miércoles, 23 de septiembre de 2009

LITERATURA (con mayúsculas) digital


En este comentario no voy a abordar la “literatura digitalizada” que, en realidad, puede ser la más extendida hoy en día sino la “literatura digital”.

Se entiende por literatura digitalizada la que conlleva primordialmente un cambio de soporte pero que no aporta nada novedoso respecto a contenidos. Es el caso de la mayor parte de títulos disponibles para lectores digitales. Sí, ahora, las novelas o los poemas pueden leerse en un monitor, pueden descargarse desde Internet o pueden almacenarse en un CDROM, pero la obra, el texto, la literatura sigue siendo la misma. Poco importa, a estos efectos, que Cien años de soledad o Hamlet se lean en pantalla o en papel. Las palabras son las mismas. Cada frase es igual. El monitor es circunstancial. Cada soporte tendrá sus ventajas y sus inconvenientes pero el corazón de lo literario no ha variado. Tan sólo se ha “digitalizado”.

La literatura digital, por el contrario, sería aquella que no puede concebirse (o, al menos, no puede realizarse de una manera razonablemente sencilla ya que en papel se han hecho todo tipo de experiencias a lo largo de la historia) sin el ordenador. En el escalón más sencillo se encontrarían muchos de los textos que aparecen en los blogs por cuanto que, aunque podrían también escribirse en papel, sería bastante complicado poder publicarlos en tiempo real y con la difusión que puede tener una bitácora. En el nivel más sofisticado se encontrarían obras digitales cuyo desarrollo fuera imposible sin un ordenador bien porque los elementos multimedia que las componen son imposibles o muy dificultosos de plasmar en otro soporte o porque su complejidad estructural lo impide como es el caso de aquellos trabajos con muchos enlaces hipertextuales que no podrían ser seguidos ágilmente sin una computadora.

En esta literatura genuinamente digital se está produciendo un fenómeno que puede ser contraproducente para su propio desarrollo. Voy a hacer una comparación que enojará a mis amigos músicos pero que me parece clarificadora. Nuestra literatura digital, en la práctica, se puede estar convirtiendo en una especie de música culta contemporánea que es interpretada y escuchada sólo en contadas ocasiones mientras que la música popular, Mozart, Bach, Mahler, Debussy, el pop, el rock, el blues, el jazz, el musical de Broadway y miles de otras músicas “más convencionales” inundan el planeta. En mi opinión sería bueno que la literatura digital también aspirara a ser popular, masiva, que atrajera y emocionara a un significativo número de lectores. En absoluto defiendo el ser conservador y creo que el arte debe empujar las fronteras hacia un más allá aunque este sea incomprendido. Pero es malo caer en la marginalidad porque el arte debe mejorar el mundo, hacerlo diferente, modelarlo, cosa que es imposible si es accesible sólo a una minoría. Este portal de literatura digital, de hecho, aspira a la universalidad de la misma.

Opino que este riesgo de caer en la incomprensión viene de otorgar demasiado énfasis al interface, “a los efectos especiales”, a los enlaces, a la ruptura, a la “digitalidad”, en detrimento del texto. Es algo que está ocurriendo en toda la literatura digital pero especialmente en la anglosajona porque, afortunadamente, en la hispánica el valor del lenguaje es mucho mayor y prueba de ello es la muestra de obras de este portal. Pero en muchos lugares, se explora con ahínco la ruptura extrema de la linealidad, el impacto visual, la sorpresa por medio de la imagen, la aplicación multimedia, la simultaneidad arbitraria de relatos, etc. descuidando la palabra, y el orden narrativo que, en muchos casos, llegan a ser casi marginales. Se hacen (hacemos) obras que no emocionan, que no llaman al lector, que no se le quedan grabadas, que no le hacen reflexionar. Una literatura más preocupada por la interactividad que de sus propios valores literarios, de lo que transmite y cómo lo transmite, de la riqueza de su lenguaje y su sintaxis y de la fuerza de su historia.

Esta forma de concebir la literatura digital conlleva, a mi juicio, tres riesgos:

a) Aburrir al lector. El exceso de no linealidad puede simplemente cansar
. Cada historia o grupo de historias puede contarse de muchas formas alternativas. Lineales o no lineales. Pero no todas son exitosas. Lo son aquellas que atraen al lector, aquellas cuyo desarrollo ofrece un atractivo particular (“appealling story”). Pongamos por ejemplo el cuento infantil de Dumbo, el elefantito volador. Todo el mundo sabe que los elefantes no hablan, que no vuelan y vemos a paquidermos encadenados en circos todos los días sin inmutarnos. ¿Por qué niños y mayores se emocionan al ver la película de Walt Disney? Sin duda, porque se construye una historia, una sucesión de hechos, que nos conducen a la empatía con el personaje y lo que ocurre. Si, por ejemplo, empezáramos viendo al elefante volando y lanzando cacahuetes con su trompa, quizá nos sonreiríamos pero no sentiríamos la satisfacción por la victoria final del animal desvalido y maltratado. Si lo viéramos volando sin más, nos extrañaríamos. Si empezáramos con los cuervos cantando, ni sabríamos de qué va la historia. Deducimos, por tanto, que una historia disgregada cuyo ordenamiento dependa aleatoriamente del lector puede conducir a una orden narrativo que sea un fracaso, que no atraiga, que no emocione, que no sea esa “appealling story” necesaria para emocionar, para triunfar, para trascender. En mi opinión, el escritor no debería renunciar a controlar cómo transcurre la narración o cómo aparecen las ideas de un poema dejándolo al exclusivo libre albedrio del lector. Por ello, y sin renunciar en absoluto al hipertexto como herramienta creativa, pienso que el texto no debe ser aleatorio sino guiado. Desde este punto de vista, la noción de hipertexto adaptativo resulta interesante.

b) Confundir literatura con otro tipo de arte, por lo general visual. Sin duda, un aparato multimedia importante puede resultar atractivo y artístico. Pero estaríamos probablemente hablando de “otro” campo artístico. Es cierto que la frontera entre las artes es difusa en algunos casos pero, hoy por hoy, la intuición del ser humano distingue que la ópera no es novela (aunque narre una historia) y que el cine no es literatura (aunque algunos guiones sean excelentes). Es posible que estemos alumbrando un nuevo de tipo de arte multisectorial y que en el futuro no haya que hablar de literatura digital sino de x digital pero si – aquí y ahora- la literatura digital quiere salir de su nicho de expertos, llegar al público general y tener un mercado lector significativo debe acomodarse, al menos en parte, al hecho de que por literatura se entiende “algo” en lo que predomina el lenguaje de manera importante.

c) El hacer hincapié en el interface es una guerra perdida para el escritor. Cualquier juego narrativo de cualquier consola tiene una calidad miles de veces superior a la que ni siquiera puede soñar un escritor digital solitario programando en Flash o en javascript. Claro está que esas narraciones visuales comerciales han sido desarrolladas por decenas de programadores trabajando cientos de miles de horas y, en los juegos de gran éxito, aunando simultáneamente expertos en diferentes artes. Algunos juegos tienen, cierto es, una calidad que puede ser literaria pero en general su objeto no es el literario. En esa batalla, si los escritores de literatura digital nos empeñamos en competir con la industria audiovisual del juego y del mundo multimedia saldremos siempre mal parados. Así será casi imposible que surja un Benedetti digital, o un Rubén Darío digital o un Machado digital. No es algo nuevo, por otro lado. Estos ilustres escritores lo fueron porque no intentaron hacer ópera ni convertirse en impresores de bellas encuadernaciones o ser pintores. Cervantes no hubiera compuesto su Quijote si en vez de volcar su talento en la palabra y en describir a los gigantes, hubiese querido pintar los molinos con la maestría de su contemporáneo El Greco. La fuerza debe estar en el texto, es decir, en el binomio literatura digital, la literatura debe escribirse con mayúsculas. La “digitalidad” debe servir, perfeccionar, completar la palabra. No al revés.

¿Significa esto que la literatura es enemiga de lo digital, que el concepto es un oxímoron? En absoluto. Como mucho, significa que aún no se ha encontrado una vía amplia de desarrollo pero tarde o temprano se hallará. Los blogs, en su sencillez, apuestan mayormente por la palabra. Pero sólo utilizan lo digital en lo referente a la facilidad de publicación. Hay muchos otros elementos en los que la literatura digital puede aportar novedades interesantísimas. Por ejemplo, el control del tiempo
, la simultaneidad de historias en tiempo real, la creación de entornos metaliterarios o, a muy largo plazo, el teatro interactivo. Estamos empezando. La literatura digital es una recién nacida a pesar del par de décadas de experimentación. Mi esperanza es que se camine en la dirección de poner en primer plano la palabra y la emoción literaria y que todo lo demás sirva a la literatura, no al contrario.

Félix Remírez


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3 comentarios:

  1. En lo digital, usar el concepto de "literatura" a la manera antigua es demasiado limitador e implica pensar demasiado en parámetros no digitales en un formato nuevo. Seguir usándolo así es igual que comprarse un teléfono de última generación sólo para llamar a casa y decir que llegamos en cinco minutos: válido, pero escaso.
    Por lo demás, un interesante artículo.

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  2. No creo que use el término literatura a la “manera antigua”. De hecho, señalo una serie de posibilidades en que lo digital puede ofrecer campos y prestaciones muy interesantes. Posibilidades que, con mayor o menor éxito, intento explorar en mis narraciones digitales. Estoy hablando desde la propia experiencia creativa al intentar aplicar lo digital a lo literario. No hablo teóricamente sino a partir de mi experiencia práctica.

    Lo que señalo es que el envoltorio es sólo eso, un envoltorio, y que lo fundamental es el interior. Este interior es, en literatura, un texto que emocione a un significativo número de lectores.

    Aprovechando el ejemplo del teléfono: si estamos interesados en “conversar con alguien” (que en este caso sería el equivalente a la literatura), las decenas de opciones que los teléfonos nuevos pueden tener no sirven para nada, son sólo marketing o bien sirven para cosas ajenas a la función de conversar. Mi teléfono de última generación tiene un montón de juegos, me permite ver películas y escuchar música con calidad MP3 y en estéreo. ¿Sirve eso para hablar con otra persona? Pues no. Es justo al contrario, sirve para aislarme de esas otras personas. Me permite disfrutar de la música, del cine, no aburrirme en los aeropuertos… pero no conversar mejor. No me aportan nada a la conversación. De igual manera, el envoltorio digital en literatura puede servir para muchas otras cosas pero quizá no para mejorar lo literario... O sí. Ese es el reto.

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  3. En general, estoy de acuerdo con lo que plantea el post: que las narraciones digitales no pueden perder los pies del suelo, si quieren ser significativas y tener su público.

    Pero en el ejemplo del teléfono, distingo dos teléfonos, la conexión analógica (la literatura que conocemos a través del papel), y el teléfono celular o de nueva generación (la nueva literatura). Con ambos pueden llamar. Y mantener una conversación. En cambio, con el teléfono de nueva generación también pueden enviar un sms (escritura), que con la conexión analógica no era posible. Esto sería, por ejemplo, un vínculo (link) en un texto que nos lleva a otro texto. Además, también puedes con el teléfono de nueva generación, realizar una fotografía de un paisaje o un retrato y enviarlo adjunto con el mensaje de texto, que es otra potencialidad.

    Tengo muchas dudas. Pero creo que el cambio del soporte implicará un cambio de la naturaleza del texto. Aunque estoy de acuerdo que en lo esencial, las emociones y el modo de transmitirlas, el cambio será mucho más lento, si se produce. Un saludo.

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