La digitalización del signo lingüístico, el convertir las letras en señales eléctricas binarias, es una revolución que nos lleva a pensar en los hitos más espectaculares de la historia de la escritura. La sociedad, desconcertada, se debate en parangonar semejante revolución con la que produjo la invención de la imprenta o aquella precedente en la que algún brujo primigenio simbolizó con crípticos ideogramas las palabras sagradas que arrastran imperturbables las culturas ágrafas.
La importancia de este cambio de soporte no solo aparece plasmada en la presentación de este portal. A través del blog de Joaquín Rodríguez “Los futuros del Libro”, llego a un artículo de Jason Epstein: "On demand books", en el que precisamente hace una especie de retransmisión por escrito de las imágenes que vemos aparecer en dicha presentación: piedras, papiros, rollos, códices, libros impresos, hasta llegar a la situación actual. Parece haber unanimidad en atribuirle a este cambio de soporte una trascendencia evolutiva.
Pero según establece la tesis general del artículo así como la glosa de Joaquín Rodríguez, la literatura hunde sus raíces en algo más profundo que el soporte en que venga publicada. Por supuesto que estas innovaciones editoriales (piedra, papiro, imprenta...) condicionan la evolución de los cánones literarios en cuanto a argumento, dimensión, perdurabilidad... Probablemente no existiera la Iliada tal y como la conocemos sin la invención del papiro donde fue registrada por primera vez. Aquel avance tecnológico favoreció su compilación, su conservación, determinaría su forma... pero Aquiles ya estaba ahí y no necesitaba del papiro para existir ni para llegar a nosotros a través de cualquier clase de símbolo, en representación de esa dicotomía tan humana que se debate entre la vida mediocre o la muerte gloriosa ("vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver", dijo un Aquiles del siglo XX).
Los soportes han condicionado la literatura de cada época en la misma medida que la han condicionado otros avances científicos, tecnológicos, sociales, religiosos o institucionales. Pero ningún avance en particular, ni siquiera la suma de ellos, determina ese impulso literario primigenio que no es otro que la huida desesperada hacia delante de un escritor en la pretensión de transmitir lo inefable. [En un comentario al poema LITERATURA del enlace he improvisado una pobre traducción al castellano del poema de Gabriel Ferrater que motiva esta reflexión].
Lo que nos pasa a los que nos sentimos anonadados por la Literatura Electrónica (por usar el nombre que se le ha puesto a este portal), es que nos hemos dado cuenta de que el hipertexto introduce unos cambios en la maquinaria textual tan profundos como inéditos. Más radicales incluso que los que introdujo la imprenta porque mientras ésta modificó el régimen de producción y distribución de la escritura, el hipertexto modifica el régimen de retroalimentación entre la escritura y el lector. La tesis de Espen J. Aarseth sobre la "perspectiva cibernética" es de lo más lúcido que he podido leer sobre este punto, pero recientemente, nuestro colega Félix Remírez, nos brindaba un magnífico ejemplo de una de las posibles reglas de retroalimentación en su entrada "El control del tiempo en literatura digital".
Ante la evidencia de que la lecto-escritura hipertextual se regía de manera nunca vista en su interrelación texto/usuario-usuario/texto, surge una corriente, en la que yo mismo me he visto inmerso, que insiste en trazar una línea divisoria entre la secular experiencia lecto-escritora y la nueva manera ergódica de enfrentarse al artefacto textual. Es en este contexto donde aparecen divisiones como las que han surgido en este blog del tipo: libro digital / libro digitalizado, hipertexto / multitexto... y es en el contexto en que surge el apasionante debate, que espero que aquí sea tratado, sobre si el hipertexto es un género, un medio, un formato, si se trata de una innovación editorial, si puede ser una rama de la literatura o si es absolutamente otra cosa.
Pero lo cierto es que después de veinte años, las experiencias más ricas en lo que a narrativa ergódica se refiere (no vamos a tratar aquí cuánto hay de literario) han sido los videojuegos. No es de extrañar, pues las compañías que los producen son lo suficientemente potentes como para juntar la cantidad de especialistas necesarios para generar una narrativa digital atractiva y de calidad. Así, el propio Espen J. Aarseth admite inscribirse en en lo que denomina "games studies". El mismo control del tiempo del que nos hablaba Félix Remírez es un recurso usado constantemente en los videojuegos, y la inclusión desacomplejada de videojuegos en Golpe de Gracia de Jaime Alejandro Rodríguez, es uno de los aspectos que en mi opinión hacen de su propuesta algo tan interesante.
Esta usabilidad, esta jugabilidad, que además difiere en cada propuesta, es una de las grandes características del hipertexto. El otro gran elemento caracterizador de el artefacto es sin duda el hipervínculo. No es un elemento genuino en su uso pero sí en su inmediatez y practicidad, lo cual ha revolucionado el gran texto de la cultura sobre todo a través de ese gran hipertexto que es la WWW. Lo que ocurre es que en cuanto a sus cualidades narrativas no parece tener mucho éxito, pues si en una narración suele contar más el cómo se cuenta que lo que se cuenta, en el deambular rizomático del lector por los hipervínculos, ese cómo, queda en manos de cada uno de los lectores que se ve obligado a participar en la ardua y a veces tediosa labor de autor, sin poder disfrutar de la satisfacción de atribuirse la obra.
Así que por una parte tenemos una revolución en marcha e imparable en la relación del ser humano con el texto y por otra tenemos una indeterminación en la manera en que ese nuevo texto es usado por la literatura para cumplir su cometido prístino. Ni la ergodicidad de la escritura cibernética ni las facilidades que ofrece el hipervínculo están siendo fácilmente incorporadas a la cultura literaria. Esto es por supuesto una cuestión de tiempo y precisamente lo que hace tan interesante el debate en el que este nuevo portal se inscribe. Mi posición, cambiante, líquida e inestable se inclina ahora hacia una política de inclusión. Es decir: considerar "electrónico" todo aquel texto que se base en la electricidad, más allá de si ha sido concebido de la manera tradicional o incorporando estructuralmente todos los mecanismos que posibilita la digitalización de la escritura.
De lo que no me cabe la menor duda es de que la máquina de escribir ha muerto. En el futuro todos los escritores usarán la letra digital, y las peculiaridades y características de ésta irán incorporándose con naturalidad a los procesos de producción, recepción y del resto de agentes que conforman la institución literaria. Imagino una novela perfectamente tradicional con un párrafo de tinta digital en su interior, cambiante y colaborativo....
La literatura seguirá intacta como eco expansivo de las cavernas. Pero si la tinta ayudó a su fijación, el papiro a su extensión y la imprenta a su difusión, su digitalización puede llevarnos a cumbres insospechadas en un aspecto fundamental de la escritura: la comunicación. Al menos este blog parece ser un buen ejemplo de ello.
Yo por ahora espero ansioso el día que se decidan a sacar un soporte de lectura realmente cómodo, barato y con conexión a Internet.
Un saludo a todos.
Entrada publicada por Lluis Vila Soriano
Sí, señor. Muy bien dicho todo. Yo también espero un soporte cómo y sobre todo barato para dejar de ir con la Divina Comedia para arriba y para abajo.
ResponderEliminarEpstein dice que somos animales contadores de historias, tú te refieres a lo inefable de la literatura. Esas historias y esa inefabilidad pueden contarse con imágenes, arte cinematográfico, o en palabras, arte literario. Ambos tienen normas muy estrictas para producir sus efectos (capturar la atención y emocionar, fundamentalmente).Yo creo que la ciberliteratura no debe ser un híbrido de artes visuales, sonoras y textuales si quiere seguir siendo literatura, es decir, si quiere seguir construyendo un mundo ficticio con palabras. Toda obra electrónica debe sufrir la prueba del despojamiento: quitarle todo, dejar sólo palabras y ver qué sobrevive.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo contigo en que para que haya literatura la obra debe sufrir la "prueba del despojamiento". Es la razón que esgrimía el otro día un compañero mío y profesor de literatura actual en la UV para argumentar que no toda obra teatral ha de ser literaria. Shakespeare hacía literatura, según él, porque un hombre desnudo en un escenario vacío podía hacernos llegar la totalidad de la obra, en cambio La Fura dels Baus, por ejemplo, basan su espectáculo en las "artes escénicas", y como tú dices, no crean un "mundo ficticio solo con palabras".
ResponderEliminarSospecho que en el "arte" (por usar un término generalista) digital ocurre algo parecido. Una obra digital puede ser literaria o puede basar su artisticidad en la programación y uso desautomatizado de los recursos digitales. Aquí aparecen las terminologías de tipo Net.Art, Videolit, ciberdrama... pero el teatro es un término general que aglutina muchas posibilidades escénicas. ¿Nos interesa a nosotros atomizar los apartados en los que dividimos el arte digital? ¿dentro de cien años, alguien percibirá la diferencia entre arte y arte digital?
No lo sé, son preguntas para la reflexión.
Estimado Lluis Vila Soriano, si asististe al congreso de Mitos en la UAB en 2006, urge contactes con nosotros, se están publicando las actas en editorial Iberoamericana y necesitamos unos datos. Mauricio.Zabalgoitia@gmail.com
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