lunes, 22 de marzo de 2010

La literatura digital como palimpsesto de códigos



     Cuando leemos una obra literaria convencional, impresa en papel, lo único que tenemos ante nuestros ojos es la versión final que al autor y el editor han querido trasladarnos. En raras ocasiones tenemos acceso a sus borradores, a las notas que crearon las ideas, a las correcciones y, mucho menos, podemos conocer el pensamiento que guió al escritor hasta dar con el texto que podemos leer. Por así, decirlo, el documento final es único y admite una única lectura y de un solo modo (por su tipografía, su composición, el gramaje del papel, su idioma). Excepto que tengamos la desgracia de quedarnos ciegos o perdamos la comprensión lectora, el libro permanecerá inmutable y el texto que leemos habrá sido creado y controlado por el escritor con gran detalle.

      Sin embargo, la literatura digital (es decir aquella que no es una simple digitalización de un texto que bien podría haber sido impreso, sino que aporta algo más que no puede conseguirse en el papel), presenta una serie de códigos superpuestos los unos a los otros, al modo de los antiguos palimpsestos en donde sobre una escritura mal borrada podía leerse otra nueva.

     Si en la Edad Media el palimpsesto se utilizaba con ánimo de ahorrar papel y se asumía como un mal menor, ahora, aquí, en la era digital, el palimpsesto de códigos es una necesidad inherente y obligatoria que determina la forma en que se crea y se lee.

    Defiendo que esta superposición de códigos es lo que, precisamente, define la literatura digital.

    Estos mensajes apilados nos otorgan una visión multidimensional de la obra, algo que no existe en el papel. La obra, aparentemente, ya no está controlada por el autor y se nos aparece dinámica, abierta, interactiva. Esto, en realidad, es un espejismo como intentaré explicar más adelante porque no es que la obra digital sea realmente flexible o que varíe con las acciones del lector sino que lo que realmente ocurre es que el usuario está sólo viendo el estrato superior del palimpsesto, sin ser consciente de los estratos inferiores que guardan los códigos que realmente manejan dicha obra. Es más, en el fondo, ni el autor ni el lector tiene control del texto digital porque dentro del palimpsesto, en capas profundas, existen códigos que determinan de manera importante cómo se percibe y se desarrolla el trabajo.

    En esta larga entrada de
Biblumliteraria se examinan cuáles son dichos estratos, desde el nivel superior más obvio hasta el nivel inferior que puede pasar desapercibido pero que ha de existir forzosamente.

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aquí

Entrada publicada por Félix Remírez



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2 comentarios:

  1. Me gusta la rotundidad de tu afirmación: "esta superposición de códigos es lo que, precisamente, define la literatura digital". Totalmente de acuerdo, no es necesario perderse en complejas listas de características ni en definiciones retorcidas. Me gusta la concisión y precisión con la que la defines.

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  2. Lo que resulta inquietante es que si esta superposición de códigos es determinante en la literatura digital, realmente es casi imposible de controlar el resultado final ya que depende de esos niveles profundos que el escritor y el lector no manejan. Por un lado, es sugerente que la literatura computerizada tenga esa especie de vida propia pero, por otro lado, es complicado pensar en obras maestras salidas del azar.

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