
Landow veía cuando hizo esta proposición, y el tecno-optimismo ha dado lugar a
una visión mucho más grave y crítica (y quizás pesimista) sobre la tecnología.
Los estados de ánimo cambian con las épocas, las cuales se suceden unas a otras
cada vez más rápidamente”.
“Si bien Landow
relaciona sus teorías sobre el hipertexto con la filosofía postestructuralista,
no debemos olvidar que, aunque compartan muchas veces enfoques, una cosa es la
teoría literaria y otra la filosofía”, sostiene Belén Gache (Argentina). “Yo no
definiría a los filósofos postestructuralistas ni como ‘solemnes’ ni como
‘modelos de una desilusión extrema’. La desaparición y la pérdida no aparecen
en ellos en un sentido nostálgico o melancólico. Lo que plantea el pensamiento
antilogocéntrico y antimetafísico es la desaparición de la ilusión de un
centro, una esencia, una trascendencia de los significados y también de los
pares de oposición propios del pensamiento moderno (presencia/ausencia,
habla/escritura, etc.) que quedan expuestos y subvertidos desde el
postestructuralismo”.
Para Benjamín Escalonilla (España), “en literatura tradicional leo autores tan festivos como
en hipermedia. No todos los autores son posestructuralistas”.
“No
sé a qué se refiere cuando dicen del alba”, responde Ignacio Nieto Larraín
(Chile). “En términos de escritura hipertextual, no he realizado un catastro de
trabajos, pero hay muchos que son bastante poco optimistas y más bien son
críticos”.
“Descreo sistemáticamente de los manidos postulados
apocalípticos”, enfatiza Tina Escaja (España). “Las personas seguirán tan
intrigadas y fascinadas por un buen texto en papel, como por un buen texto
multimodal. No hay muerte de la escritura ni del autor; hay propuestas nuevas
para nuevas sensibilidades, que se presentan como alternativas a propuestas más
tradicionales. El albor acaso es que Internet descentraliza las constricciones
de un canon muchas veces artificial, tradicionalmente masculino y unívoco,
basado en el papel y en toda una industria que ha mantenido su control canónico
desde el inicio. A pesar de que Internet tiene desventajas, por lo menos
resulta en la exploración múltiple de voces que de otro modo estarían excluidas
del canon tradicional por razones ajenas a la calidad de sus obras. Al mismo
tiempo, el concepto mismo de ‘calidad’ empieza a descentralizarse y a adquirir
nuevas posibilidades para un público más amplio e inclusivo”.
José Luis Orihuela (España) explica que en su
experiencia como docente ha descubierto que para las sucesivas generaciones de
nativos digitales “la noción de ‘hipertexto’ se ha diluido como concepto, al
mismo tiempo que la práctica de activar y programar enlaces se ha convertido en
rutinaria. Ocurre que allí donde los teóricos vemos ‘hipertexto’ o
‘tecnología’, los nuevos usuarios solo experimentan la escritura y la
conectividad. Cuando la adopción social de innovaciones se generaliza, la
tecnología que las hace posibles se vuelve invisible y, en ese momento, los
teóricos deberíamos cambiar de discurso”.
Entre
quienes tienden a coincidir con esa diferenciación entre el pesimismo
posestructuralista y el optimismo hipertextual se encuentra Norma Carricaburo (Argentina), quien al ser
preguntada sobre esa afirmación de Landow responde: “Sí. Creo que la situación
de los teóricos posestructuralistas estaba en coincidencia con la posición de
los autores que sentían agotadas las producciones literarias. En cambio, los
teóricos y escritores de la hipertextualidad la visualizan como un horizonte de
posibilidades”.
“Sin estar completamente de acuerdo con Landow
_afirma Gimena del Río Grande (Argentina)_ creo que el tono ‘festivo’ al que se
refiere está más relacionado con la posibilidad de apelar al trabajo o estudio
de objetos y sujetos menos relacionados con el ámbito de la academia tradicional.
Los posestructuralistas están aún anclados en la revisión de conceptos como el
autor, la literatura; los estudiosos y los escritores del hipertexto se mueven
en un campo que nace fuera de la academia, por un lado, que es el de lo
digital, donde se revolucionan conceptos como la autoría, la linealidad, las
diferentes textualidad, la narratividad. Eso no quiere decir que haya un acorde
homogéneo, si uno lee a (Ben) Jenkins, se da cuenta de que sus críticas distan
de ser optimistas, en muchos casos. No obstante, hace tiempo no se asistía una
reformulación de ciertas categorías de análisis en la literatura, de ahí, tal
vez, el tono empoderado”.
“Sí, es una idea absolutamente plausible”, responde
Francisco Chico Rico (España) ante la misma pregunta. “Supongo que esta diferente manifestación anímica responde
a los fundamentos filosóficos o metateóricos que subyacen a la teoría crítica
postestructuralista, por un lado, y a la teoría hipertextual, por otro. No hay que olvidar que la
teoría crítica postestructuralista constituye una manifestación más del
escepticismo filosófico a lo largo de la historia. Por su parte, la teoría
hipertextual se desarrolla al socaire de los avances tecnológicos de las
últimas décadas, caracterizados por la confianza en la ciencia y el entusiasmo
por las posibilidades que ella ofrece de cambiar el mundo”.
Para Leonardo Flores (Puerto Rico), “la escritura en los medios impresos muestra el cansancio
y la decadencia que viene del agotamiento de las posibilidades de las
tecnologías de impresión. La literatura digital tiene su futuro lleno de
potencial y las mejoras obras están por venir”.
Sin
tomar partido, Eugenia Prado Bassi (Chile) opina que “los escritores posestructuralistas hicieron un aporte importante que
heredaron los hipertextuales. Creo que hay una línea delgada, fronteriza y que
el hipertexto arranca del postestructuralismo, están en contigüidad y
coexistencia”.
Hugo Burel (Uruguay) corta por lo sano al afirmar
que “no he leído a Landow y
no me preocupa esa diferenciación que plantea. Yo no sé si soy festivo o
deprimente cuando escribo, solo sé que necesito hacerlo tanto como respirar”.
En
coincidencia con Landow, otra investigadora en inglés, Iliana Snyder, afirmó
que “para Borges, la literatura está en un punto muerto, en un estancamiento,
debido a su compromiso con historias lineales, desenlaces y finales
concluyentes”.
Dos
de los consultados rechaza esa afirmación, mientras Carricaburo le encuentra
sentido. “A partir de la
década de 1970, autores como John Barth, advierten en Borges una literatura del
agotamiento’”, sostiene. “Los críticos de la hipertextualidad, como Jay David
Bolter, trasladan este concepto al formato libro. En este trabajo se presenta a
Borges, tan preocupado siempre por el libro y la lectura, como una bisagra
entre una literatura clausurada, agotada, y otra que aspira a una renovación
total, incluso a un nuevo medio (el electrónico vislumbrado o entrevisto),
entonces aún en desarrollo”.
“No creo que la literatura
esté en punto muerto, eso siempre se ha dicho”, argumenta Juan José Díez Ruiz
(España). “Cuando aparece un escritor
verdaderamente bueno con una historia verdaderamente buena se reverdece la
literatura. Eso quiere decir que hoy puede aparecer un Tolstoi o un Galdós. La
literatura laberíntica es admirada por teóricos o expertos, al lector común le
siguen gustando ‘La isla del tesoro’
o ‘Cumbres borrascosas’”.
“Discreparía de que la literatura está en punto
muerto por el hecho de que haya historias, desenlaces y finales concluyentes”,
comenta Remírez. “Existe mucha literatura sin enlaces concluyentes y con
desarrollos llenos de flash backs, flash
forwards y saltos temporales. Hay muchas historias con finales abiertos.
Además, no hay nada de malo en un desarrollo lineal y un final concluyente si
esto emociona al lector, si hace que se involucre en la historia de manera
íntima. Aceptando que el ser humano tiende a la búsqueda, no estoy de acuerdo
en que tiende a la búsqueda de ‘cualquier cosa’. Busca aquello que le emociona.
Y el escritor ha de procurar ofrecer historias que emocionen”.
‘LITERATURA DIGITAL’ ADQUIERE CARTA DE CIUDADANÍA
El término ‘literatura digital’ es el favorito de
los autores y críticos del género que utiliza los nuevos recursos tecnológicos
para crear obras que involucran texto, imagen, movimiento, sonido, efectos
especiales en las pantallas de las computadoras y los dispositivos móviles.
También se utiliza ‘literatura electrónica’, mientras ‘literatura hipertextual’
ha pasado a un segundo plano debido a que muchos sostienen que el hipertexto es
solo una posibilidad de la literatura digital. Incluso hay quien rechaza la
concepción misma de ‘literatura digital’ como una categoría diferente de la
literatura.
Félix Remírez (España), dice que “mejor que
literatura hipertextual, convendría hablar de literatura digital o electrónica.
A mi entender, la literatura electrónica no es solo hipertexto ni pienso que
este sea el factor que la define esencialmente. Como mucho, eso enlaces (el
hipertexto) serían un elemento más, de entre muchos, de los que puede utilizar
la literatura digital. Enlaces hipertextuales sin intención narrativa no son
literatura. Y tampoco el hipertexto es, en mi opinión, un elemento capital de la
literatura digital sino una posibilidad más”.
Con su colega coincide Eugenio Tisselli (México),
quien aclara que “la literatura
hipertextual y la escritura con medios digitales son cosas muy diferentes. La
primera es simplemente una posibilidad de la segunda”.
“Creo que la descripción más apropiada en este
momento es la que hace la Electronic
Literature Organization, afirma Juan Bernardo Gutiérrez (Colombia),
aludiendo a esa organización que utiliza el término ‘literatura electrónica’.
Los géneros, subgéneros, y todo intento de clasificación van a tener sesgos, y
siempre será posible encontrar contra-ejemplos”.
La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes también
utiliza ‘literatura electrónica’ en su clasificación . Su Portal de Literatura Electrónica Hispánica no solo preserva obras tradicionales digitalizadas,
sino también se propone albergar y difundir obras que solo tienen existencia en
el ciberespacio. Presenta “variedades
impensables en la galaxia Gutenberg: hipernovelas, novelas multimedia,
webnovelas, blognovelas, novelas colectivas, wikinovelas”
Sin embargo, Marcelo Guerrieri (Argentina) admite
‘escritura hipertextual’. “Creo que la confluencia de todos estos elementos técnicos
constituyen un nuevo modo de expresión, no una continuación de la literatura”,
opina. “’Escritura hipertextual’ me parece un buen nombre que engloba todas
estas posibilidades. Dentro de esta forma de expresión podríamos pensar
géneros, en función de qué elemento es el que prima. ‘Narrativa literaria
hipertextual’, por ejemplo, podría ser aquel género de ‘Escritura hipertextual’
en el que el trabajo sobre la narración literaria sea lo primordial; así
también podríamos pensar el género de ‘Poesía hipertextual’, etcétera”.
Según
Doménico Chiappe (Perú), la utilización de la tecnología electrónica exige otro
lenguaje debido a su cualidad multimedia; “más que ‘hipertextual’ o ‘digital’
prefiero llamarla ‘multimedia’, que es la narración en varios planos con varios
lenguajes”
Juan
José Díez Ruiz (España) opina que los términos ‘netliteratura’ o
‘hiperliteratura’ serían más precisos “pero no se han impuesto en el uso y es
inútil usarlos”. Su compatriota José Luis Orihuela considera que la narrativa
literaria y audiovisual se orientará por la integración transmedia, aunque no
exclusivamente.
Francisco Petrecca (Argentina) maneja lo que
califica de esbozo terminológico personal, que incluye, entre otros términos,
“texto digital: el texto binario decodificado y visible como texto impreso a
través de un dispositivo informático adecuado: libro electrónico, tableta, pc,
etc.; hipertextualidad: condición del texto digital de pasar a la lectura de
otro a través de enlaces (instrucciones
informáticas) determinados por el autor; ultratextualidad (no es usado con
regularidad) a) hipertextualidad b)
condición del texto digital para decodificar un archivo binario que contenga
imágenes no léxicas, imágenes en movimiento, sonidos”.
Otra argentina, Belén Gache, admite que las
aproximaciones al estudio de la literatura digital son múltiples y permiten
diferentes categorizaciones. “Por ejemplo,
desde los diferentes formatos (literatura hipertextual, hiperrelatos, narrativa
transmedia, literatura de códigos, obras generativas, poesía cinética, etc.
etc.), desde los dispositivos (e-books, blogs, realidad aumentada, redes
sociales, obras basadas en gps, etc., etc.) Las variaciones producidas por los
dispositivos en el campo literario son muchas y cambian constantemente. Cada
una de ellas permite una diferente manera de trabajar con el lenguaje”. Pero
conjetura que “a medida que los escritores se vayan apropiando de los recursos
que las tecnologías digitales ponen a su alcance, términos como ‘literatura
electrónica’ se volverán obsoletos”.
Finalmente
Hugo Burel (Uruguay) considera que no existe la literatura digital como una
categoría diferente o especial de la literatura. “Digital es para mí el procesador de texto que me permite
escribir esta respuesta, el programa Word, etc.”, sostiene. “En cuanto al
contenido de la escritura, nada cambia en mi cabeza, pero reconozco que las
posibilidades tecnológicas establecen facilidades que antes no existían.
Cambiar, cortar, pegar, corregir, promover varias versiones de un mismo texto
son operaciones que facilitan la escritura pero no la literatura”.
NI ASOMO DE CONSENSO PARA CLASIFICAR LA
VARIADA TERMINOLOGÍA
¿Cómo
es posible poner orden en la variada terminología que incluye metaficción, literatura
digital, literatura electrónica, literatura hipertextual, hiperrelatos,
narrativa transmedia, literatura asémica, netliteratura, hiperliteratura,
hipermedia, multimedia, weblogs,
poesía digital interactiva, poesía cinética, multihistoria digital,
hipernovelas, webnovelas, wikinovelas, obras generativas y otros? ¿Se puede hacer una distinción de
géneros?
Aunque varios autores y teóricos de la
literatura digital consideran que hay algunos intentos válidos por ordenar y
clasificar los términos que surgen sin cesar debido a las nuevas tecnologías,
son más los que consideran que todavía es prematuro porque el proceso es
reciente o está en ebullición o porque se necesitan más obras para aclarar el
panorama. No falta quien se siente abrumado por la terminología variada y hay
quien advierte sobre la incidencia de los intereses comerciales. En síntesis,
no hay ni asomo de consenso como para una clasificación universalmente válida.
Para Félix Remírez (España) “hay mucho de marketing en ello; y, añadiría, marketing efímero. No sabemos cuánto
aguantarán las plataformas que sostienen los blogs (los que ya tenemos una edad
hemos visto aparecer y desaparecer plataformas, sistemas operativos, hardware y software. Lo que parecía inamovible desaparece pronto. Basta que
una empresa decida quitar un servicio para tumbarlo todo. Si Google corta Blogger, será un caos digital. El “service will be discontinued in 3 months”
es una espada de Damocles constante. Es algo que yo sufro en persona. Las
plataformas donde alojo mis obras digitales desaparecen periódicamente
haciéndose preciso mudar y traducir todo, un gran trabajo”.
Tres
de los consultados dicen haberlo intentado. “Somos muchos los que lo hemos
intentado”, afirma Doménico Chiappe (Perú). “Por ejemplo, hace 15 años intenté
hacerlo yo mismo. Me temo que se impondrá el léxico norteamericano”. Por su
parte Juan José Díez Ruiz (España) afirma que se pueden hacer distinciones. “En
el Portal
de Literatura Electrónica Hispánica he intentado agruparlas. Pero obviamente muchas se solapan y dan a este
campo un aspecto abigarrado en el que está permitida cualquier cosa, hasta la
escritura colectiva. En muchos casos los autores buscan la novedad, el
experimento, el pionerismo, antes que contar eficazmente una historia”. Y Belén
Gache (Argentina) agrega que “yo misma, desde que empecé a producir literatura
digital en 1995 (recién aparecía la World
Wide Web, por ejemplo y, por supuesto, no existían los smart phones), vi aparecer y fui incorporando diferentes
tecnologías a lo largo de los años. Cada una de ellas permite una diferente
manera de trabajar con el lenguaje. Evidentemente, las aproximaciones al
estudio de la literatura digital son múltiples y permiten diferentes
categorizaciones. Por ejemplo, desde los diferentes formatos (literatura
hipertextual, hiperrelatos, narrativa transmedia, literatura de códigos, obras
generativas, poesía cinética, etc. ), desde los dispositivos (e-books, blogs, realidad aumentada,
redes sociales, obras basadas en gps, etc.) Las variaciones producidas por los
dispositivos en el campo literario son muchas y cambian constantemente”.
G
MULTILINEIDAD E INTERACTIVIDAD: LAS INNOVACIONES
PRINCIPALES
La
multilineidad y la interactividad son las principales innovaciones de la
literatura digital, según varios de los principales autores y críticos de esa
especialidad en español consultados para este trabajo, mientras otros supeditan
esa nueva forma de creación al panorama cambiante de las tecnologías que va
abriendo nuevas posibilidades a velocidad vertiginosa. También mencionan la
confluencia de todas las artes facilitada por el soporte técnico y un enriquecimiento
de la semiótica.
Norma Carricaburo (Argentina) considera que las dos
principales innovaciones de la literatura digital son la multilinealidad de la
escritura, “es decir, pasar de un texto a otro a través de enlaces no
obligatorios, que selecciona y ordena el lector”, y la interacción entre autor
y lectores, quienes “pueden introducir comentario e incluso invitados a
convertirse en coautores”.
En coincidencia con su compatriota, Gimena del Río
Grande sostiene que las innovaciones provienen del hecho de “intentar encontrar
un camino propio a la cultura librocéntrica que aún domina nuestra forma de
entender la cultura. No quiere decir que esto esté mal, ni que el libro esté
muerto; es tan solo buscar otras formas de expresión no lineales, no únicamente
basadas en el texto”.
Para
Francisco Chico Rico (España), “las principales innovaciones han de
identificarse con las características de la hipertextualidad propiamente dicha,
la multilinealidad, la multimedialidad, la interactividad y la virtualidad.
Todas ellas se revelan como los criterios diferenciadores de la textualidad del
texto electrónico que es construido y comunicado utilizando la tecnología
digital”.
Leonardo Flores (Puerto Rico) considera que las
novedades son dos: “romper con la linearidad
que el libro favorece y abrir un espacio al lector a que participe en la
navegación de la obra”.
“En la medida en que la ‘hipertextualidad’ o la ‘interactividad’ de la
narrativa dependen de la participación de los usuarios”, opina José Luis
Orihuela (España), “los dispositivos de acceso y la cultura de consumo de los
usuarios resultan claves para determinar la evolución histórica y las
tendencias futuras de las nuevas formas narrativas”.
Doménico
Chiappe (Perú) menciona ante todo “esa comunión de todas las artes para que
cada una en su lenguaje esté al servicio de un mismo relato que se asimila
desde una sola plataforma” y afirma que “las dos principales características de
ese subgénero literario son multimedia e interacción”. Y Eugenia Prado Bassi (Chile), la producción de
una semiótica, la ampliación de
discursos y la puesta en tensión entre las distintas prácticas culturales y de
significaciones”.
Benjamín
Escalonilla (España) menciona como innovaciones “la posibilidad semántica, la potestad de saber qué hace
tu lector y programar la obra para que reaccione en tiempo real (si el lector
se atasca en capítulos descriptivos podríamos eliminárselos en los párrafos
posteriores), la aleatoriedad”.
Félix Remírez
considera que las innovaciones más significativas son el control del tiempo,
las historias paralelas y la generación automática de textos. Y cree que en el
futuro, “la realidad inmersiva”, vivir la historia desde dentro, será la
tecnología disruptiva más importante.
El colombiano Juan
Bernardo Gutiérrez es uno de los consultados que hace hincapié en la
tecnología. Afirma que “la literatura hipertextual es un
subconjunto de un fenómeno más general: sistemas de información. Estos se usan
para hacer reservas de boletos aéreos, para comprar cosas en Amazon, o para leer
noticias en línea. Las principales innovaciones requeridas para lograr esto
caen en el área de las ciencias de la computación”.
También lo hace Juan José Díez
Ruiz (España), para quien la mayor innovación de la literatura digital es “sin duda el aprovechamiento
de internet para conectar un texto con el mundo”, aunque aclara que “lo difícil
es hacer eso sin que desaparezca el texto, la palabra, que es la esencia de la
literatura”.
“La literatura electrónica y sus
propuestas dependen intrínsecamente de la tecnología cuya evolución lleva un
ritmo tan frenético como espectacular”, tercia Tina Escaja (España). “Yo misma
me he ido adaptando a opciones, creando trabajo en animación de Flash (una plataforma que desaparecerá
en 2020, por ejemplo), códigos de barras, códigos QR, LED, y más recientemente,
robótica, con componentes de Realidad Aumentada. Son ejemplos de ese proceso de
reconstrucción literaria en la que el hipertexto se mantiene como (frágil)
base, y es frágil porque debe adaptarse a nuevas construcciones en continuo
proceso de transición”.
Belén Gache
(Argentina) observa que “como todos
podemos experimentar diariamente en nuestros ordenadores, la palabra digital
(al contrario que la impresa) puede moverse, cambiar al pasar el tiempo,
responder a nuestras acciones, estar hipervinculada a otras palabras. Puede
copiarse, reenviarse, archivarse, etc. Sinceramente, creo que, a medida que los
escritores se vayan apropiando de los recursos que las tecnologías digitales
ponen a su alcance, términos como ‘literatura electrónica’ se volverán
obsoletos”.
LO DIGITAL: ¿UN GIGANTE CON PIES DE BARRO?
El presente de la literatura digital es pobre ya que esta se encuentra estancada y
faltan autores u obras resonantes en medio de su desorden creativo, afirman
varios autores y críticos del género consultados para esta investigación, entre
quienes prevalece la desilusión de las expectativas no satisfechas. Y su visión
de futuro tampoco es optimista ya que en proporción de 4-1 consideran que la
mayoría de los cultores solo tienden a la novedad y al impacto, lo que la torna
caótica y efímera.
Sin
embargo, aunque alguna voz solitaria confía en un futuro más promisorio debido
a que se multiplican las obras y los estudios críticos, hay quien considera que
la literatura digital se encuentra en un inicio apasionante que puede progresar
si aparece una obra resonante o si se dan propuestas de contenido que puedan
generar consumo. También varios señalan que el futuro estará determinado por el
desarrollo tecnológico.
“La escritura electrónica es un des-orden, en
el mejor sentido de la palabra” afirma Eugenio Tisselli (México). “Yo diría que
la escritura electrónica celebra un presente que no es más que un parpadeo, y
se olvida por completo del futuro. Y celebro que así sea”.
Benjamín
Escalonilla (España) enfoca el problema en la falta de una obra señera. “Convendría plantearse si falta un hueco que rellenar
con literatura digital”, opina. “Un Julio Cortázar que crease una obra de
literatura digital con la calidad y la capacidad de absorbente de Rayuela podría volver a poner el texto
arriba, en todos los sentidos. Nos falta Rayuela
2.0. En mi humilde opinión no hay autores principales. Estamos en un
momento tan primigenio de la misma, que no hay corrientes ni autores que sirvan
de faro. No he leído obra hipertextual alguna que sea eficaz. Queda mucho
camino por recorrer. Yo lo veo como un apasionante inicio, en el que aún
estamos gateando”.
Doménico Chiappe
(Perú) dice que los autores de la literatura digital “no somos muchos, no se han sumado demasiados. El presente
es pobre, cada vez más mermado. Yo
he renunciado, sin aspavientos, a los circuitos académicos pues, así como hace
unos años noté un aumento de lectura e interés por lo literario en los estudios
de la literatura multimedia, hoy noto lo contrario: la fascinación por los bots, por ejemplo. En ese sentido, y en
gran parte porque no existe un mercado para la e-literature que lo ayude a avanzar, la literatura electrónica no
vivió la evolución que yo pensé que podría tener. Por el contrario, han
avanzado los webdocs o documentales
interactivos”.
“En cuanto al presente, creo que se ha estancado un
poco tanto la teoría como la práctica de la literatura electrónica”, afirma
Juan José Díez Ruiz (España). “Puede que sea
porque en un principio hubo muchas expectativas de que el libro de papel fuera
sustituido por el libro en pantalla. Y eso no ha ocurrido, los ebooks se venden, pero todavía se sigue
con el papel. Además, viejos y jóvenes, no quieren rupturas sino continuidad
del sueño ficticio”.
Félix Remírez (España) acota que “así como el cine pronto encontró un lenguaje
propio que lo diferenció del teatro, esto no ha ocurrido aún con la literatura
electrónica. La mayoría de obras son más experimentos de programación que
progresos narrativos”.
“La literatura digital está en pañales”, sentencia
Francisco Petrecca (Argentina).
Tina
Escaja (España) y Leonardo Flores (Puerto Rico) fueron los únicos entre los dieciocho
consultados que manifestaron claro optimismo con vistas a lo que vendrá. “El
futuro de la literatura en español se presenta muy favorable”, afirma Escaja. “Se están multiplicando los estudios y monografías
sobre la literatura electrónica tanto de España como de Latinoamérica hasta el
punto de que, en mi opinión, mantiene un nivel de interés y distribución
similar a la que recibe la literatura electrónica en inglés, lo cual es destacable
dado el dominio de ese idioma en los medios electrónicos y tecnológicos en
general”. Y Flores sostiene que “la
literatura digital tiene su futuro lleno de potencial y las mejoras obras están
por venir”.
“No soy muy optimista con respecto al futuro de la literatura
hipertextual”, opina Norma Carricaburo
(Argentina). “Lo que he leído me parece una literatura de entretenimiento
que, por su propia estructura fragmentaria, es dispersiva, suele carecer de un
tiempo de corrección y maduración, debido a la exigencia de los posteos, y la
profundidad y el esmero de esta literatura suelen ser reemplazados por la
novedad y la sorpresa al lector. En muchos casos también la pantalla no suele
ser el soporte privilegiado por los autores, sino una ventana para ser vistos por
las editoriales, que contabilizan el número de seguidores, y el fin último
parece ser alcanzado con el libro en formato papel”.
Precisamente la novedad dejará de serlo, tercia
Hugo Burel (Uruguay), quien afirma: “El
costado tecnológico y las posibilidades de la edición digital y los programas
que incluyen hipertextos determinan un menú ilimitado de posibilidades.
Sospecho que en algún momento eso
dejará de ser novedad, como hoy lo es el cine tridimensional. El sonido
comprimido y digital ha resultado inferior, según muchos expertos, al analógico
de los discos de pasta, que han regresado a las bateas. Detrás del estrépito y
la furia de nuestra época, hay espacios en los que es necesario preservarnos de
la novedad por la novedad misma. Lo único importante, en la escritura de
ficción, es encontrar una buena historia que contar y unos personajes
inolvidables que la sustenten. Me temo que lo demás es accesorio… Pero tampoco
me animo a hacer futurología al respecto”.
Chiappe anticipa que en el futuro, “algunos autores seguiremos
salpicando el panorama de obras (esporádicas debido al enorme esfuerzo de
producción: yo tardo una década en concebir y sacar adelante un proyecto, y los
encaro como retos personales para los que nada importa el exterior) que, con
mayor o menor fortuna, serán estudiadas por un puñado de académicos alrededor
del mundo”.
“La
escritura electrónica será hecha por todos, de forma caótica”, enfatiza
Tisselli. “Y será efímera, puesto que lo digital es un gigante con pies de
barro, parado en un mundo en pleno colapso”.
Para Juan Bernardo Gutiérrez (Colombia), “el futuro pasa por
propuestas de contenido que puedan generar consumo. Tuvimos Quijote
porque Cervantes vendió, que de no haber habido compradores jamás hubiéramos
oído del Emperador de Trapisonda. El problema es que generar un mercado
literario en el medio digital requiere destrezas y acceso a recursos que tienen
mucha competencia. No es que no se pueda, sino que nos va a tomar mucho más
tiempo. Como comparación, pasaron mil años entre los primeros usos prácticos de
la escritura, y la aparición del Gilgamesh.
Creo que nos va a tomar unas cuantas décadas más”.
“El futuro
pasa, seguro, por una gran obra ‘efectiva’ que enganche y tire de todos
nosotros (autores, lectores) y ya no se pueda parar”.
“De cara al futuro lejano, creo que la realidad inmersiva
ha de ser la tecnología disruptiva más importante”, afirma Remírez. “Vivir la
historia desde dentro. El concepto de holo-deck. No sabemos si habrá en
un futuro ordenadores como hoy los conocemos (yo preveo un ordenador cuántico
interactivo por voz, sin pantallas y sin teclados), si Internet permanecerá (y,
casi seguro, que el control sobre él irá creciendo), si Blogger, Facebook,
Twitter, Wordpress, Windows, IOS, HTML5 o cualquier otra cosa durarán otra
década”.
Gimena del Río Grande
(Argentina) asegura que “el desarrollo de la web 5.0, que será la web de los
datos enlazados, de lo semántico, la web de las emociones y del pensamiento,
será la que defina el futuro de la literatura hipertextual”.
Flores afirma que “plataformas
como Twine apuntan hacia el futuro de la literatura hipertextual ya
que es gratuita, fácil de aprender, tiene una comunidad creciente de creadores
e incorpora elementos de videojuegos”.
Y José Luis
Orihuela (España)
opina que “el futuro
de la narrativa literaria y audiovisual pasa necesariamente, aunque no
exclusivamente, por la integración transmedia”.
NO HAY GUITARRERO PARA TANTAS CUERDAS
En una apuesta al futuro, el escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes, afirmó: “Quisiera ir más allá de la escritura, y fundir todo en un nuevo género donde entrara el cine, el video, la fotografía, la infografía, los testimonios de voz, la creación, la invención, que de por sí no tienen límites; con esto, las oportunidades de la literatura y sus géneros verían multiplicadas cada vez más sus posibilidades con la tecnología digital”.
La
mayoría de los creadores y críticos de literatura digital en español
consultados para este trabajo consideran que las nuevas tecnologías y la
confluencia de imagen, sonido, movimiento y efectos especiales aportan
elementos útiles para una nueva concepción general de la literatura y que abren
el camino hacia el futuro, mientras que unos pocos creen que aporta poco y nada
y tres de ellos opinan que los avances tecnológicos trascienden la literatura
para apuntar a nuevas formas de arte.
Marcelo
Guerrieri (Argentina) es contundente al señalar la diferencia que ve entre la
literatura digital y la impresa. “La literatura digital, que utiliza el
lenguaje del hipertexto como medio de escritura, es un camino paralelo a la
literatura impresa (ésta última ya sea como libro impreso o digitalizado)”,
afirma. “Son dos actitudes tan diferentes ante la escritura y ante la lectura,
los códigos de escritura y las expectativas del lector cambian de manera tan
radical, que la diferencia no es de grado sino ontológica. No entiendo a la
literatura digital como un género nuevo dentro de la literatura sino como una
forma nueva de expresión”.
“El
concepto no es nuevo”, afirma Félix Remírez (España) sobre la confluencia de
medios. Basta retrotraernos al Gesamtkunstwerk de Wagner. O hablar de
mezclarlo todo, como en algunas experiencias transmedia. La pregunta que habría
que hacerse es si ese ‘arte’ sería literatura. Sin duda que mezclarlo todo abre
posibilidades, pero entiendo que serían ‘nuevas artes’, no literatura. Yo sigo creyendo que la
literatura es el arte de contar historias mediante la palabra y, además, que
es ‘fundamentalmente esto’, que el core es contar historias con palabras.
En las óperas de Wagner sigue siendo la música el corazón y sustento de las
obras, no la escenografía, los adelantos digitales en el control de la
iluminación o el vestuario. Sin música, sin lo nuclear, sin el core, no hay Gesamtkunstwerk. Igualmente, ocurre en la literatura. Si quitamos
la palabra, todo se desploma. Entiendo que esta palabra, esta narración puede
ser escrita o verbal, pero debe prevalecer la palabra sobre el resto de
componentes. Los elementos visuales pueden y deben ayudar, pero nunca sustituir
o prevalecer”.
Belén Gache (Argentina) considera, haciéndose eco
de su colega español, que Ramírez parece aludir más bien al concepto de Gesamtkunstwerk propio del romanticismo alemán. “Cada tecnología impone sus propios
parámetros”, afirma. “Con las tecnologías digitales se producen profundos
cambios. Yo creo que con la escritura
digital estamos frente a una tecnología totalmente nueva y no cabe ya remitir a
dispositivos pre-digitales con sus diferentes características. Hoy en día todo
es post-internet; todos son unos y ceros. En todo caso, yo sigo basando mi
escritura en el texto, ya sea alfabético, caligramático o ‘verbivocovisual’,
como decía Joyce”.
Guerrieri cree, al igual que sus dos colegas, que “la confluencia de todos estos elementos técnicos
constituyen un nuevo modo de expresión, no una continuación de la literatura”.
Eugenio
Tisselli (México) afirma que “la mutimedialidad puede aportar mucho a la
escritura, o puede no aportar nada. El mero gesto de incluir imágenes, sonidos y demás elementos en un
escrito no necesariamente aporta algo en sí mismo. Pienso que cada elemento,
sea cual sea su naturaleza formal, debe contribuir a hacer más denso, rico y
complejo el sentido de lo escrito. Cada elemento debería ser imprescindible. De
otra forma, se corre el riesgo de llegar a una saturación vacía, de realizar un
ejercicio estéril a pesar de estar profusamente decorado”.
Juan José Díez Ruiz (España) lo cree con tanta
convicción que “esa fusión es precisamente la que he intentado en mi webnovela.
En ella puedes oír un aria, leer un discurso de Martí,
oír al presidente Cleveland, ver bailar a Carmencita la Coja, asistir a una
corrida de toros en la Habana... Pero todos esos recursos están en segundo
plano, son puertas que puedes abrir para salir al mundo pero no te obligan a
perder el hilo de la concentración en la historia”.
Eugenia Prado Bassi (Chile) cree que las nuevas
tecnologías y la confluencia de elementos, disciplinas, artes, (imagen, sonido,
movimiento y lectura creativa) “aportan nuevos insumos al arte, la literatura y
la música contemporáneos. Habría que redefinir los distintos géneros, pienso
que Peter Greenaway por ejemplo es un maestro, y un ejemplo del hipertexto
llevado por su significante visual, teatral, cultural en último término y que
su obra es un proceso siempre en gestación”.
“Como
posibilidades de experiencia, la propuesta multimodal o transmedia permite
opciones de disfrute y comunicación equivalentes a propuesta no multimodales”,
opina Tija Escaja (España). “El aporte resulta de las nuevas opciones de
experiencia estética, acaso importantes dada la dependencia actual a los
aparatos electrónicos que posibilitan nuevas afirmaciones literarias”.
En cambio Benjamín Escalonilla (España) cree que
“aportan lo que el el autor pueda
reclamar. Habrá obras en las que dicha confluencia pueda
enriquecer la narración, algo que el autor pretenderá y el lector decidirá si
en efecto ha sido así. En mi caso, considero que mi obra es eminentemente
narrativa y supedito todos los medios al servicio del texto. El texto manda, y
el resto son elementos de apoyo”.
Francisco Chico Rico
(España) y Gimena del Río Grande (Argentina) plantean una perspectiva amplia
que va todavía más allá de la literatura. “Si desde una perspectiva
aristotélica consideramos que la imagen, el sonido, el movimiento, la palabra,
etc., son medios de imitación o de construcción de realidad, lo que aportan las
nuevas tecnologías a la comunicación literaria son nuevos modos de imitación o
de construcción de realidad; esto es, nuevas formas de representación y,
atendiendo a sus características, nuevos géneros literarios. Eso sí, siempre
dentro del marco de los modos universales de expresión, que seguirían
correspondiendo, seguramente, a los modos épico, lírico, dramático y
ensayístico-argumentativo”, considera el primero. Y para su colega argentina,
“aportan una nueva forma de comprender el mundo, no solo la literatura, más
allá de la linealidad y el concepto de autor. Si bien esto está en muchos
escritores ‘analógicos’, a los que la tecnología del cinematógrafo les abre una
nueva perspectiva de la narración y la ficción, la digitalidad subraya y
permite ese collage de un modo exponencial no solo para el autor sino para el
lector/consumidor, que tiene un papel mucho más activo, casi cercano al de
creador. No soy muy afecta al término ‘prosumidor’, pero en ese espacio se
entendería ese aporte”.
Hugo Burel (Uruguay) considera que “las nuevas tecnologías aportan escenarios nuevos de
consumo cultural y nuevos soportes como los que yo he transitado en Instagram y
ahora en Podcast. Sin embargo, la escritura sigue siendo la misma y los
mecanismos de la invención no necesariamente deben estar sometidos o
condicionados a ese menú que entusiasma a Sergio Ramírez. Los autores no debemos deslumbrarnos con las
posibilidades de lo digital y la confluencia de varios medios en un mismo
proyecto. La escritura es siempre un asunto solitario que resuelve un conflicto
que tiene el autor con la realidad, que para él no sería completa y suficiente
sin su obra. Lo demás es discurso secundario y subsidiario”.
“La
tecnología avanza rápido y la imaginación también”, señala Norma Carricaburo
(Argentina). “Posiblemente los
deseos de Sergio Ramírez lleven a producciones que vuelvan difusos los límites
entre las artes”.
Doménico Chiappe (Perú) es uno de los consultados
para quienes el aporte multimediático a la literatura es nulo o imposible o
impracticable o reprensible. “Admiro a Sergio Ramírez (tuve la suerte de que
prologara mi libro Largo viaje inmóvil,
y coincido con él en su apreciación que define esa literatura multimedia”,
afirma. Pero agrega: “creo que a la literatura no le aporta nada. Sí a un
lenguaje que se define en ese espacio etéreo de lo digital. Dentro de ese
lenguaje, al contrario, es la literatura la que aporta”.
“Con o sin premio Cervantes, Ramírez se aventura
a hablar de algo que ni ha hecho, ni sabe cómo hacer”, recalca Juan Bernardo
Gutiérrez (Colombia). “El hecho de que el medio digital permita integrar todos
esos formatos crea problemas logísticos que requieren entrenamiento
sofisticado. No por pensar la cosa se ha hecho, o, de forma más tradicional,
del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Y
según Ignacio Nieto Larraín (Chile), se trata de “una visión desfasada e ingenua que avala un sistema capitalista basado
en la utilización de recursos para la industria tecnológica, esa visión
actualmente está cambiando en las nuevas generaciones, afortunadamente”.
José Luis Orihuela (España) opina que “el futuro de la narrativa
literaria y audiovisual pasa necesariamente, aunque no exclusivamente, por la integración
transmedia. Hasta tal punto que, si no la diseñan los autores, la acabarán
diseñando los usuarios. El actual entorno tecnológico de plataformas y
dispositivos hiperconectados permite y alienta el desarrollo de universos y
personajes que ‘viajen bien’ entre distintos medios, en el que cada uno aporte
valor y complemente la experiencia de los demás”.
“Estoy completamente de acuerdo con Sergio Ramírez”,
sostiene Leonardo Flores (Puerto Rico). “Las tecnologías digitales, al
representar todo en código binario, permiten que se incorporen las
multimodalidades como nunca antes. A esto vale la pena añadir tres
potencialidades: la interactividad, la computación y la interconectividad en
las redes digitales. Cuando sumamos todas estas capacidades, vemos que los
medios digitales tienen un potencial enorme para la creación literaria. Pienso
que la literatura digital apunta hacia el futuro de la literatura”.
Y
para Francisco Petrecca
(Argentina), “la creación literaria
con tan elevado número de variables, es casi un imposible. No hay guitarrero
para tantas cuerdas”.
UNA CONSTELACIÓN DE NOMBRES… SIN UN CANON
¿Quiénes
son los principales autores de literatura digital en español? Según algunos de
los más prominentes creadores y críticos del género, son Jaime Rodríguez
(Colombia), Belén Gache (Argentina), Doménico Chiappe (Perú), Juan Bernardo
Gutiérrez (Colombia), Dora García (España), Eugenio Tisselli (México), Edith
Checa (España), Benjamín Escalonilla (España), Félix Remírez (España), Antonio
Rodríguez de las Heras (España), Juan José Díez (España), Marcelo Guerrieri
(Argentina) y Leonardo Valencia (Ecuador). De los doce _una vez exceptuada
Checa_ que falleció en 2017, ocho de ellos colaboraron con esta investigación
respondiendo un cuestionario. Y a ellos se les sumaron otros diez autores y
teóricos.
Pese
a un corpus de autores que empieza a acopiar la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, varios de los consultados opinaron que debido al
estado incipiente del género y a la escasez de creadores todavía no hay autores
ni obras principales ni tampoco un canon en español, como quizás lo haya en
inglés, y en algunos casos dieron más importancia a los teóricos que a los
autores.
Francisco
Chico Ruiz (España) cita a un solo autor de literatura en español y aclara que
no lo hace porque no haya más sino porque es el único que dice haber estudiado
a fondo. Se trata de Jaime Alejandro Ruiz, de quien destaca dos obras que
considera fundamentales: Gabriella Infinita (2002) y Golpe de gracia (2006).
Otro
español, José Luis Orihuela, también resalta dos obras que considera clásicas
de la literatura hipertextual en español: Gabriella
infinita (Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz, 1998/2005), Condiciones extremas (Juan B. Gutiérrez, 1998), Heartbeat. Construcción de una ficción
(Dora García, 1999) y Don Juan en la
frontera del espíritu (Juan José Díez, 2006).
Félix Remírez (España), que se presenta con Biblumliteraria al que
califica de “blog más antiguo y activo de literatura en español", cita a Eugenio Tisselli, Belén Gache, Juan Gutiérrez,
Jaime Alejandro Rodríguez, Edith Checa, Doménico Chiappe y Benjamín
Escalonilla.
Tina Escaja (España), cuyo propio trabajo ha sido
considerado pionero, cita dos obras de mujeres: Belén Gache, con Góngora Wordtoys: y María Mencía, con Winnipeg: el barco de la esperanza:
Belén Gache (Argentina), quien empezó a producir
obras de literatura digital en 1995 “cuando todavía éramos muy pocos, no solo
en español sino a nivel internacional”, admite que desde entonces han aparecido
muchísimos más escritores digitales. Y además de citar a Eugenio Tisselli y
Santiago Ortiz, menciona “importantes
archivos de literatura digital como ELO
(Electronic Literature Organization),
Netescopio o, en su momento, el
importante archivo de Net art Turbulence.org”.
Eugenia Prado Bassi (Chile), quien ha llamado la
atención con sus obras Dices miedo y
la “novela instalación” Hembros: asedios
a los post humano, menciona a sus compatriotas Diamela Eltit, Nelly Richard, Raúl Zurita, Ximena Rivera y Jorge
Baradit.
Dos de los consultados destacaron a los teóricos del
género. Gimena del Río Grande (Argentina) dice que “como investigadora,
me interesa principalmente, más que los autores y las obras, quienes hablan
sobre ellos. Creo que los trabajos de Carlos Scolari o Laura Borrás representan
aportes esenciales al tema. Y José Luis Orihuela (España) opina que los dos
principales teóricos sobre la ficción interactiva en español son Jaime
Alejandro Rodríguez Ruiz y Susana Pajares Tosca, “en cuyos tribunales de
tesis tuve la ocasión de participar”.
Cinco de los dieciocho autores y críticos consultados
opinan que no hay autores ni obras principales porque consideran que todavía
son pocos o que la calidad de los trabajos es cuestionable o que el presente
está estancado tanto en la teoría como en la práctica, lo que podría atribuirse
a que el género es joven. “Estamos en un momento tan primigenio de la misma,
que no hay corrientes ni autores que sirvan de faro. No he leído obra
hipertextual alguna que sea eficaz”, afirma Benjamín Escalonilla (España).
“Queda mucho camino por recorrer. Yo lo veo como un apasionante inicio, en el
que aún estamos gateando”.
Para Ignacio Nieto
Larraín (Chile), “considerando la red y los
medios electrónicos digitales, no creo que haya un autor principal, en ese
ámbito, siento rigurosos en el sentido de obras que utilizan el HTML como
recurso literario”. Aunque menciona a quien considera un autor interesante,
Loss Pequeño Glazier, director del Electronic Poety Center (EPC), un recurso en
línea para poesía digital.
“No somos muchos, no se
han sumado demasiados”, afirma Doménico Chiappe (Perú). “Rodríguez de las Heras, Jaime A Rodríguez, Gache… El
presente es pobre, cada vez más mermado”.
Juan José Díez Ruiz (España), además de señalar el portal de Literatura Electrónica de Cervantes Virtual
y el blog Literatura Electrónica, considera que actualmente “se ha estancado un poco tanto la teoría como la práctica
de la literatura electrónica. Puede que sea porque en un principio hubo
muchas expectativas de que el libro de papel fuera sustituido por el libro en
pantalla. Y eso no ha ocurrido, los ebooks
se venden, pero todavía se sigue con el papel. Además, viejos y jóvenes, no
quieren rupturas sino continuidad del sueño ficticio”.
Norma
Carricaburo (Argentina) dice que lo que ha leído le parece una literatura de
entretenimiento, fragmentaria, dispersiva y por lo general superficial.
“No
creo que haya un canon de literatura digital en español (en inglés quizás sí),
y me parece bien que así sea”,
enfatiza Eugenio Tisselli (México). “Personalmente, creo que el destino de la
escritura electrónica no es el de reproducir los procesos históricos de la
literatura en papel, es decir, la individuación de autores principales o de
obras maestras. La escritura electrónica es un des-orden, en el mejor sentido
de la palabra. Por ello, me rehúso a identificar a autores u obras principales.
Y, por supuesto, me niego categóricamente a formar parte de esa
'principalidad'…
LA HIPERTROFIA DE LAS IMÁGENES ¿ATROFIA LA LECTURA?
La
literatura digital incorpora una multitud de elementos no textuales, sobre todo
visuales, que han hecho suponer a algunos teóricos del hipertexto que lo visual
está reemplazando a lo textual. En la encuesta a dieciocho autores e
investigadores del género, una mayoría de quienes respondieron por sí o por no
(10 a 7) considera que ese desplazamiento ocurre de un modo u otro y hay
quienes lo lamentan. La minoría opina que no existe tal cosa, si bien con menor
contundencia puesto que cuatro de ellos responden que no lo creen o no les
parece. Otros opinan que lo visual y lo textual se complementan o que ninguno
de esos dos factores puede reemplazar al otro.
¿Si
lo visual está desplazando a lo textual? Sí, responde Félix Remírez (España),
“Pero esto no es un hecho
particular de la literatura; afecta a todos los ámbitos de la vida”. Sin
embargo, agrega, “centrados en la literatura, pienso que el texto sigue siendo
el corazón y el motor de la misma”.
Leonardo
Flores (Puerto Rico) es contundente. “Sí”, afirma. “La lectura en
pantallas no solo invita a incorporación de imágenes y video en los textos,
sino que los mismos se convierten en espacios de escritura”. Pero a la vez
ejemplifica “el control hegemónico que la página impresa aún ejerce sobre los
medios digitales” en el hecho de que
“estoy escribiendo este texto en una página virtual (provista por Microsoft
Word)”. Claro que “llenar una pantalla con texto no captura la atención, ni es
un buen uso del potencial de los soportes digitales. Es equivalente a tener un
teléfono inteligente (o como prefiero llamarles: computadoras de bolsillo) y
utilizarlos solamente para hacer llamadas telefónicas”.
Dos de los consultados lamentan el
avance de lo visual en detrimento de lo textual. “Desafortunadamente sí, y esto
es un problema”, opina Juan Bernardo Gutiérrez (Colombia). “Lamentablemente sí”, coincide Hugo Burel (Uruguay).
¿Por qué? Explica que “la hipertrofia de las imágenes es la atrofia de la
lectura. Se lee más, gracias a la acumulación de los textos de pantalla en
todos los soportes imaginables, pero
la calidad de esa lectura es muy baja. Y la proliferación de lo visual
determina que al final no veamos nada por el recurso de verlo todo. En mi
opinión el refugio para todo eso sigue estando en la lectura, la evasión más
perfecta que se ha inventado y
que pone en contacto dos espacios de imaginación: la del autor y la del
lector”.
A Doménico Chiappe (Perú), lo que le preocupa es
que la profundidad sea reemplazada por la banalidad, que “lo que se llame
‘literatura electrónica’, ‘multimedia’ o ‘digital’ carezca de literatura. Que
la poética sea secuestrada por la pirotecnia. Que se narre lo que se pueda y no
lo que se desea. Que la exigencia del escritor se rebaje a la casualidad
algorítmica”. Coincide con sus colegas en afirmar que “desde la aparición de la
televisión lo visual reemplazó lo textual. O quizás antes. Sin embargo, la
literatura subsiste atrincherada frente a las imágenes vacías (que decía Italo
Calvino)”.
Según Benjamín Escalonilla (España), “nunca se ha leído
más que ahora. Si contamos las redes sociales, los minutos que un individuo
pasa leyendo texto son elevadísimas. Pero es cierto que en ocio, pensamiento y búsqueda de sentimientos
artísticos, el medio audiovisual ha ganado mucho terreno al mundo literario”.
Francisco Petrecca
(Argentina) e Ignacio Nieto Larraín (Chile) creen que efectivamente lo visual
está desplazando a lo textual. “Pareciera que sí, particularmente en el ámbito
informativo público y en general la comunicación masiva”, dice Petrecca. “Aunque lo textual se ha
reinventado en nuevas formas, blogs, correo electrónico, Whatsapp, Twitter,
teclados voz – texto, etcétera. La preferencia por el doblaje de las películas
puede deberse a la incapacidad de leer a la velocidad necesaria. Los emoticones
y los emojis sirven para expresar un contenido emocional que sea por
incapacidad de escritura, falta de tiempo o motivación real el autor no puede
expresar”. Por su parte Nieto Larraín cree en la primaría de lo visual “si
consideramos las aplicaciones que se utilizan hoy en día”. Pero aclara que “el lenguaje se está reduciendo, por lo menos en
términos escritos, pero me da la impresión que las personas escriben más. Basta
sentarse en el transporte público para verlo: tanta gente realizando búsquedas
en sus teléfonos móviles, texteando. Eso antes no sucedía”.
Aunque los ordenadores y
la red nacieron como entornos puramente textuales, argumenta José Luis Orihuela
(España), “la tendencia, desde las interfaces de usuarios amigables hasta la
web, se orienta hacia lo visual. Los memes que se viralizan en
las redes sociales y en la mensajería instantánea revelan una fusión de los dos
formatos. Al final, hemos convertido a los textos en imágenes (desde los
logotipos hasta las nubes de etiquetas, pasando por las capturas de pantalla
para saltar las limitaciones de caracteres de algunas plataformas)”.
Y Belén Gache (Argentina)
esgrime “la idea de una escritura de
corte visual y el ideograma de Derrida y la importancia que este tiene para un
cambio en la mentalidad logocéntrica”, pero agrega que “los ideogramas han sido
trabajados en extenso por las vanguardias (desde Ezra Pound al concretismo brasileño)
(Un movimiento que trataba de crear un nuevo medio de expresión por palabras
desarticuladas con poder de sugerencia según su grafismo y ordenación en la
página)”.
Entre
quienes alientan la opinión contraria, Gimena del Río Grande (Argentina)
sostiene que lo visual no está desplazando a lo textual sino “lo está
reformulando, está empujando a lo textual a ciertos espacios y acaparando otros
para sí. El triunfo más evidente de la imagen y del icono llegó de la mano de
los smartphones”.
Otros
cuatro creadores o investigadores coincidieron en responder “no lo creo” o “no
me parece”. Uno de ellos, Eugenio Tisselli (México) argumenta: “Lo visual es, valga la perogrullada, más
visible. Y más inmediato. Por lo tanto, lo visual crea un efecto de borradura
(o sustitución) de lo textual. Pero pienso que se lee mucho en las plataformas
electrónicas actuales. Quizás más de lo que se leía en papel. Que se lea mal
(es decir, sin cuidado ni comprensión) es otra cosa”´,
El segundo, Francisco Chico Rico (España),
respondió: “En mi opinión, lo textual es
irremplazable. Lo visual y lo textual constituyen medios de comunicación
diferentes y complementarios. Como medios de comunicación diferentes, cada uno
de ellos posee sus posibilidades y sus límites. Cuando lo visual acompaña a lo
textual (o al revés), esto es, cuando uno y otro aparecen complementándose, se
produce una interacción dinámica entre ambos medios de comunicación que redunda
en la potenciación significativa del mensaje global”.
Eugenia
Prado Bassi (Chile) manifiesta una opinión parecida: “creo que el texto y la imagen se complementan y
potencian mutuamente”.
Y Marcelo Guerrieri (Argentina) niega tal
desplazamiento por considerar que “son caminos paralelos. Esta pregunta puede ser análoga a lo que se pensaba
cuando surgió el cine: ¿venía a reemplazar al teatro? Claramente no. Son dos
medios de expresión que conviven. Es cierto que vivimos tiempos de primacía de
lo visual, pero esto no es más que una característica histórica, contingente.
Lo textual y lo visual requieren
técnicas de composición e interpelan la sensibilidad del lector de maneras
diferentes. Son caminos paralelos, no creo que uno no vaya a reemplazar al
otro”.
Tina Escaja afirma que “lo visual y lo
textual se complementan, no se excluyen. Nada está reemplazando a nada; lo que
predomina siempre es la experiencia por parte del navegante o lector/a. Como
mucho, yo creo que una relación acertada entre lo visual y lo textual enriquece
la experiencia literaria, pero claro, siempre hay niveles de logro y
complejidad”.
Para Norma Carricaburo (Argentina), “el hombre es un animal visual. La
imagen lo seduce y aprendió usarla con arte y a leerla con inteligencia y
emocionalmente. Sin embargo, se trata de dos semióticas distintas. Ni el texto
puede reemplazar a la imagen ni la imagen al texto”.
Juan
José Díez Ruiz (España), sin asentir ni negar, opina que “cuando lo visual
reemplaza a lo textual estamos ya en el cine mudo y eso ya está inventado.
Ahora muchas obras que se quieren hacer pasar por literatura electrónica son en realidad obras de net
art (un grupo de artistas que han trabajado en el medio de internet desde
1994) en las que se despliegan efectos especiales propios de los comics o la publicidad y a las que se le
ponen subtítulos”.
UTOPÍA
DIGITAL: EL LECTOR SIGUE SOJUZGADO POR EL AUTOR
La
crítica hipertextual suele afirmar la primacía del lector sobre el autor e
incluso no falta quien reduzca este a su mínima expresión. Uno de los elementos
más notables de la presencia activa del lector en la literatura digital es el
cursor, la marca movible que establece su presencia en el dispositivo en que
efectúa la lectura, a la vez señal de identidad y control de la navegación en
la obra. Sin embargo, una sólida mayoría de creadores y críticos de la
literatura digital en español reivindica la presencia del autor y considera
desmesurada la importancia que se le ha querido dar al lector como figura
central en el circuito de la lectura.
“Todo lo que ocurre en una obra literaria digital
está pensado o planificado, escrito por el autor”, aclara Benjamín Escalonilla
(España), uno de dieciocho autores y críticos de la literatura digital en
español consultados sobre el género. “La intervención del lector puede crear lecturas que el autor no
controle pero él ha previsto esa falta de control allí donde lo ha creado.
Dicho esto, es maravilloso implicar al lector en la obra. Ya lo estaba:
la forma de leer de cada uno, de interpretar una metáfora o de imaginar un
personaje, por mucho que el autor tenga en mente algo concreto, son terreno del lector. Ahora podemos darle aún
más implicación. Bienvenida”.
“No hay tal cosa”,
coincide Juan Bernardo Gutiérrez (Colombia) al negar la supuesta primacía del
lector. “Esta es una interpretación de los albores del
hipertexto. No hay tal cosa”.
“No estoy de acuerdo” (con la primacía
del lector), tercia Leonardo Flores (Puerto Rico). “El autor otorga un espacio de acción
para el lector o para operaciones aleatorias. De esta forma, crea un rol para
que el lector interactúe con la obra, invitándole a que explore, active, descubra
y reconstruya la obra literalmente o en su mente. Esto no es nada distinto a lo
que Umberto Eco llamaba obras abiertas. El hecho que los soportes digitales
permiten recibir e incorporar información del lector invita a que los autores
los incorporen a su obra.
También rechaza aquella
interpretación el argentino Marcelo Guerrieri: “No estoy de acuerdo con esa
idea. En ambos formatos de escritura el autor construye el texto literario y el
lector reescribe el texto con su lectura. La diferencia principal es la
posibilidad de interacción y de participación en la trama que da el hipertexto,
pero estos elementos técnicos de los que dispone el escritor de literatura
digital pueden estar puestos o no al servicio de la participación del lector en
términos estructurales. Un texto literario
siempre dialoga con el lector, deja silencios, construye imágenes que el lector
completa, que el lector resignifica, en este sentido cada lectura es una
escritura y esto tiene que ver más con el manejo de la técnica de escritura que
con el medio de escritura, clásico o digital”.
Para la argentina Norma Carricaburo, “la literatura
hipertextual posiblemente deja un mayor margen de libertad al lector, pero la
primacía sigue estando en el autor. Es este el que crea todos los enlaces y todos
los laberintos de lectura por los cuales puede desplazarse el lector. En la
lectura se tiene la posibilidad de elegir, pero no de crear un derrotero no
previsto”.
Tina Escaja (España) opina que la hipertrofia del
papel del lector “responde a una especulación principalmente teórica”. Si bien
admite que a teóricos del hipertexto como George Landow no les falta razón al
abordar el concepto de creación mutua, de autoridad del lector o navegante en
la red, “pero como creadora de objetos literarios de base
electrónica también he cuestionado esta idea porque, al fin y al cabo, la
persona que crea es la que en definitiva controla el objeto/objetivo final del
artefacto creado”.
Para Doménico
Chiappe (Perú), “creer que todos los lectores pueden ser creadores es una
ingenuidad” ya que “la utopía digital hace tiempo que se desvaneció”.
El más contundente
en su rechazo a la afirmación sobre la primacía del lector es el uruguayo Hugo
Burel: “Para mí es una característica que detesto. Y que por suerte, para la mayoría
de los lectores también. El lector necesita ser sojuzgado por el autor,
manipulado, sometido al texto y sus posibilidades y conducido por el mismo
hasta acabar sin aliento y maravillado en el punto final. Todo lo que se diga
en contrario es falso. La suspensión de la incredulidad del lector es la
maravillosa consecuencia de la buena literatura y el máximo logro de un autor.
Alentar la primacía del lector es renunciar a un territorio que costó mucho
abonar y cultivar”.
¿Qué sucede si el autor le brinda la mayor libertad
al lector? “Es cierto que, en mis trabajos, pretendo que sea el lector el que
adquiera protagonismo, el que visualice la historia en su cerebro en base a
elementos narrativos, el que construya la trama como conjunción de diversos
elementos multimedia y sensoriales, reacciones que serán siempre distintas, por
definición, en cada ser humano”, afirma Félix Remírez (España). “Sin embargo,
esto puede llevar también al fracaso más absoluto de una historia. Si se deja
que el lector recorra un camino hipertextual cualquiera, este camino puede
narrar una historia de lo más aburrida. Dependiendo de la ruta la trama puede
ser distinta, interesante o no (el efecto Kuleshov) (así llamado un efecto de
edición cinematográfica de Lev Kuleshov según el cual el espectador deriva más
significado de la interacción de dos tomas secuenciales que una sola toma
aislada). Hace falta que los caminos “permitidos” generen una “compelling story”. Es decir, hay que
programar una aplicación que permita que el lector experimente, pero ‘solo’
entre rutas narrativas atractivas. Esto es el concepto de ‘hipertexto adaptativo’, fácil de entender, muy difícil de programar”.
Juan José Díez Ruiz (España) prefiere que el autor
pase inadvertido, en una actitud que va mucho antes que las nuevas
orientaciones de la literatura. “Yo, como Flaubert, prefiero que el autor no se
note demasiado, casi que desaparezca. Me mantendré en la burbuja mejor si no
oigo respirar o toser al que mueve los hilos del guiñol. Un lector hace un
pacto con el autor: te atenderé si me embaucas, no si me distraes con tus monerías.
Lo mismo ocurre si el narrador lo hace en primera persona y es omnipresente. No
me distraigas con piruetas: cuéntame el fondo de la historia”.
Una creadora y dos críticos consideran
que las nuevas técnicas exigen una reformulación de las mismas definiciones de
autor y lector, de escribir y leer. Belén Gache (Argentina) sostiene que “los
cambios producidos por los medios digitales son tan profundos que ya no podemos
hablar de escritura y lectura como lo hacíamos antes. Cambia la noción misma de
leer y escribir”. Por su parte
Gimena del Río Grande (Argentina) opina que el lector de la nueva literatura es
mucho más difícil de definir. “Piénsese en actividades de crowdsourcing o escritura colectiva en
bibliotecas o plataformas como Zooniverse”
(un portal que permite al público de internet participar en investigaciones
en ciencia y humanidades), se
pregunta. ¿Dónde está allí el límite entre el lector, el transcriptor, el
escritor, el corrector, el visitante pasajero?” Y José Luis Orihuela (España) opina que “la literatura hipertextual redefine las funciones del autor y del lector ya
que redistribuye el poder de cada uno, tanto en la construcción textual como en
la experiencia lectora”.
“Me gustaría ir
más allá de ‘primacías’”, comenta Eugenio Tisselli (México). “Prefiero la
escritura en la que ni el escritor ni el lector son el actor primario, sino que se
entretejen en una red de relaciones, junto con otros actores humanos y no humanos”.
Finalmente
Ignacio Nieto Larraín descarta a uno y otro por considerar que “la primacía la
dan las posibilidades del lenguaje que hay detrás: el HTML. Es una posibilidad
técnica no pensada a partir del lector
ni el autor, sino a interconexiones de múltiples textos, el hipertexto es una
interfaz”.
¿VERSIONES
DEFINITIVAS? SHERLOCK HOLMES TUVO QUE RESUCITAR
Sin
contradecir la afirmación de los teóricos del hipertexto de que en las obras de
la literatura digital no hay versiones definitivas y que siempre admiten una
reinterpretación, prácticamente todos los autores y críticos de ese género en
español consultados en esta encuesta coinciden en señalar que esa
característica _de existir, ya que no todos están seguros_ no es exclusiva de
esta nueva manera de hacer literatura sino que es también aplicable a las obras
tradicionales analógicas.
Francisco Chico Rico (España) resalta que la
antedicha afirmación “no solo es aplicable al hipertexto; también lo es a la
obra literaria analógica, puesto que, por muy próximas que sean dos lecturas de
la misma obra, estas nunca son idénticas, máxime teniendo en cuenta que la
distancia histórica o temporal siempre es un factor conducente a la
plurisignificación literaria”. Agrega que aunque en la práctica de la
comunicación hipertextual es aplicable “ya que cada lector puede seguir un
‘camino’ de lectura diferente y construir a partir de él una historia también
distinta de las construidas por otros lectores, desde un punto de vista
teórico, no hay que perder de vista que, por muchas que sean las posibilidades
de ‘construcción’, estas siempre están limitadas por las posibilidades de
combinatoria que ofrezca el hipertexto”.
Coincide con su colega el mexicano Eugenio
Tisselli, para quien “esta característica no es, ni exclusiva del hipertexto,
ni enteramente cierta (al menos en un nivel formal). No es exclusiva del
hipertexto porque podemos encontrar un enorme número de textos, algunos de
ellos muy antiguos, que han sido sometidos a múltiples interpretaciones y
reinterpretaciones, sin que haya una versión final y definitiva. Y no es
precisa, a nivel formal, porque un hipertexto es una red de textos
interconectados, y por ello es finito. Por ello, aunque el hipertexto permita
una infinidad de interpretaciones y reinterpretaciones (al igual que la
escritura no hipertextual), su capacidad combinatoria tiene un límite, por más
inalcanzable que parezca. La diversidad formal del hipertexto se agota tarde o
temprano, después de un número de lecturas suficientes. Se agota cuando ya se
han recorrido todos sus caminos posibles”.
“Matemáticamente,
el hipertexto es finito”, coincide Félix Remírez (España). “Puede haber
billones de posibilidades (si la red de enlaces es muy grande o la combinatoria
del generador de textos es muy grande) pero siempre finito. Más importante es
que de esa miríada de posibilidades, de todas esas reinterpretaciones, sólo
unas cuantas son realmente compelling
stories. Y son esas las que hay que permitir y buscar. Porque, de no
hacerlo, el efecto es negativo, hace que se vea la literatura digital como
carente de valor”.
“Lo mismo vale para los textos escritos en formato
clásico”, afirma Marcelo Gurrieri (Argentina) sobre la ausencia de versiones
definitivas.
Y casi con las mismas palabras, su compatriota
Norma Carricaburo afirma que “lo mismo pasa con las obras manuscritas o
mecanografiadas o impresas. La crítica genética pone de manifiesto que las
versiones definitivas son relativas. Hay autores que siguen corrigiendo las
sucesivas ediciones. La obra definitiva es el último borrador de un autor. Por
otra parte, con respecto a las reinterpretaciones, el lector siempre
reinterpreta las obras desde su tiempo y espacio. Pensemos en Pierre Menard”.
Hugo Burel (Uruguay) acota que Borges afirmó que
los escritores publicaban para no pasarse la vida corrigiendo borradores. Y
agrega: “A su vez es fama que Cézanne
solía ir a las casas de quienes habían adquirido sus cuadros para seguir
pintándolos. Pero eso no tiene que ver con que el hipertexto aliente la
abolición del punto final. Cualquier obra puede ser ‘abierta’,
como lo planteaba Eco, pero la soberanía para determinar su final la tiene el
autor. Ni que hablar que el lector también, cuando cierra y abandona un libro que
no le satisface”.
Juan José Díez Ruiz (España) no cree en la ausencia
de versiones definitivas. “No creo que si
eso existiera tuviera mucho sentido”, afirma. “Un artista escribe su obra en la
creencia de que no puede hacerla mejor; si no, siempre estaría publicando
borradores. Las nuevas ideas o
reinterpretaciones dependen de la profundidad con la que el texto haya calado
en la condición humana, no de si tiene forma hipertextual o no”.
Benjamín Escalonilla (España) considera igualmente
que “la
literatura digital que utiliza el hipertexto puede tener tan acotadas las
alternativas del usuario como un texto en papel. Tan solo son más. Aunque el
autor puede decidir dar libertad al texto y aprovecharse de la aleatoriedad o
de la entrada de textos por parte de otros autores o de los propios lectores”.
Belén Gache (Argentina) cree que “no puede hablarse
de una ‘última palabra’ ni en los textos impresos ni en los digitales’ y que
tanto en uno como en otro caso no existe una lectura canónica. “Considero que el significado de un texto está siempre
dado por nuestra capacidad de interpretar sus signos. Una vez que una obra ha
sido escrita, el texto adquiere su propia existencia, ‘sin la firma del padre’,
diría Derrida. En el acto de leer no se trata de descubrir un significado
escondido detrás de las palabras sino de ver la manera en que el texto se
disemina y cómo su significado difiere de un texto al otro”.
La
recreación es característica de todo texto, digital o analógico, según
Francisco Petrecca (Argentina).
“Sin contar la literatura ‘seria’( Cuentos
antiguos vueltos a contar, Veinte
años después, La vuelta de Martín
Fierro, El Quijote de Avellaneda,
etcétera), Sherlock Holmes tuvo que volver a vivir. Hasta la historieta Superman contiene episodios que se explicitan
como ‘ficticios’ toman la forma ‘¿qué pasaría si Superman se casa?, ¿si muere?
¿si se hace malo?’ etcétera”.
“Tampoco la hay en los textos que reeditamos o
re-publicamos”, coincide Doménico Chiappe (Perú).
Tina Escaja (España) opina que “el autor o creadora en última instancia determina una
forma definitiva, aunque resulte bifurcada. Se trata de un juego de espejos, en
el que el navegante tiene la impresión del control con opciones múltiples, que
sin duda las hay, pero esto sucede también en los trabajos tradicionales en
papel donde se presentan múltiples interpretaciones. Una vez más, depende del
logro último del artefacto, trátese de la tecnología del libro o del
hipertexto”.
Leonardo
Flores (Puerto Rico), considera que la versión
definitiva “es una ilusión nacida de la conveniencia y los límites de los
medios impresos”. Y agrega: “Si leemos los estudios bibliográficos de G. Thomas
Tanselle, Jerome McGann, Peter Schillingsburg, John Bryant y otros entendemos
no hay tal cosa como una edición definitiva. Solo hay ediciones, versiones,
manuscritos y apuntes, y argumentos para su reconstrucción y el uso de alguna
versión u otra”.
Dos de los encuestados remiten a la concepción de
“obra abierta”. Ignacio Nieto Larraín (Chile) recuerda Obra abierta de Umberto Eco y cree que hay trabajos que reflejan
esa condición, pero que “la variación del hipertexto ha sido mínima desde su creación y esta no
ha sufrido grandes cambios. Lo que ha cambiado más es la cantidad de
computadores conectados entre sí, y las capacidades de las máquinas, pero estos
cambios no han sido muy sustanciales tampoco ha pasado tan poco tiempo aún”. El otro, José Luis Orihuela
(España), admite cierta diferencia entre obras analógicas y digitales. “En los entornos no lineales, por definición, la cuestión de final y clausura
resulta problemática”, afirma. “Si la obra siempre está abierta y si cualquier
final es posible, entonces es muy difícil dotarla de sentido (más allá de la
experiencia de juego) y es muy poca la autoridad que preserva el autor (más
allá de la de arquitecto del laberinto). Los límites de una obra en el mundo
analógico estaban determinados por los contornos de su soporte físico, pero en
el mundo digital en red, las obras pueden permanecer abiertas y vivas de forma
permanente”.
LA
INESTABILIDAD DE LA TECNOLOGÍA ES UNA ESPADA DE DAMOCLES
La
inestabilidad de la tecnología, sobre todo causada por intereses comerciales,
es una preocupación constante en muchos de los autores de literatura digital
que ven desaparecer los soportes de sus obras y se preguntan cuál será el
futuro del género si no hay garantías de permanencia.
“Hasta
que no haya una estabilidad en la tecnología, será difícil que haya un
desarrollo sólido de la literatura
electrónica”, sostiene Félix Remírez (España). “Y dudo personalmente que
lleguemos a ello porque los intereses comerciales son más fuertes que nunca”.
Hay mucho de marketing en todo ello.
Y, añadiría, marketing efímero. No
sabemos cuánto aguantarán las plataformas que sostienen los blogs (los que ya
tenemos una edad hemos visto aparecer y desaparecer plataformas, sistemas
operativos, hardware y software. Lo que parecía inamovible
desaparece pronto. Basta que una empresa decida quitar un servicio para
tumbarlo todo. Si Google corta Blogger, será un caos digital. El “service will be discontinued in 3 months”
es una espada de Damocles constante. Es algo que yo sufro en persona. Las
plataformas donde alojo mis obras digitales desaparecen periódicamente
haciéndose preciso mudar y traducir todo, un gran trabajo. No sabemos si habrá
en un futuro ordenadores como hoy los conocemos (yo preveo un ordenador cuántico
interactivo por voz, sin pantallas y sin teclados), si Internet permanecerá (y,
casi seguro, que el control sobre él irá creciendo), si Blogger, Facebook,
Twitter, Wordpress, Windows, IOS, HTML5 o cualquier otra cosa durarán otra
década”.
Doménico Chiappe (Perú) se queja de que “mis obras,
después de un punto, quedan a la intemperie. Y, como en el caso de Tierra de extracción, empiezan a
desaparecer, debido a la desaparición del software
o hardware que permite leerla.
Algo similar pasará con Hotel Minotauro.
Estas obras se guardan en bibliotecas que se incendian al mismo tiempo que se
expanden”.
“La literatura electrónica y sus
propuestas dependen intrínsecamente de la tecnología cuya evolución lleva un
ritmo tan frenético como espectacular”, indica Tina Escaja (España). “Yo misma
me he ido adaptando a opciones, creando trabajo en animación de Flash (una plataforma que desaparecerá
en 2020, por ejemplo), códigos de barras, códigos QR, LED, y más recientemente,
robótica, con componentes de Realidad Aumentada. Son ejemplos de ese proceso de
re-construcción literaria en la que el hipertexto se mantiene como (frágil)
base, y es frágil porque debe adaptarse a nuevas construcciones en continuo
proceso de transición”.
Otra preocupación de los autores es la dificultad de
dominar la tecnología, que lleva la literatura mucho más allá que la capacidad
de escribir o de crear una historia interesante. Remírez señala que “las tecnologías a
dominar son tan extensas y especializadas que dudo que una persona solitaria,
un escritor solitario pueda desarrollar obras digitales. Se va a parecer más al
cine en donde para la más pequeña película se precisan cientos de personas y un
presupuesto enorme”.
Norma Carricaburo (Argentina) opina que “la abundancia de sistemas operativos y de
soportes digitales del presente crea una cierta inseguridad en el momento de
optar por alguno de ellos, a sabiendas de que muchos usuarios quedarán fuera.
Los distintos sistemas operativos que varían según las empresas que dominan en
cada región o según el aparato digital, los dispositivos de memoria que tienen una
limitada vida ya que unos reemplazan rápidamente a otros, todo ello hace dudar
sobre la universalidad y pervivencia de una obra digital. Por eso a veces se
las toma como un complemento del soporte papel del libro tradicional. Es
difícil o arriesgado en este momento y en una disciplina como la filología
despegar hacia una obra totalmente electrónica”.
Algunos de los autores y críticos señalan también
que las obras interactivas se acercan al ámbito de los videojuegos. José Luis
Orihuela (España) afirma que “desde que Michael Joyce
publicó en disquete Afternoon, a story
en 1987 hasta el estreno de Bandersnatch
en el streaming de Netflix en 2018, la ficción interactiva se ha ido alejando
paulatinamente de la literatura y se ha acercado al mundo de los juegos y al de
la televisión en línea”.
“El gran dilema de este género consiste en
encontrar un punto de equilibrio entre la flexibilidad de la obra (para que sea
interactiva) y su estabilidad (para que tenga sentido)”, agrega. “En algunas
obras la apertura es una pura simulación (las decisiones del usuario se limitan
a explorar un laberinto perfectamente construido) y en otras obras el usuario
tiene un grado muy elevado de control, pero tienden a escapar del universo de
la narrativa y a situarse en el mundo de los juegos”.
Leonardo Flores (Puerto Rico) cree que dentro del
género, las vertientes de mayor antigüedad son la literatura computacional (también
llamada generativa), los bots, los
videojuegos, el hipertexto, y la poesía electrónica. “Pienso que plataformas como
Twine apuntan hacia
el futuro de la literatura hipertextual ya que es gratuita, fácil de aprender,
tiene una comunidad creciente de creadores e incorpora elementos de
videojuegos”, afirma.
Finalmente
Chiappe dice que “así como hace unos años noté un aumento de lectura e interés
por lo literario en los estudios de la literatura multimedia, hoy noto lo
contrario: la fascinación por los bots, por ejemplo”, refiriéndose a programas
autónomos en una red (especialmente en internet) que pueden interactuar con
sistemas de computación o usuarios, especialmente diseñados para responder o
comportarse como un jugador en una aventura lúdica.
ANEXO 1
El
cuestionario que respondieron los participantes:
1. ¿Cuál es la característica de su literatura digital y
cuáles son sus obras principales? ¿Cómo la definiría? ¿Hay distintos géneros en
esa orientación de la literatura?
2. Borges, Cortazar, Joyce, el Tristram Shandy de Sterne, Queneau y sus “Cien mil millones de poemas”, entre otros, han sido considerados
precursores de la literatura hipertextual. El exdirector de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, afirmó
_en referencia a El Aleph y
La Biblioteca de Babel_ que “una vez más
la ficción literaria preludia los espacios de lo electrónico”. Y Susana
Pajares Toska dijo que “el hipertexto se relaciona con la literatura de
muchas formas, empezando por la ruptura de la linealidad y las nueva formas de
escritura que intentan autores como Joyce o Cortázar mucho antes del hipertexto
electrónico, pero manteniéndose en los límites de la página impresa”. ¿Coincide con esta apreciación?
3. Iliana Snyder afirma que “para Borges, ‘la literatura
está en un punto muerto, en un estancamiento, debido a su compromiso con
historias lineales, desenlaces y finales concluyentes. En‘Jardìn’: La concepción evocadora del
laberinto infinito sirve como una metáfora potente de nuestra búsqueda de
conocimiento en la vastedad del hipertexto. El laberinto de Borges encarna la
comprensión del hipertexto”. ¿Cree usted que Borges y otros precursores
abrieron el camino a una nueva orientación de la literatura que se canalizó en
los caminos ofrecidos por las nuevas tecnologías?
- Muchos consideran en el terreno crítico que
Foucault, Barthes, Derrida, Bajtin, Kristeva, presagiaron la literatura
hipertextual antes de la aparición de las técnicas digitales. Dos de los
principales teóricos del hipertexto así lo manifestaron: Jay David Bolter
comentó que “Derrida no podía saber que la escritura electrónica sería la
nueva escritura a la que aludía” y que “a veces parece misterioso lo bien
que los teóricos posmodernos parecían anticipar la escritura electrónica.
Pero en la medida de lo que puedo establecer, ninguno de los teóricos más
conocidos tuvieron la computadora en mente”, y por su parte George Landow
afirmó que “el hipertexto encarna muchas de las ideas y actitudes
propuestas por Barthes, Derrida, Foucault y otros”. ¿Está de acuerdo?
5. Según los críticos, en la literatura hipertextual la
primacía del autor da lugar a la primacía del lector. ¿Cómo se manifiesta esta
característica?
6. ¿Lo visual está reemplazando a lo textual?
7. Se ha dicho que en el hipertexto no hay una versión
definitiva, y por lo tanto no hay una última palabra: siempre es posible una
nueva idea o reinterpretación. ¿Cuál es su apreciación?
8. El escritor Sergio Ramírez,
Premio Cervantes, afirmó: “Quisiera ir
más allá de la escritura, y fundir todo en un nuevo género donde entrara el
cine, el video, la fotografía, la infografía, los testimonios de voz, la
creación, la invención, que de por sí no tienen límites; con esto, las
oportunidades de la literatura y sus géneros verían multiplicadas cada vez más
sus posibilidades con la tecnología digital”. ¿Qué aportan a la literatura las
nuevas tecnologías y la confluencia de imagen, sonido, movimiento y lectura
creativa?
9. George Landow afirma que “los teóricos posestructuralistas se diferencian de los
teóricos del hipertexto en el tono: mientras que la mayoría de los escritores
sobre teoría, con la destacada excepción de Derrida, son un modelo de
solemnidad, desilusión extrema y valientes sacrificios de posiciones
humanistas, los escritores del hipertexto resultan más bien abiertamente
festivos. Mientras que términos como muerte, desaparición, pérdida y otras
expresiones de agotamiento salpican la teoría crítica, un glosario de libertad,
energía y poderío caracteriza los escritos sobre hipertextualidad. La mayoría
de los posestructualistas escribe al crepúsculo de un anhelado día por venir;
la mayoría de los escritores en hipertexto escribe muchas de las mismas cosas,
pero al alba”. ¿Coincide usted en que los escritores hipertextuales presentan
ese ámbito más optimista?
10.
¿Cómo es posible poner orden en la variada
terminología que incluye metaficción, literatura hipertextual, hiperrelatos,
narrativa transmedia, literatura asémica, weblogs, poesía digital interactiva,
multihistoria digital, hipernovelas, webnovelas, wikinovelas y otros? ¿Se puede hacer una
distinción de géneros?
11. ¿Cuáles son las principales innovaciones de la literatura
hipertextual?
12. ¿Cuáles son los autores y las obras principales de la
literatura hipertextual en español? ¿Y cómo definiría el presente _y el futuro_
de dicha literatura?
ANEXO 2
Las
respuestas a la pregunta 1 exclusivamente sobre lo que se refiere a las
características de las obras propias o sus trabajos de investigación.
HUGO BUREL (Uruguay)
En cuanto a mi obra, y en relación a lo digital como soporte final, he tenido la posibilidad de escribir un texto para la aplicación Instagram, titulada “Una ola perfecta” y que es la primera que se escribe en tal modalidad en Uruguay y por lo que me han dicho, en Hispanoamérica. Cuando hablo de novela me refiero a una definición un poco libre de ese término, pero así fue nombrada por el sitio a donde fue subido mi texto, Itaú Uruguay.
La
historia se divide en 39 capítulos o “posteos” de no más de 600 caracteres cada
uno, acompañados por una imagen fija o animada que se vincula al texto. Como se
sabe, la plataforma Instagram impone ciertas condiciones que tuve que respetar
y de esa manera constreñí el desarrollo de la historia a una brevedad
obligatoria. Pero, lejos de limitar mi tarea, esa condición me estimuló a
condensar el relato, a reducirlo a propósito y a generar un ritmo de lectura -y
por tanto de escritura- casi telegráfico. La propuesta fue muy exitosa desde el
punto de vista numérico. El Instagram de Itaú pasó de tener 1.200 seguidores a
casi 10 mil en una semana después de que empezaran a subirse los posteos, que
se completaron tras siete días de desarrollo. La historia transcurre en tiempo
real en un balneario de la costa oceánica de Uruguay: Cabo Polonio, y se
completa en siete días. Los lectores comentaban de inmediato los posteos y de
esa manera tuve cientos de opiniones casi instantáneas sobre lo que escribí.
Nunca había experimentado un contacto tan inmediato y directo con los lectores
y eso, sin dudas, fue muy estimulante.
“Una ola perfecta” una experiencia
diferente que en lo esencial no cambió mi modo de escribir en el sentido de que
el relato cuadra dentro de las temáticas habituales dentro de un género que
últimamente he desarrollado en mi literatura: el thriller con un misterio en su
centro y alguien que investiga para develarlo.
Ahora
se está a punto de lanzar un nuevo texto de mi autoría, esta vez bajo la
modalidad de Podcast, esto es, sonido grabado con varias voces, música y
efectos de sonido ambiente, en lo que sería un remedo de aquellos entrañables
radioteatros que se escuchaban en mi casa cuando era niño.
La
historia se titula “El regreso de Gérard
Philipe” y abunda en un posible regreso del afamado actor francés que
brilló en la década de los 50 y concurrió al primer Festival Internacional de
Cine de Punta del Este que se desarrolló en Uruguay en 1951. Philipe murió en
1959 y este año se cumplen seis décadas de su desaparición. El “regreso”,
obviamente, se produce bajo la especie de un fantasma que circula en bicicleta
por el barrio de Cantegril en la península. La historia se desarrolla en 9
capítulos que serán subidos a la página web de Itaú, a Spotify y a Apple Pod
Cast. El texto condensa y adapta una novela todavía inconclusa de mi autoría,
en la cual indago en el impacto que produjo Gérard Philipe en la época que
visitó Punta del Este.
Lo
fundamental de los dos ejemplos que acabo de comentar es que todo parte de un
texto literario y su vehiculización a través de soportes tan diferentes como
Instagram o Spotify es un acto posterior que el primero condiciona y hace
posible. Siempre digo que filmes colosales como por ejemplo “2001: Odisea del
espacio” o “Alien, el octavo pasajero”, con sus despliegues de efectos
especiales y desarrollo de ambientes y situaciones extraordinarias, parten del
papel, del texto en negro sobre blanco, de la palabra escrita. Si se filmase
hoy el “Catálogo de las naves” de la Ilíada, veríamos cómo Homero “guionó” una
escena increíble en detalles y contenido que costaría miles de dólares
reproducir.
Pese
a lo estimulante de estas dos experiencias, reconozco que sigo prefiriendo la
escritura tal como la desarrollé desde que escribí mi primer cuento. Sin
embargo, asumo que en el futuro pueden repetirse y no me niego a seguir
encarándolas.
NORMA CARRICABURO (Argentina)
No
he escrito literatura hipertextual, sino ensayos sobre la escritura a lo largo
del siglo XX y cómo los avances tecnológicos (el fonógrafo, la radio, la
fotografía, el cine, la televisión) fueron poniendo al escritor en el desafío
de escribir para (o teniendo en cuenta) nuevas tecnologías a las que se había
ido acostumbrado el lector. La literatura digital fue el último de estos
desafíos, con el cambio de soporte y la posibilidad de lecturas no lineales e
interactivas. El libro se llama Del
fonógrafo a la red. Literatura y tecnología en la Argentina. Buenos Aires,
Ediciones Circeto, 2008. Los tres últimos capítulos tratan sobre:
1.
“Hacia una literatura en soporte
electrónico” (los subítems son: El hipertexto y la hiperficción,
Hipertextos y multilinealidad, Precursores del hipertexto, Las ficciones de
Borges, Julio Cortázar y los laberintos textuales, Manuel Puig y los
hipervínculos).
2.
“Zonas difusa de la literatura. Las
blogonovelas” (los subítems son: Una nueva forma de la hiperficción, Las
blogonovelas y las múltiples hibridaciones, Las características de las
blogonovelas, Algunas blogonovelas de autores nacionales).
3.
“Leer la pantalla. La novela en la era de
Internet” (los subítems son: Datos preliminares, La simulación de la
pantalla. Transparencia u opacidad, La estructura del libro, El tiempo
cronometrado de la realidad virtual, La identidad genérica y el sexo en
Internet, Mundo real, mundo virtual, La estructura en la red, Un libro anómalo).
Además,
he escrito algunos artículos sobre el tema.
1. “La hiperficción en español, un fenómeno que se
está iniciando”, en El español en el ciberespacio, panel del IV Congreso Internacional de la Lengua, Cartagena, 2007.
2.
“La literatura y los nuevos soportes”, en Boca de sapo, Revista de arte,
de literatura y de pensamiento. Segunda época, año X, núm. 4. Invierno de 2009,
pp. 72-87. Versión on line en
3.
“El libro y la biblioteca en la obra de Jorge Luis Borges”, en Boletín de la
Academia Argentina de Letras, tomo LXXIV, enero-abril de 2009, nº 301-302,
pp. 31-40 (2010).
4. “Los códigos de legibilidad. Evolución históricay nuevas perspectivas desde el soporte electrónico”
5. “Los enciclopedistas y el enciclopedismo en Jorge
Luis Borges”. Cámpora Magdalena y
Javier Roberto González (Eds.): Borges-Francia.
Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras (UCA), 2011 (576 pp.), pp.
461-473 (ISBN 978-987-26952-3-1).
El uso de la hipertextualidad no ya en la ficción
sino en la tarea filológica fue un desafío que emprendí junto al académico Francisco
Petrecca, al realizar una edición multimedia: Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla. Incluye DVD interactivo con texto digitalizado de la presente edición, de
las primeras, lecturas complementarias y notas de documentación textual,
iconográfica y sonora. Edición de Francisco Petrecca y Norma Carricaburo.
Buenos Aires: Academia Argentina de Letras, 2017.
Francisco Petrecca ya había realizado una edición
multimedia de Martín Fierro, de José
Hernández. En ambas ediciones el soporte es papel, o sea libro tradicional, y
este va acompañado de un DVD que permite enriquecer la edición impresa con
imágenes y sonido.
DOMÉNICO CHIAPPE (Perú)
En
mi literatura, tanto en digital como en códice, abordo la memoria y su
reconstrucción y desaparición, la alternativa al discurso oficial, el ambiente
claustrofóbico. La utilización de la tecnología electrónica exige otro lenguaje
debido a su cualidad multimedia (más que “hipertextual” o “digital” prefiero
llamarlo “multimedia”), que es la narración en varios planos con varios
lenguajes. En mi caso, prepondero prosa, poesía, fotografía y música, junto al
diseño y la animación, que son también parte de esa lengua. Cada retórica narra
en paralelo al tiempo que permite al lector cruzar sus relato. Allí entra la
otra característica: la interacción del lector, no sólo pasiva sino activa,
para decidir itinerarios o cuán profunda sea su lectura. Son esas dos las principales
características de ese subgénero literario (multimedia e interacción). También
se podría abordar estructuras del texto (fragmentación, concisión, combinación)
como convenciones que no siempre importan.
Mis
obras principales son Tierra de extracción
(1996-2007), Hotel Minotauro / Basta con
abrir las puertas de un hotel (2013-2015) y Abrazar el aire, apretar los dientes / La gran ausencia (en
proceso). He trabajo otras tantas obras que, por fortuna, han sido alcanzadas
por la obsolescencia.
FRANCISCO CHICO RICO (España)
Yo no soy autor de obras literarias digitales. Desde mi
condición de docente e investigador adscrito al área de conocimiento de Teoría
de la Literatura y Literatura Comparada me he acercado en algunas de mis
publicaciones a las características de la literatura digital.
JUAN JOSÉ DÍEZ RUIZ (España)
En concreto, yo llamo a mi obra Don Juan en la frontera del espíritu, "webnovela"
porque además de usar el hipertexto para remitir a otros textos, imágenes,
sonidos... usa los enlaces para conectar con páginas vivas de internet
permitiendo que la novela salga al exterior y se pueda navegar por los nuevos
caminos que descubre. Es una novela enriquecida hipertextualmente y además
conectada a la web. También tiene una versión en forma de blognovela.
TINA ESCAJA (España)
Definir mi trabajo de base electrónica implica una reconsideración terminológica que en gran medida refleja el hecho mismo de la relativa novedad del medio, esto es, la literatura electrónica está vinculada a una evolución tecnológica en proceso, y es una de las razones por las que también se están configurando los términos de su definición. Acaso el término más inclusivo que caracteriza mi trabajo electrónico sea “multimodal”, un término no recogido en español pero que equivaldría al inglés más inclusivo de variedad de medios vinculados a lo literario-electrónico. Mis trabajos electrónicos son “arte-factos” multimodales porque incorporan una variedad de expresiones más amplias que las derivadas del término “multimedia” o “transmedia”.
Mis trabajos electrónicos son los siguientes:
- VeloCity.
Un tríptico hipertextual del que sólo pude llevar a cabo dos partes, integradas
por los poemas “Sumergida” (2000) y “Desprendiendo” (2002).
- Pinzas de metal. Novela hipertextual. El interfaz fue diseñado por Didier Delmás.
Publicado en Badosa EP (Electronic Publisher) en 2003.
- Código debarras. Un proyecto basado en la tecnología de los códigos de barras, y que
llevé a cabo como libro (Salamanca: Celya, 2007) y exposición de arte en
colectivo: Galería L/L (Universidad de Vermont, 2006); Museo Vostell Malpartida
(Cáceres, 2007) y Centro Cultural Okendo (San Sebastián, 2007).
- Negro enovejas (poema ovino). Un trabajo multimodal que incluye performance con
ovejas. Creado en 2008 y publicado en Badosa EP en 2011.
- “Poesía LEDy QR.” Una serie de poesía por interacción de sonidos y en base a la
tecnología de los códigos QR. Presentada en la exposición colectiva “Works Both
Ways” en la Galería Flynddo (Burlington, VT, 2015).
- Robopoem@s.
5 cuadrúpedos que incorporan poemas escritos desde el punto de vista de los
robots. En 2016 los presenté desde un interfaz con componentes de Realidad Aumentada.
- Emblem/as.
Una serie en tres partes de “banderas” o emblemas con las que se puede
interactuar para revelar palabras-conceptos creados a partir de las letras que
integran cada geografía (tanto física como personal): “Mora amor” (2017) a propósito de Zamora; y “Arena al cor” (2018), sobre Barcelona. El tercero se llamará “United Estados” y será publicado en
2019.
BENJAMÍN ESCALONILLA (España)
Creo
que la característica que englobaría todos mis trabajos de literatura digital
es la búsqueda. La búsqueda de una forma de narrar en esta nueva literatura que
resulta “efectiva” de cara al nuevo lector. La animación, el color, la imagen,
la aleatoriedad, la interactividad… me interesa explorar esos apartados en
conjunto y por separado y formen parte del proceso creativo del texto.
Mis
principales obras podrían ser:
La
encuesta “Es usted un inconsciente”:
La
novela híbrida papel-digital “GeneraciónTch!”:
La
obra de texto interactivo Sinferidad:
El
poema Pensamientos de B:
Mis
obras se recogen en la web.
Definiría mi obra como un conjunto de yoes. Son
partes de mí que en un momento dado han salido de una u otra manera. Escribo
como me gusta leer, trabajo con esmero un estilo directo en los textos que vaya
directo al sentir. Es lo que me sale.
LEONARDO FLORES (Puerto Rico)
Mi obra surge de un impulso de
exploración creativa de las posibilidades que las tecnologías digitales me
ofrecen. Como una persona educada en el mundo del libro, aunque utilizando
computadoras y videojuegos desde mi adolescencia, he cultivado una sensibilidad
tanto por la literatura según la conocemos como para la cultura digital. Esto
me permite crear obras de tercera generación de literatura electrónica -- obras
posmodernas basadas en remix, plataformas contemporáneas de creación y redes
sociales-- que a su vez conversan con la sensibilidad de segunda generación, el
vanguardismo digital que busca crear obras complejas, innovadoras y retantes
para sus lectores. Una característica de mi obra que trasciende mi formulación
de generaciones (publicada en este artículo) es mi interés en arte de protesta.
Mis obras principales son remixes
generativos, bots y memes. Dos de mis remixes generativos publicados son "TransmoGrify" (utilizando la programación de "Taroko Gorge" por Nick Montfort) y "Tiny
Protests / Protestitas"
(con la programación de "God"
por Milton Läufer). Mis bots principales son "Hostos Bot" (en colaboración con el programador Anderson
Román) y "Tiny Protests", "Protestitas" y "Huracán en Puerto Rico" (creados con Cheap Bots Done Quick!). Mis memes son principalmente de protesta y educativos
y las considero formas de participar en conversaciones del momento. Además de
estas obras, estoy trabajando un manuscrito de un libro basado en "Tiny Protests" y "Protestitas" para la serie Using
Electricity de Counterpath Press.
BELÉN GACHE (Argentina)
Mi obra relacionada con la literatura digital está formada por la blognovela “Detective bonaerense”: La escribí en el 2006, como una forma de experimentación con el género. Surgió a partir de un desafío: escribir literatura con el tempo de las entregas diarias asociado al periodismo. Es el diario de notas de un detective, Aristóbulo García, un personaje que apareció por primera vez en mi cuento el Ciclista serial. La característica es la búsqueda de una dinámica de escritura de lo inmediato, de la publicación diaria, cada día escribía la entrada que publicaba ese día. El personaje de ficción, Aristóbulo, era quien se hacía cargo del blog y respondía los comentarios de los lectores. La historia de ficción transcurría en tiempo real de manera que los hechos narrados convivían con el tiempo de los lectores. Esto permitía también utilizar noticias del momento asociadas a la historia. La interacción con los lectores también era un elemento que puse a jugar en la narración. Algunos comentarios luego influían en la trama. También la posibilidad de que algún personaje de ficción pudiera estar leyendo el blog de Aristóbulo, de manera que los personajes de ficción y los lectores compartían un mismo mundo narrativo.
Básicamente, reconozco como antecedentes para mis obras los
trabajos de literatura experimental del siglo XX. Siempre me ha interesado la
literatura producida en el marco de las vanguardias históricas y de las
neovanguardias. Han sido de gran influencia para mí, especialmente, los
enfoques conceptuales y una línea literaria que enfatiza la relación entre las
reglas lingüísticas y el juego.
Mis Wordtoys, por ejemplo, son una antología de
trabajos realizados entre 1996 y 2006 y están concebidos a partir de diferentes
estrategias como el hincapié en la materialidad de los signos, la
interactividad, las combinatorias, el azar, las instrucciones, la reescritura.
Luego realicé, en 2012, los Góngora Wordtoys siguiendo un
criterio similar sólo que, en este caso, los trabajos están dedicados a
las Soledades de Luis de Góngora. En ambos casos, estos
“libros-juguete” buscan deconstruir los estándares mismos del libro impreso.
Mi Wordmarket, realizado en 2012 gracias al
apoyo de Turbulence Comissions y con fondos del National
Endowment for the Arts (EEUU) es un portal de Internet dedicado a la
compra-venta de palabras, utilizando para ello una divisa especial: el Wollar.
En tiempos de creciente privatización de los espacios públicos y de profusión
de leyes de copyright, Wordmarket le permite al
usuario operar y beneficiarse con las palabras y sus valores fluctuantes
ofreciendo atractivos descuentos y promociones. La obra parte de consignas como
¡Conviértase en el dueño de sus propias palabras! ¡Evite que otros hagan uso de
ellas!
Mi Radical Karaoke (2013) consiste en un
dispositivo online cuya finalidad es permitir que cualquier usuario pueda
enunciar discursos políticos. La política, a nivel mundial, se dedica hoy casi
exclusivamente a la retórica. Sus discursos se estructuran en base a fórmulas
enfáticas y demagógicas, sin contenidos específicos. Se trata de un juego de
escuchar y repetir consignas mecánicamente. Convertidos en una sociedad zombie,
no somos nosotros los que hablamos, sino que son otros (¿el poder?, ¿el
mercado?, ¿el lenguaje mismo?) los que hablan a través nuestro.
Mi proyecto Kublai Moon (2013-2018) surgió
originariamente como un experimento de narrativa en proceso y partió de los
posts diarios de un blog-ficción. En el texto, ambientado en la luna, la
autora, convertida en un personaje más, narra las diferentes aventuras y
peripecias que debe vivir junto al comandante Aukan, otro de sus personajes.
Mientras Aukan se encarga de llevar adelante una revolución de los campesinos
lunares, Belén Gache dedica sus días a restaurar la biblioteca de poesía de
Kublai Khan, parcialmente borrada por una bomba de silencio. Este experimento
narrativo dio lugar a tres chapbooks (1-De cómo decidí quedarme en la luna luego
del rescate de los poetas prisioneros de Kublai Khan, 2 - Rebelión en los
campos de corazones y 3 - La Tierra nunca comprenderá), la novela de ciencia
ficción lingüística Kublai Moon (que recopila los textos
de los chapbooks en un sólo volumen), un generador automático de poemas (Sabotaje
Retroexistencial), un libro de poesías (Poesías de las Galaxias Ratonas),
una serie de vídeos en Second Life, una tipografía inventada (la Ratona Sans),
etc.
También he realizado obras para telefonía móvil (El Sutra
de la Tortuga Celeste), obras de Realidad Aumentada (los AR Poetry
Readings), instalaciones de audio, varios blogs-ficción, video-poesías y,
por supuesto, también he escrito literatura impresa.
MARCELO GUERRIERI (Argentina)
Mi obra relacionada con la literatura digital está formada por la blognovela “Detective bonaerense”: La escribí en el 2006, como una forma de experimentación con el género. Surgió a partir de un desafío: escribir literatura con el tempo de las entregas diarias asociado al periodismo. Es el diario de notas de un detective, Aristóbulo García, un personaje que apareció por primera vez en mi cuento el Ciclista serial. La característica es la búsqueda de una dinámica de escritura de lo inmediato, de la publicación diaria, cada día escribía la entrada que publicaba ese día. El personaje de ficción, Aristóbulo, era quien se hacía cargo del blog y respondía los comentarios de los lectores. La historia de ficción transcurría en tiempo real de manera que los hechos narrados convivían con el tiempo de los lectores. Esto permitía también utilizar noticias del momento asociadas a la historia. La interacción con los lectores también era un elemento que puse a jugar en la narración. Algunos comentarios luego influían en la trama. También la posibilidad de que algún personaje de ficción pudiera estar leyendo el blog de Aristóbulo, de manera que los personajes de ficción y los lectores compartían un mismo mundo narrativo.
JUAN BERNARDO GUTIÉRREZ (Colombia)
Mi trabajo
se ha enfocado en sistemas de información, en los que se introduce un elemento
adicional entre el intercambio tradicional de autor-lector: la máquina
computacional. En sus elementos más primitivos, hablamos de piezas de
información vinculadas con hipervínculos, y en su concepción más avanzada se
trata de un intercambio de información que en el que la máquina tiene
autonomía. En este paradigma, vamos más allá de “el medio es el mensaje” de
McLuhan, y llegamos a “el medio actúa en el mensaje”.
Mis obras
principales son Condiciones Extremas, y El Primer
Vuelo de los Hermanos Wright. La primera es una obra circular que se puede
leer en cualquier orden, y la segunda es una obra lineal. Son novelas
experimentales, diseñadas para aprender a escribir en el nuevo medio.
IGNACIO NIETO LARRAÍN (Chile)
Me parece que la definición de literatura digital para mi
trabajo es inadecuada, ya que este no considera al código de programación como
articulador del texto y de la conducta humana, es algo que generalmente está
oculto, me parece que esta distinción de literatura digital, valora más el
contenido narrado las posibilidades del hipervínculo que lo que hay oculto es
decir el código de programación, y sus diferentes protocolos. Eso sucede porque
los escritores generalmente no programan. Lo que aquí hay que hacer es una
diferencia entre el libro como soporte y la computadora y la red como soporte.
Mi obra dimensiona el código de programación y lo trata de hacer visible desde
ese punto de vista, la discusión esta de cómo ese elemento induce al sujeto no
solo en términos textuales, sino que también en su conducta. Esto es una
discusión ampliamente desarrollada en Nettime desde mediados
de la década de los 90.
Mi obra de hace 10 años atrás estaba enfocada a utilizar texto
y el código de programación en un mismo nivel la transparencia entre ambos
permitían leer su operatividad tanto técnica como política-ideológica,
reflexionando así sobre diferentes materias que van desde en diferentes grados
de control sobre las conductas humanas. Si lo pensamos contemporáneamente y si
hacemos una analogía sería como los capítulos de “Black Mirror”, pero 20
años atrás.
JOSÉ LUIS ORIHUELA (España)
Mi aproximación a la literatura hipertextual, como estudioso, se remonta a una estancia en UCLA Extension en 1997 y al intento de vislumbrar las confluencias, entonces emergentes, entre la nueva interactividad que aportaban las plataformas digitales y las viejas formas narrativas. Ese año se publicó el libro de Janet Murray Hamlet on the Holodeck. The Future of Narrative in Cyberspace, que —junto a los trabajos de Georges Landow y Brenda Laurel— contribuye a impulsar el campo de estudios de la literatura digital, más allá de las intuiciones de sus precursores, estrictamente literarios.
Producto de aquellas primeras indagaciones, publico en 1999 el artículo “El narrador en ficción interactiva. El jardinero y el laberinto”,
en el que examino las condiciones de posibilidad de una narrativa en soportes
interactivos. Además de la revisión del estado del arte hasta ese momento,
incluyo un breve estudio de caso de la obra Califia
de M.D. Coverley, seudónimo de Marjorie C. Luesebrink, a quien entrevisto para completar mi análisis.
En el plano docente, esta línea de trabajo
cristaliza en la puesta en marcha de una asignatura de “Escritura No Lineal” en
la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, que impartí desde el
curso 2000/1 hasta el 2014/15, reconvertida desde entonces y hasta la
actualidad en “Narrativa Trasmedia”.
FRANCISCO PETRECCA (Argentina)
Ediciones con anotaciones y documentos anexos de carácter ultratextual (hipertexto, sonido, videos, imágenes), Ediciones para la Academia Argentina de Letras: Martín Fierro ( F. Petrecca); Una excursión a los indios ranqueles (N. Carricaburo – F. Petrecca).
EUGENIA PRADO BASSI (Chile)
Todos mis textos trabajan lo experimental. Nunca me he sentido cómoda en una literatura convencional, común y corriente. Como diseñadora gráfica de profesión podría decir que me interesa el código lingüístico no menos que el visual, textual, performático, diría que una parte importante de mi obra es la constitución de escenas culturales. Ejemplo, en mi primer libro “El cofre”, la escena erótica, así como la lingüística de esa erótica es performática su signo es una mujer que transita por calles asediadas por la opresión de la dictadura militar en el Santiago de los años ochenta. No tengo obras principales, todas mis obras son importantes. Los libros son parte del proceso de la vida, crecen con nosotros. Definiría mi obra como un cruce de códigos, móviles, experimentales, y que buscan acoplarse con otras disciplinas o soportes. Busco dialogar con imaginarios que se desplazan por la interrogación al canon, la disolución de lo masculino y femenino como representaciones simbólicas y materiales de un orden cultural, paradigmas como: masculino/femenino, poder/cuerpo, poder/saber, me llevan a pensar la relación entre géneros. Mi estrategia responde a la época, a la representación político-militante y su orden simbólico masculino, con un plan narrativo que instala la molestia del lenguaje. Mi escritura gestiona su mayor logro en la incomodidad. Más allá de la frontera y del soporte, me interesa lo transgenérico, que produce mediaciones / visiones nuevas donde florecen varios medios del texto literario siempre en referencia a un texto original. Soy una escritora de zonas. Mi escritura se construye por capas. Soy un cuerpo conectado. Escribo contra la palabra.
FÉLIX REMÍREZ (España)
Como campo de exploración novedoso y con el hándicap de que la literatura digital no tenga aún un lenguaje propio (no hay modelo a seguir, a mejorar o, incluso, a romper), pienso que el factor aglutinante de mis trabajos, su leit-motiv, es la necesidad de que el lector explore la obra. La historia no se le muestra linealmente o con una estructura a seguir, sino que se presentan multitud de elementos (el propio texto narrativo, imágenes, enlaces, vídeos, sonidos, etc.) de forma fragmentada y el lector debe explorarlos y reunificarlos en un todo coherente (la historia existe, los elementos permiten reconstruir esa historia), no de cualquier posible manera sino bajo ciertas restricciones impuestas por el propio ordenador. En definitiva, una simulación de la propia realidad. Las vivencias no se nos dan hechas. Al contrario, las creamos mediante la adición de pequeños pedazos de realidad en un orden personal y propio.
Pero, ¡atención!, esta exploración no es aleatoria,
no se trata, al menos en mis trabajos, de que el lector se pierda en una
marisma de información, que sea una lectura sin propósito, a ciegas. Es una
exploración vigilada, constreñida, dirigida, para que la narración llegue a ser
interesante al lector (ver más adelante mis reflexiones sobre ello)
Así, en El postrero deseo de Eugenia Vilasans ,por ejemplo, el
lector se enfrenta a un conjunto de cartas, postales, recuerdos, que una dama
difunta dejó en su escritorio. Leyéndolos, reuniéndolos, poniéndolos en orden,
uno comprende y disfruta de la historia completa de Eugenia, descubre una
oculta historia de amor. Exactamente, como ocurriría en la vida real si nos
encontráramos con ese conjunto epistolario. Hay un objetivo evidente: que el le
lector conozca qué ocurrió, que se ocultó.
En Crónica de lo sucedido en la mina de Corpus Christi, el lector se
convierte en el enviado del rey a una encomienda americana a finales del siglo
XVI. En un escenario que simula la selva hondureña, tendrá a su disposición
dibujos, conversaciones con los protagonistas, notas tomadas al vuelo, diarios
de viaje, etc. Y será el lector el que ordenará en su mente todos los hechos y
elementos, al igual que ocurriría viviendolo en directo. Para ello, debe
explorar todo el conjunto de informaciones.
En Una contemporánea historia de Caldesa se explora la
imposibilidad de saberlo todo al mismo tiempo. Como en la vida real, uno está
sólo en un sitio en un momento dado. En un libro en papel, el escritor puede
narrar de manera no lineal pero el lector siempre puede saltar entre páginas
sin hacer caso a la idea del autor. En esta obra digital, esto no es posible.
En cada instante de tiempo, los cuatro protagonistas viven sus vidas paralelas
(que se entrecruzan) y si leo a uno de ellos a las 7 de la tarde, ya no puedo
leer lo que el otro personaje estaba haciendo a esa misma hora; el ordenador ya
no le permite saber qué pasó si la hora ha pasado, porque sólo se puede estar
en un sitio cada vez. De esta manera, cada vez que se lee la obra, esta será
diferente, dependiendo de la elección que el lector haga, de a quién decida
seguir en un instante dado.
Otras de mis obras, exploran aspectos diferentes:
·
En “Aleatum”, un
cuento breve cambia cada vez que se lee el mismo siendo un experimento de
generación automática de textos.
·
En “El jardín de
los relatos inacabados”, el lector debe hallar entra la foresta de un
jardín inicios de historias que puede él mismo terminar.
·
En Trincheras de Mequinenza se combina ficción y realidad.
Se trata de las cartas enviadas por un soldado republicano durante la Guerra
Civil Española y cada carta da pie a analizar los hechos históricos concretos.
·
Garano, el viajero del mar es un relato más
convencional en el que los elementos multimedia sólo son apoyaturas que ayudan
a percibir la historia más intensamente desde una perspectiva sensorial.
·
“La hermandad de
los escribanos” sumerge al lector en un enigma con la espada de Damocles de
que su ordenador puede quedar dañado si no acierta a resolverlo.
·
Mar de versos es una experiencia de
generación automática de versos ambientados en el océano. La generación utiliza
técnicas de moldes y de cadenas de Markov para generar los textos.
·
“Muro de ausencias”
y “Memorias de ti” son poemas
interactivos.
·
“Siete canciones,
siete historias” une literatura y música.
· “Psyco” juega
también con el tiempo, contando 4 historias paralelas que se van acelerando
hasta el dramático final.
·
“Speeches and
poemas” explora la poesía cinética.
GIMENA DEL RÍO GRANDE (Argentina)
No soy escritora, soy una investigadora interesada en el campo de las Humanidades Digitales. Mi interés por lo digital radica en estudiar y trabajar con las posibilidades que ofrece este medio para generar un nuevo conocimiento. Las Humanidades Digitales se construyen en la intersección de distintas disciplinas y en las hipótesis basadas en la lectura cuantitativa, ayudada, en algún punto, por las máquinas. En mi trabajo de investigación en Humanidades Digitales, la literatura es objeto de edición, de almacenamiento en bases de datos, en procesos de digitalización, en ejercicios de visualización, en la aproximación a gran escala. Si se quiere, hay una dimensión más académica y filológica en mi trabajo, tal vez algo más humanista, en el sentido de un “Da Vinci” que trabaja con sus herramientas en búsqueda de un nuevo conocimiento.
Diría que, de la gama de
posibilidades que ofrece la escritura digital, mi trabajo ha sacado provecho
sobre todo de la capacidad de los ordenadores para ejecutar algoritmos cuyo
resultado es textual, aunque también he realizado trabajos en los que la
interactividad es un ingrediente importante.
No sabría indicar cuáles de mis trabajos son los principales, puesto que para mí todos son importantes. Sin embargo, los trabajos que más posibilidades me han abierto son MIDIPoet (1999) y Poesía Asistida por Computadora (2006)
Aunque me resisto a definir mi trabajo, diría que se caracteriza por su insistencia en pensar y practicar las formas de escritura (que no de literatura) que las tecnologías digitales hacen posibles. Pongo el énfasis en la escritura, entendida en un sentido amplio: la emisión de signos, lingüísticos o no, inscritos (permanentemente o no) en diferentes medios. Me interesa, además, la agencia no humana (en este caso, la agencia de la máquina) en el proceso de escritura. En este sentido, si me permite, le remito a textos que he escrito al respecto, y que constituyen las bases teóricas de mi práctica:(en particular la primera sección, pp. 5-14).
No sabría indicar cuáles de mis trabajos son los principales, puesto que para mí todos son importantes. Sin embargo, los trabajos que más posibilidades me han abierto son MIDIPoet (1999) y Poesía Asistida por Computadora (2006)
Aunque me resisto a definir mi trabajo, diría que se caracteriza por su insistencia en pensar y practicar las formas de escritura (que no de literatura) que las tecnologías digitales hacen posibles. Pongo el énfasis en la escritura, entendida en un sentido amplio: la emisión de signos, lingüísticos o no, inscritos (permanentemente o no) en diferentes medios. Me interesa, además, la agencia no humana (en este caso, la agencia de la máquina) en el proceso de escritura. En este sentido, si me permite, le remito a textos que he escrito al respecto, y que constituyen las bases teóricas de mi práctica:(en particular la primera sección, pp. 5-14).
ANEXO 3
Definiciones de
Presentación del Portal de Literatura Electrónica Hispánica.
Hipernovela
Narrativa
hipertextual (por ejemplo, las hipernovelas). Los enlaces remiten sólo a nodos
textuales y exigen una lectura no lineal. hipernovela Una muestra: Condiciones extremas, de Juan B.
Gutiérrez.
Hipermedia
La narrativa
hipermedia añade imágenes, sonidos, vídeos, animaciones… al hipertexto
puramente textual.hipermedia Golpe de Gracia, de Jaime Alejandro
Rodríguez.
Webnovela
La webnovela
incorpora al hipermedia links externos que conectan el texto con la
web.webnovela Don Juan en la frontera del
espíritu, de Juan José Díez.
Blognovela
Blognovela La
blognovela aprovecha el formato de la novela-diario o epistolar para ensayar
una narración más cercana al lector, que tiene la posibilidad de participar con
sus comentarios.blognovela El diario del
niño burbuja, Belén Gache.
Wikinovela
Las wikinovelas son verdaderos ejemplos de
escritura colectiva: los personajes, la trama, la redacción son creados por
múltiples autores anónimos.