jueves, 29 de octubre de 2009

Premis Octubre: La Literatura Digital I


     Ayer dio comienzo en Valencia el XXI Encontre d'escriptors que organiza en el Centro Octubre en el ámbito de sus Premis Octubre titulado este año, muy felizmente para los propósitos de este blog: La Literatura Digital.



El Centro Octubre es una iniciativa impulsada por Acció Cultural del País Valencià y la Institució Cívica i de Pensament Joan Fuster que sin duda marca la pauta y tendencia de las actividades culturales en la ciudad de Valencia; y lo hace además recuperando para los ciudadanos un espacio de incalculable valor histórico y emotivo como son los antiguos almacenes El Siglo, situados en pleno corazón de Valencia entre el Mercado Central y la Plaza de la Reina. No quisiera desaprovechar la ocasión para, desde aquí, subrayar la importancia que este centro tiene para la actividad cultural Valenciana y el bálsamo de lucidez que proporcionan sus iniciativas (incluyendo su inestimable cobijo a la librería de la editorial 3i4), en una ciudad donde, a veces, da la impresión de que la razón y la lógica parecen dimitidas de sus funciones o, incluso, en búsqueda y captura por parte de sus ciudadanos, empeñados en erradicarlas y borrar sus huellas de la faz de la tierra levantina si es que alguna vez allí fueron marcadas. No es todo infamia en esta tierra, algunas cosas preciosas ocurren a pesar de todo. Éste congreso da buena muestra de ello.
    Coordina la incombustible Laura Borrás, de sobra conocida por todos los que nos hemos acercado mínimamente a la literatura electrónica. Me rindo ante la imposibilidad de hacer aquí una semblanza debido a su ingente labor académica y ensayística en el estudio y difusión de la letra digital allá donde ésta entre en contacto con la cultura y la literatura hispana. Así que paso directamente a comentar algunas de las ideas que pude cazar al vuelo durante las conferencias.
     En la sesión inaugural tuve ocasión de asistir a la conferencia de Alckamar Luiz dos Santos, ingeniero electrónico y doctor en Teoría Literaria por la Universidade Estadualde Campinas y coordinador del Núcleo de Pesquisas em Informática, Literatura e Linguística (NUPILL - www.nupill.org).
     A lo largo de su densa pero precisa exposición, abordó la cuestión del cambio paradigmático por el que atravesamos desde la vertiente de la crítica literaria. Habló de la confrontación entre dos modelos epistemológicos: el de la crítica tradicional de literatura en papel y legitimada por la tradición institucional, frente a una incipiente, atrevida y poco reconocida, aunque ya con un corto pero firme recorrido, crítica literaria digital. Y lo hizo precisamente criticando las posturas que desde uno u otro lado insisten en mantener dicha oposición. La guerra abierta que parece haber estallado entre el papel y lo digital es poco saludable para el progreso y el conocimiento tanto si se plantea en los términos apocalípticos y timoratos de los defensores de la celulosa, como si se hace del lado del desdén hacia la razón en el que caen algunos excesivos relativismos contemporáneos, que según él terminan abocando a la vagancia intelectual.
     Me gustó su manera de referirse a nuestra relación de seres humanos con la tecnología como "trágica", con todas las connotaciones históricas que dicha adjetivación sugiere, ya que se trata de una relación "nociva y benéfica" como lo era aquella catarsis edificadora que se producía ante la visión de lo abominable en la escena de los antiguos teatros griegos. Nociva "y" benéfica, insistió. No se trata de una oposición de contrarios, sino de una suma natural a la que el hombre se ha tenido que adaptar en cada paso de progreso que ha dado hasta la modernidad. Y con naturalidad, desapasionada y neutral, es como debemos enfocar los "caprichosos" progresos tecnológicos con que nos sorprende la ciencia en su evolución y perfeccionamiento. Sin caer en el pánico y matar al mensajero, pero sin olvidar tampoco las valiosas lecciones que a la crítica literaria tradicional aporta la historia.
     Me sentí reconfortado cuando mencionó, en la línea de lo que en este mismo blog se ha tratado en la entrada hacia una estética de lo real, una tendencia de la creación literaria digital a la subjetivación más absoluta, que se incorpora a la voz narrativa del escritor, sobre todo en Internet, debido a la inmediatez con que se visibilizan los contenidos pero también al lugar inmaterial y en apariencia permanentemente contemporáneo en el que habita el cibertexto.
     Por último advirtió que la velocidad de los cambios tecnológicos no conlleva la velocidad en el cambio de paradigma cultural y que, por tanto, debíamos ser pacientes en la pretensión de asistir a la asimilación social de nuevos modelos. Y señaló que esta lentitud afecta secularmente y de manera especial a la narrativa, poniendo como ejemplo el retraso evolutivo de la novela frente a otras artes a lo largo del siglo XVIII.
     La conferencia de Alcmar Luiz dos Santos fue, en definitiva, tan profunda como edificante y dejó abiertas, como corresponde a una conferencia inaugural, numerosas puertas a la discusión y el debate para las sucesivas sesiones.

    Si me lo permitís, os iré contando por aquí todo lo que se cueza en el "Octubre" a lo largo de esta apasionante semana.
Un saludo.
Entrada publicada por Lluís Vila.

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martes, 27 de octubre de 2009

Alicia inanimada



         La escritora Kate Pullinger, junto con el artista digital Chris Joseph, han creado Inanimate Alice, una novela multimedia por entregas que utiliza una combinación de texto, sonido, imágenes y juegos. Nos cuenta la historia de Alicia, una joven que vive en la primera mitad del siglo XXI, y de su imaginario amigo digital, Brad. Durante diez episodios veremos a Alicia, con ocho años, crecer junto a sus padres en una remota región del norte de China hasta convertirse con el paso del tiempo en una brillante diseñadora para la más importante compañía de juegos del mundo.

       La autora la llama una "ficción digital multimedia". Los episodios están traducidos al fracés, alemán, italiano y español. Ha recibido numerosos premios y distinciones y se publicó en 2007. En el enlace anterior aparecen también los numerosos colaboradores (fotógrafos, diseñadores web,...) que intervienen en la obra. A pesar de todo, no he visto ninguna monetarización, es accesible de forma totalmente gratuita.

        No dispone de enlaces de hipertexto, es todo multimedia en flash y la interactividad te permite participar en juegos de consola con Alicia. En cada episodio se advierte del tiempo de lectura a emplear. Tiene una lectura lineal y nada ergódica.

        Me ha recordado al cine mudo: allí lo dominante eran las imágenes en movimiento, para completarlas se le ponían subtítulos. En Alicia inanimada el hilo de la trama lo lleva el texto (muy breve) de pantalla a pantalla, las imágenes estáticas y el sonido de fondo funcionan como subtítulos. Aunque éste no es el caso en la obra que comentamos,  el riesgo de los hipermedia es descompensarse hacia el lado de la imagen en detrimento del texto; cuanto más lo hagan más será una regresión que, como mucho, podrá aproximarse a las películas antiguas subtituladas.

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viernes, 23 de octubre de 2009

La soledad del escribel





        Los escribas eran una minoría iniciada en un nuevo arte. Hoy el escriba exclusivamente electrónico (escrib-el) debe dominar, además de la prosa y los fundamentos de la técnica literaria, unas habilidades que incluyen “redactar” cibertextos. De hecho, la mayoría de las obras del Portal han necesitado la colaboración de expertos en diseño digital y en realización de páginas web. Lo más normal es que, como en el cine, el escribel ejerza de director y guionista, pero deba contar también con la ayuda de los cámaras, montadores, directores de fotografía, etc. Y ha de sufragarlos. Cuanto más compleja y ambiciosa sea la producción más necesitará de los expertos multimedia. Y aquí viene el problema, la literatura electrónica es desoladoramente gratuita. Ningún grupo poderoso querrá invertir (por ahora) en un negocio que ofrece gratis todas sus mercancías. La demanda sólo aumentaría si los lectores abandonaran masivamente el libro (como ha ocurrido con los teléfonos fijos) y sólo leyeran en aparatos con conexión a Internet. Se habla de la salida de ordenadores con papel electrónico, de forma que el mismo aparato serviría para leer y para navegar. Los nuevos lectores no concebirían los actuales textos desiertos de los libros y demandarían animación, navegabilidad, multimedia…¿Llegará?


Entrada publicada por Juan José Díez

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jueves, 22 de octubre de 2009

¿Es descentralizadora la literatura digital?


Me permito introducir al debate un asunto que sé que puede resultar espinoso pero sobre el que opino sería interesante reflexionar.

Acostumbrados como estamos a la facilidad de conexión a Internet (aunque, muchas veces, costosa) en Europa, en Japón o en Norteamérica, no somos conscientes de lo complicado que resulta hacerlo en gran parte del mundo. No me refiero sólo a las dificultades técnicas (que, en algunos lugares, también las hay) sino a las dificultades sociales. Este blog de literatura electrónica, por ejemplo, es inaccesible en China como lo son todos los que tengan extensión de dominio de blogger o youtube (excepto que uno se conecte con una llamada internacional dejando la fortuna en el intento). Simplemente, el acceso está bloqueado en todo el país. Como lo están muchos dominios en muchos lugares por motivos sociales, políticos o religiosos. Y esto no es un hecho baladí porque, entre los impedimentos técnicos y los impedimentos sociales, las diversas restricciones afectan a tres cuartas partes o más de la población del planeta. En gran parte de la geografía de la Tierra, un escritor diletante no puede confiar en Internet y en un blog para transmitir su obra ni podrá descargar en su e-book (si alguna vez llega a tenerlo) la literatura que desee. En gran parte de nuestro mundo, lo que se puede y lo que no se puede leer electrónicamente está férreamente regulado.

Hechos como este me hacen reflexionar sobre si la literatura digital es descentralizadora y liberadora, o más bien lo contrario. Sobre todo si, como ya se debatió en algún post anterior, se asume que dicha literatura se memoriza preferentemente en Internet. En Occidente, se suele enfatizar en este carácter descentralizador de la nueva literatura digital que “libera” al autor de las redes establecidas de publicación, de las editoriales, de la jerarquía que impone la tradicional cadena escritor->editor o escritor->lector, de la publicidad y de los canales habituales por los que las obras llegan al lector. Pero, ¿es así?. Me ha venido a la cabeza un post de hace ya bastante tiempo
y del que entresaco algunas ideas que me parecen pertinentes:

Pero no parece que pueda hablarse de descentralización real. La verdad es que la democratización literaria es sólo aparente.Primero, está al alcance de muy pocos [planetariamente hablando]. De hecho, en gran parte del planeta, el papel impreso convencional es más descentralizador que la literatura digital. Porque, para empezar, la literatura digital se soporta en un medio físico mucho más controlable y complicado de poseer que el papel. Las redes informáticas no son descentralizadas. La conexión de las redes entre continentes pasa por unos pocos cables submarinos y por unos pocos satélites de telecomunicaciones que, obviamente, son controlados por sus dueños, bien sean grandes compañías de telecomunicación o sean gobiernos. Los servidores por los que circula la información son también escasos y deben adecuarse a los requisitos legales de control de la información que cada nación dispone. Todo ello, sin olvidar que es extremadamente sencillo establecer restricciones a la circulación de la información electrónica (incluso para bloquearla en un país completo) bien sea por motivos sociales, morales, éticos o políticos. Desde luego, más sencillo que privar de libros a toda una nación. No parece correcto decir que las editoriales convencionales controlan más que las instituciones y empresas que controlan la red. Y sin dejar de mencionar que cada vez que leemos algo –aparentemente libre- recibimos una avalancha de cookies, spyware, sniffers, virus y addware.

Podemos leer un libro en papel en secreto, sin que el mundo sepa lo que nos gusta o no nos gusta; mucho más difícil es no dejar pistas de lo que uno ha leído o descargado de la red.
Segundo, el usuario de literatura digital necesita de un hardware local muchos órdenes de magnitud más complejo que el papel. Un ordenador, energía para hacerlo trabajar, conexión telefónica, etc. Cuando hablamos de la revolución de la Web 2.0, de la descentralización de la información, de la simplicidad de publicación, etc. lo hacemos desde una visión muy euro-centrista u occidente-centrista. Sin duda, es mucho más fácil hacer llegar a una zona remota de África un montón de libros que ordenadores. Sin duda, es mucho más sencillo que una gran parte de la población mundial acceda a la satisfacción de leer buena literatura con papel que por vía digital, más sencillo tener una imprenta manual que una electrónica. Esto puede cambiar en un futuro lejano pero, hoy por hoy, es así. Por cada individuo que tiene un acceso sencillo a la red hay seis en el planeta que no tiene siquiera acceso.

Por supuesto, no se trata de cargar la culpa sólo en los gobiernos, en las empresas o en las instituciones. Los lectores, a nivel individual, tampoco damos facilidades para que la literatura digital circule libremente:

Quinto, no practicamos con el ejemplo. El usuario medio defiende la libertad de acceso a Internet, la descentralización de la red, etc. pero luego protege su ordenador con toda clase de elementos que impiden la llegada de tal información: proxies, firewalls, antivirus, programas que impiden navegar en muchos lugares, etc. No es ya una imposición que llegue de arriba sino algo que nosotros mismos deseamos. ¿Cómo va un autor de literatura digital explorar las posibilidades de la misma si el uso, casi obligatorio, de scripts, flashes, etc. va a ser bloqueado por la mayoría de lectores? ¿Cuántos de nosotros al recibir un mensaje de que la obra digital tiene contenido activo seguimos leyendo? ¿cuántos abortamos la ejecución de la obra por si acaso?

Por último, me gustaría señalar el riesgo inherente a que la literatura – y el conocimiento en general- esté sólo en la Red. Es lo que viene denominándose cloud computing o computación en red
. Porque la Red es, en el fondo, una serie de ordenadores de almacenamiento y de redes de comunicación que dependen de unas muy pocas instituciones o empresas privadas. ¿Qué ocurriría si esas empresas quiebran o simplemente cambian de parecer o, en el uso de sus intereses comerciales legítimos, eliminan contenidos o los hacen prohibitivos? ¿Es universal una literatura cuya distribución, control y almacenamiento está en manos de unos pocos (a nivel mundial, de hecho, muy, muy pocos) o es más confiable el sistema tradicional de bibliotecas y universidades, mucho más extendidas y no tan centralizadas?

Seguramente, el futuro traerá soluciones a estos problemas pero, aquí y ahora, son dificultades significativas en el camino de la literatura electrónica.



Entrada publicada por Félix Remírez
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miércoles, 21 de octubre de 2009

Literatrónica y literatura ergódica



         Todavía dos nombres más para designar a la ciberliteratura. Juan B. Gutiérrez, autor de la obra de este Portal Condiciones Extremas, propone Literatrónica, un acrónimo de “Literatura Electrónica”, que él cree que sería una buena designación para referirse a la literatura que “no puede existir sin el medio electrónico”. Yo veo el neologismo muy expresivo, aunque quizá suena un poco tronante. Por lo demás, carga con la generalidad de la expresión de la que proviene.
        El otro término, literatura ergódica, procede de Espen Aarseth. Resumo y parafraseo sus propias palabras: “En la literatura ergódica se requiere un esfuerzo no trivial del lector para recorrer el texto. (…) Cuando alguien lee un cibertexto es consciente constantemente de estrategias y trayectorias no tomadas, de voces no oídas. Cada decisión hará algunas partes del texto más accesibles, o menos, y nunca se sabe el resultado exacto de esas decisiones, lo que uno se ha perdido(…) El lector de cibertextos (a diferencia del de literatura normal, un simple espectador, un voyeur) es un jugador, un apostador, que puede explorar, perderse o descubrir sendas secretas…”
       El término viene del griego “ergón” (trabajo) y “odós” (camino), camino trabajoso. La caracterización de los cibertextos y de la nueva literatura a que dan origen son excelentes en este trabajo de Aarseth. Sin embargo, el nombre me parece excesivamente metafórico. También podía haber utilizado como nombre “Sendero Luminoso”, por el rasgo de las sendas secretas que debe recorrer el lector iluminado por la pantalla electrónica. Si definimos una materia por el trabajo que cuesta meterse en ella, las matemáticas sería muy “ergódicas”.

Entrada publicada por Juan José Díez


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lunes, 19 de octubre de 2009

Atrévete a saber




  
      "Sapere aude" era el lema con el que Kant resumía la Ilustración. Hoy el que no sabe es porque no quiere. He tardado diez segundos en tener delante de mi pantalla, gracias a  Online Books,la novela de Emily Brontë Cumbres Borrascosas y he podido elegir entre varias versiones (la html o el texto digitalizado a partir de escáner que procura el proyecto Gutenberg). He probado con el Poema del Cid en Cervantes Virtual y lo mismo. O sea, la literatura clásica libre de derechos se puede leer en pantalla al instante y gratis. Pero en pantalla, y a mí me cansan los destellos. No hay problema, el proyecto Gutenberg se ha lanzado a la tinta electrónica y tiene muchos títulos para descargar en cualquier le-líb-el. Cervantes Virtual anunció en Junio que se incorporaba a la idea. El iphone tambien sirve. 
        Tenemos, pues, la sabiduría móvil. No eran sueños de visionario los de Kant y menos aún los de los enciclopedistas (cualquier chaval lleva en el bolsillo Google y la Wikipedia, y si quiere, la Enciclopedia Británica). Disponemos de un acceso prácticamente ilimitado a los conocimientos cuya posesión nos liberaría a los humanos de las cadenas de la ignorancia. Hoy sin duda estamos muy informados (hasta infoxicados), pero ¿es lo mismo sabiduría que información? Lichtenberg escribió: «Un libro es como un espejo: si un mono se asoma a él, no puede ver reflejado a un apóstol». Lo mismo pasa con la información. ¿Qué somos hoy, monos o apóstoles? 
Entrada publicada por Juan José Díez


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jueves, 15 de octubre de 2009

¿Ciberliteratura o literatura electrónica?



      Si encontramos razonable llamar a los e-books “libros digitales” porque están sometidos a un proceso de conversión de letras en dígitos (los franceses los llaman "libros numéricos") ¿no deberíamos llamar a este Portal de Literatura Digital, en vez de “Electrónica”? No, porque este portal no alberga ni un solo libro digital, digilibro o lib-el, sino una especie distinta. El  lib-el no tiene hipertexto, ni multimedia, ni es interactivo, eso sólo lo proporciona Internet. Los libeles provienen de un libro en papel, cuya forma natural de sobrevivir es el espacio de los objetos físicos, mientras que las obras del Portal no necesitan un precursor en papel, viven exclusivamente en el mundo evanescente del espacio virtual y, sobre todo, disfrutan de alguno de los tres recursos anteriormente mencionados. Se me puede decir que todo lo que aparece en Internet por el hecho de aparecer ya está digitalizado y que estas obras también utilizan la digitalización. Pero buscamos la diferencia específica, y ésta la aportan la triada hipertexto-multimedia-interactividad.
      ¿Y Portal de Literatura Hipertextual? Sería más preciso que “digital”, pues denotaría uno de los atributos definidores, el hipertexto, pero dejaría fuera muchas obras que utilizan sólo los recursos multimedia y la interactividad.
     ¿Y Portal del Hiperliteratura? Los mismos inconvenientes que la anterior, porque alude sólo al hipertexto y además connota lo super-mega-grande.
      Bueno, por fin se nos ocurre otro. Éste no me lo podrán negar: Webliteratura. Estupendo, porque es literatura que sólo puede vivir en la atmósfera de la red. Defecto:  “web” es palabra inglesa.
      Mejor nos iría si nos fijáramos en el hábitat natural de esta especie, en lugar de en sus atributos. Todas las obras han nacido y viven en un espacio virtual, no en un espacio material. ¿Literatura Virtual? Bastante mejor, casi perfecto, pero el uso de “virtual” establecido ahora se refiere más bien a un espacio como comunidad, a un grupo de personas que desean interactuar para satisfacer sus necesidades o llevar a cabo roles específicos (foros de discusión, grupos de correo electrónico, grupos de noticias, chat, redes sociales,…). Si en vez de espacio virtual utilizamos “ciberespacio” ya no hay equívocos, ciberespacio no hay más que uno, el de los ordenadores e Internet. Ya hemos dado con el nombre preciso: ciberliteratura. La literatura que nace y vive en su hábitat natural, en las tres dimensiones que constituyen el ciberespacio: hipertexto, multimedia, interactividad. Así pues, el portal y el blog debían haberse llamado “de Ciberliteratura”. ¿Y por qué se llama “de Literatura Electrónica”? Porque una vez más cedemos ante la tiranía. En el mundo anglosajón es dominante el uso “electronic literature” (e-literature).

Entrada publicada por Juan José Díez




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martes, 13 de octubre de 2009

Piedra, papel y tinta digital


La digitalización del signo lingüístico, el convertir las letras en señales eléctricas binarias, es una revolución que nos lleva a pensar en los hitos más espectaculares de la historia de la escritura. La sociedad, desconcertada, se debate en parangonar semejante revolución con la que produjo la invención de la imprenta o aquella precedente en la que algún brujo primigenio simbolizó con crípticos ideogramas las palabras sagradas que arrastran imperturbables las culturas ágrafas.
La importancia de este cambio de soporte no solo aparece plasmada en la presentación de este portal. A través del blog de Joaquín Rodríguez “Los futuros del Libro”, llego a un artículo de Jason Epstein: "On demand books", en el que precisamente hace una especie de retransmisión por escrito de las imágenes que vemos aparecer en dicha presentación: piedras, papiros, rollos, códices, libros impresos, hasta llegar a la situación actual. Parece haber unanimidad en atribuirle a este cambio de soporte una trascendencia evolutiva.

Pero según establece la tesis general del artículo así como la glosa de Joaquín Rodríguez, la literatura hunde sus raíces en algo más profundo que el soporte en que venga publicada. Por supuesto que estas innovaciones editoriales (piedra, papiro, imprenta...) condicionan la evolución de los cánones literarios en cuanto a argumento, dimensión, perdurabilidad... Probablemente no existiera la Iliada tal y como la conocemos sin la invención del papiro donde fue registrada por primera vez. Aquel avance tecnológico favoreció su compilación, su conservación, determinaría su forma... pero Aquiles ya estaba ahí y no necesitaba del papiro para existir ni para llegar a nosotros a través de cualquier clase de símbolo, en representación de esa dicotomía tan humana que se debate entre la vida mediocre o la muerte gloriosa ("vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver", dijo un Aquiles del siglo XX).

Los soportes han condicionado la literatura de cada época en la misma medida que la han condicionado otros avances científicos, tecnológicos, sociales, religiosos o institucionales. Pero ningún avance en particular, ni siquiera la suma de ellos, determina ese impulso literario primigenio que no es otro que la huida desesperada hacia delante de un escritor en la pretensión de transmitir lo inefable. [En un comentario al poema LITERATURA del enlace he improvisado una pobre traducción al castellano del poema de Gabriel Ferrater que motiva esta reflexión].
Lo que nos pasa a los que nos sentimos anonadados por la Literatura Electrónica (por usar el nombre que se le ha puesto a este portal), es que nos hemos dado cuenta de que el hipertexto introduce unos cambios en la maquinaria textual tan profundos como inéditos. Más radicales incluso que los que introdujo la imprenta porque mientras ésta modificó el régimen de producción y distribución de la escritura, el hipertexto modifica el régimen de retroalimentación entre la escritura y el lector. La tesis de Espen J. Aarseth sobre la "perspectiva cibernética" es de lo más lúcido que he podido leer sobre este punto, pero recientemente, nuestro colega Félix Remírez, nos brindaba un magnífico ejemplo de una de las posibles reglas de retroalimentación en su entrada "El control del tiempo en literatura digital".
Ante la evidencia de que la lecto-escritura hipertextual se regía de manera nunca vista en su interrelación texto/usuario-usuario/texto, surge una corriente, en la que yo mismo me he visto inmerso, que insiste en trazar una línea divisoria entre la secular experiencia lecto-escritora y la nueva manera ergódica de enfrentarse al artefacto textual. Es en este contexto donde aparecen divisiones como las que han surgido en este blog del tipo: libro digital / libro digitalizado, hipertexto / multitexto... y es en el contexto en que surge el apasionante debate, que espero que aquí sea tratado, sobre si el hipertexto es un género, un medio, un formato, si se trata de una innovación editorial, si puede ser una rama de la literatura o si es absolutamente otra cosa.
Pero lo cierto es que después de veinte años, las experiencias más ricas en lo que a narrativa ergódica se refiere (no vamos a tratar aquí cuánto hay de literario) han sido los videojuegos. No es de extrañar, pues las compañías que los producen son lo suficientemente potentes como para juntar la cantidad de especialistas necesarios para generar una narrativa digital atractiva y de calidad. Así, el propio Espen J. Aarseth admite inscribirse en en lo que denomina "games studies". El mismo control del tiempo del que nos hablaba Félix Remírez es un recurso usado constantemente en los videojuegos, y la inclusión desacomplejada de videojuegos en Golpe de Gracia de Jaime Alejandro Rodríguez, es uno de los aspectos que en mi opinión hacen de su propuesta algo tan interesante.


Esta usabilidad, esta jugabilidad, que además difiere en cada propuesta, es una de las grandes características del hipertexto. El otro gran elemento caracterizador de el artefacto es sin duda el hipervínculo. No es un elemento genuino en su uso pero sí en su inmediatez y practicidad, lo cual ha revolucionado el gran texto de la cultura sobre todo a través de ese gran hipertexto que es la WWW. Lo que ocurre es que en cuanto a sus cualidades narrativas no parece tener mucho éxito, pues si en una narración suele contar más el cómo se cuenta que lo que se cuenta, en el deambular rizomático del lector por los hipervínculos, ese cómo, queda en manos de cada uno de los lectores que se ve obligado a participar en la ardua y a veces tediosa labor de autor, sin poder disfrutar de la satisfacción de atribuirse la obra.
Así que por una parte tenemos una revolución en marcha e imparable en la relación del ser humano con el texto y por otra tenemos una indeterminación en la manera en que ese nuevo texto es usado por la literatura para cumplir su cometido prístino. Ni la ergodicidad de la escritura cibernética ni las facilidades que ofrece el hipervínculo están siendo fácilmente incorporadas a la cultura literaria. Esto es por supuesto una cuestión de tiempo y precisamente lo que hace tan interesante el debate en el que este nuevo portal se inscribe. Mi posición, cambiante, líquida e inestable se inclina ahora hacia una política de inclusión. Es decir: considerar "electrónico" todo aquel texto que se base en la electricidad, más allá de si ha sido concebido de la manera tradicional o incorporando estructuralmente todos los mecanismos que posibilita la digitalización de la escritura.
De lo que no me cabe la menor duda es de que la máquina de escribir ha muerto. En el futuro todos los escritores usarán la letra digital, y las peculiaridades y características de ésta irán incorporándose con naturalidad a los procesos de producción, recepción y del resto de agentes que conforman la institución literaria. Imagino una novela perfectamente tradicional con un párrafo de tinta digital en su interior, cambiante y colaborativo....
La literatura seguirá intacta como eco expansivo de las cavernas. Pero si la tinta ayudó a su fijación, el papiro a su extensión y la imprenta a su difusión, su digitalización puede llevarnos a cumbres insospechadas en un aspecto fundamental de la escritura: la comunicación. Al menos este blog parece ser un buen ejemplo de ello.
Yo por ahora espero ansioso el día que se decidan a sacar un soporte de lectura realmente cómodo, barato y con conexión a Internet.

Un saludo a todos.
Entrada publicada por Lluis Vila Soriano

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lunes, 12 de octubre de 2009

Hiperlibro


            Siguiendo con nuestra afición a catalogar y denominar las nuevas metamorfosis de los libros, hoy observamos un espécimen de la editorial francesa Laffont, el hiperlibro Le sens des choses, del escritor y economista francés Jacques Attali. He sabido de él a través de los blogs Libros y Bitios y Beat Internacional; éste último describe el producto como:
          "…un libro de papel de 320 páginas que incorpora 83 códigos de barras (flashcodes), con el objetivo de que el lector puede acceder a contenido multimedia de Internet (vídeos, música, recursos interactivos), a medida que va leyendo. Se puede acceder desde el móvil o desde Internet. Orange ha desarrollado una aplicación que permite acceder al hipercontenido mediante la activación de códigos de barras que el móvil escanea. Por eso, hay que teclear el texto “flashcode” y enviarlo a un número para luego recibir un enlace que tiene una aplicación que se puede descargar."
        O sea un libro de papel que lleva adosados unos códigos de barras que complementan su contenido con recursos multimedia accesibles por Internet. Podríamos llamarlo "un libro barrado". En rigor, no es hiperlibro porque no tiene hipertexto y el multimedia y la interactividad hay que buscarlas fuera de él. El producto matriz no habita en el espacio virtual sino que es un sólido objeto físico que sólo se puede adquirir gástandose el dinero. Tampoco es adecuado llamarlo "hiperlibro" porque dé acceso a hipercontenidos, o contenidos que habitan el hiperespacio (término geométrico para designar un espacio de más de cuatro dimensiones). Sólo nos queda pensar que han elegido “hiper” en el mismo sentido que “super” para darle un nombre comercial y pomposo al lanzamiento
Entrada publicada por Juan José Díez


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jueves, 8 de octubre de 2009

La diginovela, ¿otra nueva especie?





    He sabido, gracias a Papel en Blanco, que Anthony Zuiker, creador de la serie de televisión estadounidense CSI, ha publicado 'Level 26', “a diginovel”. El camino es: te compras el libro por 18 dólares, lo lees normalmente y te encuentras con un asesino en serie que, al ser contorsionista, accede a sus víctimas utilizando muy sinuosas artes y eliminándolas con especial sadismo. Si no tienes bastante con tu imaginación y quieres ver la sangre o entrar en detalles visualmente violentos, entonces, cada veinte páginas aparece un código, vas a la página web y en una casilla al efecto introduces la clave, lo que te da acceso a un clip de unos 3 minutos (Zuiker lo llama "ciberpuente") que complementa la escena que acabas de leer.    El libro se basta a sí mismo, puede seguirse sin ver los ciberpuentes en internet, pero entonces te pierdes la sangre, la posibilidad de charlar con el autor o  la de formar parte de una comunidad social asociada a la página web de la novela. En suma, la diginovela es un libro normal y corriente, al que se le adosa en vez de un CD, como hacen otros, unos videoclips. Se trata de una yuxtaposición, más que de una integración. ¿Es esto ciberliteratura? Al no necesitar el ciberespacio para sobrevivir y no utilizar el recurso fundamental de internet que es el hipertexto, (sólo conserva un multimedia redundante y una interactividad tipo chat) podemos decir que no, que como el Vook, es un híbrido que no suelta amarras del libro monetarizable.

Entrada publicada por Juan José Díez

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miércoles, 7 de octubre de 2009

El control del tiempo en literatura digital


Una de las características más prometedoras que la “digitalidad” ofrece en literatura es el control del tiempo, es decir, el controlar cuándo el lector puede leer algo sin contar con el consentimiento del mismo.
Es cierto que, en literatura convencional, también existen formas de controlar la lectura en el tiempo. Un ejemplo evidente son las entregas por capítulos. No es posible leer un capítulo antes de que sea publicado y aunque sea una manera muy sencilla de control produce efectos importantes sobre todo en lo que a acrecentar la intriga y el interés del lector se refiere.

La literatura digital ofrece más posibilidades en lo concerniente al discurrir temporal. Quisiera comentar dos de ellas:

- Lectura contra el reloj.
- Lectura en tiempo real.

Lectura contra el reloj

En las obras digitales que utilizan esta técnica se debe leer una narración en un tiempo determinado. El obligar al lector a hacerlo sin ninguna razón resultaría artificial y aburrido. Probablemente, el lector arrinconaría la lectura sin siquiera proponerse acabar. Pero, dentro de un contexto, esta técnica puede resultar muy atractiva. Así, en la obra Zeit für die bombe de Susanne Berkenheger, hay que encontrar una bomba antes de que ésta estalle. Debemos leer los textos, encontrar las pistas, hallar al culpable en un tiempo corto que el ordenador controla.

En mi relato digital La hermandad de los escribanos, intento conseguir una tensión aún mayor en base al control del tiempo. Permítaseme explicarlo con detalle.

Con el arranque de la obra, unos textos (aderezados por una melodía misteriosa) informan al lector de que su ordenador ha sido infectado por la Hermandad de los Escribanos, una antigua secta secreta que aboga por volver al manuscrito y que, por siglos, se ha opuesto a la imprenta y, posteriormente, a cualquier lectura por ordenador. Para dar fe de que esta amenaza no es literaria ni ficticia sino real, el relato (el programa) toma aparentemente el control del ordenador del lector. Le muestra el contenido de su disco duro (demostrando que su contenido, que él creía celosamente guardado, ha llegado a manos de la Hermandad, y le da una serie de informaciones que hacen pensar al usuario que realmente su computadora puede estar ya controlada por un hacker. La amenaza es clara. Si el lector no lee toda la narración y contesta acertadamente a unas decenas de preguntas, su ordenador será formateado. Si apaga el mismo, el virus permanecerá y se activará en el próximo arranque. El lector queda atrapado en la historia y está forzado a seguirla en los sesenta minutos que el programa autoriza para contestar todas las preguntas con acierto. La trama es también un hipertexto de modo que, para mayor complejidad, el lector puede perderse en la aventura lo que le resultaría desastroso ya que no podría recuperar el tiempo y su disco duro se vería seriamente afectado. Además, a medida que transcurre dicho periodo, el programa muestra una serie de mensajes tecnológicos que parecen indicar que el virus está destruyendo y reconfigurando poco a poco el hardware y el sistema operativo. Tampoco puede el lector acelerar los acontecimientos. La hora es la hora, le guste o no, quiera leer más o menos deprisa, acierte o yerre al contestar las cuestiones. No puede parar y dejarlo para otro momento, como ocurre en una novela tradicional. Es el ordenador el que controla su lectura.

Evidentemente, todo es ficción (¿o no?.... dejaremos que el lector ose dejar transcurrir la hora entera sin haber respondido a todas las preguntas para que averigüe si el formateo es real o si existe alguna otra sorpresa) pero la intriga y la tensión se acrecientan. Y también el interés por el texto por cuanto que del mismo depende el poder contestar adecuadamente.

Lectura en tiempo real

Esta técnica obliga al lector a elegir entre historias. Las narraciones se están desarrollando (en el corazón del programa) simultáneamente y de manera ajena al usuario. El lector debe elegir entre leer una u otra, entre seguir a un personaje o a otro. No puede ver todo a la vez, no puede leer un diálogo completo, no puede entender las razones de dos personajes que hablan, tan sólo las de uno. No puede esperar que dos capítulos más adelante exista una explicación de lo sucedido o que se aclare entonces lo que ocurrió. El lector se ve forzado a leer sólo una parte del todo y a imaginarse el resto. En cierto modo, este tipo de novelas (a las que yo denomino multitextos) comparten con la física cuántica el principio de incertidumbre de Heisenberg. Todo existe antes de que el lector ponga sus ojos en la narración, en una multitud de estados superpuestos. Pero una vez que decide interaccionar con la obra, esta queda determinada en un único estado – que puede leerse- perdiéndose todos los demás. El principio de incertidumbre afirma que no se pueden determinar, simultáneamente, varias características de un objeto, como son, por ejemplo, la posición y la velocidad. Es decir, cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su velocidad. Igual ocurre en un multitexto. Si queremos determinar (leer) con detalle qué le ocurre a un personaje, automáticamente menos sabemos de otro. Y, tampoco puede volver atrás para saber qué pasó. El tiempo transcurre hacia adelante.


Hay que decir que una obra de este tipo no es un hipertexto aunque pueda tener enlaces y características hipertextuales. Porque cada texto (de los que componen el enjambre multitexto) es fundamentalmente lineal, comprensible y completo en sí mismo. Y, Dios lo quiera, de calidad. El lector no puede quedar confundido sin saber dónde está. Al contrario, como en la vida misma, sabe en todo momento dónde se encuentra y precisamente por eso no puede estar en otro lugar.

Estas obras pueden ser, además, de dos tipos:

- De curso único: una vez que el tiempo dado transcurre ya no puede volverse a empezar. Es una obra de “un uso único”. Lo no leído está perdido para siempre.
- Reiniciables: una vez transcurrido el tiempo disponible es posible reiniciar la obra pero lo que, esta vez, se leerá es diferente ya que con toda probabilidad se seguirá un camino diferente o se seguirá a un personaje distinto.

Un ejemplo de este tipo de técnicas es mi Una contemporánea tragedia de Caldesa.

Consideraciones técnicas

Es preciso señalar que este tipo de obras que controlan el tiempo requieren que el lector confíe en el escritor. Llevadas de manera correcta, todos los recursos del sistema operativo quedan bajo el control del programa para que éste no pueda volver atrás, no pueda abortar su ejecución, etc. Esto no siempre es aceptado por el usuario. Un navegador que impida ejecutar código activo o que pida confirmación a cada paso, o que no admita el uso de pantalla completa, etc., no anularía totalmente la lectura pero sí perjudicaría notablemente el efecto.

Entrada publicada por Félix Remírez

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lunes, 5 de octubre de 2009

Entretenimientos semánticos sobre los e-readers




    Si tecleamos “libro electrónico” en Google y consultamos las imágenes, aparecen abrumadoramente los Kindle, los Sony Reader, los iRex,…si pedimos en el Corte Inglés un libro electrónico el amable joven te ofrece un Inves o un Papyre; en el uso popular, pues, a los e-readers se les llama como a los ebooks : “libros electrónicos”. Los anglosajones distinguen con “e-reader” y nosotros confundimos. Ateniéndonos a la precisión semántica nos bastaría llamarlos “lectores de libros electrónicos” o “lectores de libros digitales”. Pero siguiendo con esta melancólica escolástica, no son lectores porque no son humanos y tampoco leen libros electrónicos, sino más bien, libros digitales (como vimos en la entrada de los ebooks). Mejoraríamos si introducimos la expresión “dispositivos lectores”, pues deja claro que es un aparato el que realiza la acción de leer. La designación semánticamente correcta quedaría como “dispositivos lectores de libros digitales”.  "Dispositivo” es un término que traduce la palabra inglesa “device” y ésta se utiliza sobre todo en informática para referirse a componentes del ordenador. Sin embargo, “dispositivo” en español es mucho más general y refiere en muchas ocasiones a cosas bastante alarmantes, por ejemplo, “dispositivo policial” o “dispositivo de emergencia”
     ¿Qué opción tenemos para “dispositivo”? No faltan: máquina, aparato, artefacto, artilugio. “Aparato” connota magnitud y los lectores digitales no son aparatosos. “Artilugio” connota ingenio y los lectores no son ingeniosos. “Artefacto” suena a algo grande y poco útil. Nos queda “máquina”, que por ser muy general se salva de connotaciones indeseadas. Resultaría entonces: “máquinas lectoras de libros digitales”. Pero volviendo a la realidad, nos resignaríamos con sustituir “dispositivos lectores de libros electrónicos”, por “lectores de libros electrónicos”. Tal frase descriptiva tiene a su favor que el acrónimo que le corresponde es breve, eufónico y suena a español. Nótese la diferencia entre “Hay una libélula sobre un dispositivo lector de libros digitales” y “Hay una libélula sobre un lelíbel”.

Entrada publicada por Juan José Díez

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sábado, 3 de octubre de 2009

VOOK, ¿una nueva especie?



A través de Soybits me entero de que la editorial americana Simon & Schuster ha lanzado Vook (video book), su formato para el libro multimedia. Se trata de un libro en el que la lectura tradicional va ilustrada con videos incrustados en los momentos clave de la historia. Te permite conectar con los autores y otros lectores, y puede leerse en el iPhone. Yo he hecho la experiencia con Promises, de Jude Deveraux. Tras pagar 7 $, inmediatamente se me da acceso a la obra. En la pantalla aparece a doble página el texto de un libro normal; unas flechas te permiten, con deslizamiento lateral, el paso a las páginas siguientes. Al inicio de cada capítulo, aparece un video-trailer de los sucesos que van a ocurrir y en medio del texto, a veces, otro para visualizar un acontecimiento de la trama. No encuentro numeración de páginas, lo que me obliga a ir al índice y buscar trabajosamente el párrafo en que dejé su lectura. No tiene enlaces internos ni externos, sólo lectura y videos. La historia de Promises trascurre en 1800 y trata de los amores y aventuras de una escritora, obligada por las convenciones de la época a usar un pseudónimo masculino, con el hijo rebelde de un rico propietario. Después de enamorarse, aparece un anillo misterioso.
Esto nos indica que las apuestas multimedia de las editoriales se basan en obras de la corriente principal de consumo literario, en este ejemplo, la novela histórico-romántica. Poca gente se gasta el dinero si no se le promete una narración emocionante. Son estas empresas y sus poderosos lanzamientos publicitarios las que imponen la nueva terminología, aunque en el caso de VOOK sea precisa, breve y eufónica. 

Entrada publicada por Juan José Díez



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viernes, 2 de octubre de 2009

Palabras


Me interesa el tema semántico, que Juan José ha iniciado en este blog. Sobre todo cuando necesitamos configurar nuevos lenguajes para denominar invenciones. Moldear y fabricar vocablos.

Como, por ejemplo, el uso del término "ergódico" para este tipo de literatura, que acuñó Espen Aarseth (o como "polifonía", que acuñó Bajtlin). La literatura ergódica "exige un esfuerzo nada trivial para que el lector atraviese el texto y penetre en su sentido". La cita la extraigo de una intervención de Laura Borràs, investigadora de este tipo de literatura y que habla, por ejemplo, de "inmersión narrativa" y de "límites líquidos".

En la revista Quimera de septiembre publiqué un "Glosario para no iniciados", donde recolecto -con su respectiva cita-, y en ocasiones labro -aparecen sin referencia bibliográfica-, términos que ayuden a un acercamiento. Aquí 5/45:

Hiperfonía: Cuando en el proceso de creación de una obra polifónica intervienen varias conciencias, que coinciden en una misma intención para la obra final. Polifonía + polifonía = hiperfonía.

Hipermedismo: Género artístico y literario que explora las posibilidades de las plataformas tecnológicas para la combinación de la cualidad multimedia con la interacción del público.

Hipertexto: “Conjunto de documentos de cualquier clase (imágenes, texto, tablas, vídeos) conectados entre sí por medio de enlaces (...), fragmentos de información que podemos llamar lexias” (Janet H. Murray, 1999). Se puede “conectar un pasaje de discurso verbal a imágenes, mapas, diagramas y sonido tan fácilmente como a otro fragmento verbal” (George Landow, 1992) / La Biblia es el primer libro hipertextual de coautoría múltiple (aunque se atribuye a Dios): fragmenta su contenido en pequeños versos, de fácil ubicación gracias a la nomenclatura de “libros”, “capítulos” y “versículos”. Esta fragmentación y ordenamiento de la obra permite que se realicen lecturas colectivas sin necesidad de que cada lector posea la misma copia ni edición; es decir, escapa al número de página, que suele ser el indicador tradicional.

Literatura multimedia: Utiliza distintas artes para crear planos narrativos y poéticos, con los que transmitir su contenido. Rompe las fronteras entre las artes para combinarlas y presentarlas en una única plataforma. Los caligramas griegos, Technopaegnia, y los caligramas latinos, Carmina figurata, se consideran precursores de este tipo de escritura. En lo multimedia, el tiempo se ha fragmentado, ha perdido su cualidad unificadora, de ordenamiento del caos. El tiempo depende ahora del movimiento que sucede dentro del espacio que intenta medir.

Polifonía: Término utilizado en música para referirse a “un conjunto de sonidos simultáneos, en que cada uno expresa su idea musical, conservando su independencia”. Mijail Bajtlín fue el primer teórico en aplicar este concepto a la literatura, para definir la obra de Fiódor Dostoyevski, en la que “el lector conocía tantas perspectivas vitales como personajes principales había en los textos” (Wikipedia, 2009).

Entrada publicada por Doménico Chiappe
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jueves, 1 de octubre de 2009

Lectores digitales, e-paper y e-ink



Los lectores digitales (yo personalmente prefiero esta denominación porque los artefactos que hoy conocemos no son libros – al menos en el sentido unitario del término- sino lectores que pueden visualizar muchos libros) dependen de la tecnología disponible. Su desarrollo comercial masivo en el futuro, por muchas campañas de ventas que se hagan, también. Aunque se está avanzando en su mejora, aún queda bastante para que el lector digital cumpla con los requisitos que un individuo medio suele requerir para leer:

· Ligereza.
· Que no canse al leer y que esto ocurra en cualquier condición de luminosidad.
· Portabilidad (por ejemplo, que no necesite energía).
· Agilidad (por ejemplo que el pasar una página no sea una operación lenta debida al tiempo de refresco de la memoria).
· Robustez ante el uso ordinario (por ejemplo, que puede doblarse, flexionarse, que no se deteriore al caer).

No es sencillo conseguir todas estas cualidades (que curiosamente tiene el papel) desde un punto de vista técnico. Los primeros dispositivos se basaban en pantallas planas como las que tienen los ordenadores o las televisiones. Pero pronto se comprobó que no cumplían con gran parte de los requisitos: son frágiles, no se ven bien en cuanto el ángulo de lectura cambia, consumen mucha energía, producen calor, cansan la vista debido al mecanismo interno de visualización, etc.

La tecnología que está permitiendo avanzar en la creación de lectores digitales (e-books) es la que suele denominarse como “papel electrónico” (e-paper) o "tinta electrónica" (e-ink) aunque ni se trate de papel ni se trate de tinta.

Es una técnica que consume poco (al menos, muchísimo menos que una pantalla TDT o LCD), que no emite calor, que presenta un excelente contraste (por lo que puede leerse fácilmente) y que es robusta. Incluso, es relativamente económica de fabricar. Aún, sin embargo, presenta varios problemas. Por un lado, no es un sustrato flexible (no podemos arrollar el e-papel como el papel convencional), es lenta de refrescar y además no se ha desarrollado aún en color. Aún así ha supuesto un avance significativo.

¿Pero qué son el papel electrónico o la tinta electrónica?

Seguir leyendo….


Entrada publicada por Félix Remírez

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