Aprovechando la oportunidad que me brinda Juan José Díez de participar en este emocionante espacio, voy a permitirme exponer con brevedad las líneas que conforman mi actual campo de investigación.
El primer foco de interés se relaciona con el contenido “textual” de la literatura contemporánea. Con cómo la sociedad de la información, con su profusión de datos interconectados, su propensión a la comunicación y facilidad de intervención en la esfera pública, afecta a los gustos e inquietudes de los receptores y a los hábitos de los escritores (un subgrupo del primero que tiende, en cierta medida, a la identificación con éste). Me refiero a una praxis literaria que denominaré "literatura de lo real".
En la medida en que los contenidos que hallamos en Internet dejan de ser curiosidades subidas a título personal por tecnófilos entusiastas, como pudo ser en sus comienzos el proyecto Gutenberg, y pasan a ser los fondos privilegiados de la documentación “real” , el individuo adquiere como lector una capacidad potencial de investigación inusitada tanto en la recopilación de datos fidedignos como en el acceso a material testimonial sin filtrar. La inmediatez con la que cualquier persona puede acceder, por ejemplo, al contenido del Boletín Oficial del Estado a través de Internet (el único medio de acceso desde que recientemente ha dejado de imprimirse en papel), o al material docente que la profesora X utilizó en su clase de 4º de la ESO el 14 de diciembre de 2008, coloca al individuo, en tanto que lector, en una posición inédita estrechamente vinculada a la digitalización de la escritura. Al mismo tiempo, esa digitalización, facilita de tal modo la publicación de contenidos y la creación de nuevos vínculos intertextuales, que queda inevitablemente desdibujada la línea que separa al autor del lector. La persona que hoy en día se enfrenta al “gran texto de la cultura” (en los términos barthianos que tan fructíferos ha resultado para la crítica hipertextual) a través de Internet, lo hace de manera distinta a la tradicional: tiene acceso inmediato a las fuentes documentales de aquello que lee, a las localizaciones específicas, a las opiniones de otros lectores, en muchos casos, al contacto directo con el autor... y además, su mero recorrido ergódico y no convencional lo hace coautor en mayor o menor medida, pero en todos los casos, del documento que explora. Obras como The file room de Antoni Muntadas, concebida como un diálogo abierto y ampliable con el espectador en forma de archivo histórico de la censura; la webnovela de Juan José Díez sobre la figura del escritor Juan Valera, enlazada a través de la web con las fuentes de documentación y todo el material gráfico y audiovisual del que se nutre; la revisión de textos clásicos como la Biblia que propone Google Maps a través de sus localizaciones más significativas; los blogs personales de autores, como el de Juan José Millás, en el que tenemos acceso a una parcela íntima de sus inquietudes, pero sobre todo de su relación con la web... son obras en las que el papel del lector dista mucho de la actitud pasiva y sumisa que reclama la literatura tradicional. Literatura de lo real, del mundo de la vida (recordando a Habermas) si se prefiere, es un apelativo posible para definir esta tendencia generalizada en la narrativa contemporanea. Se establecen unas relaciones con el mundo sin mediación alegórica, unas interrelaciones casi más del orden de lo personal que de lo literario o ficcional, un descubrimiento empírico del mundo que rompe definitivamente con el saber heredado propio de etapas previas a la modernidad. Se trata de una estrategia que observo demasiado a menudo en todo tipo de textos, no solo en los destinados a ser decodificados por Internet.
Intentaré matizar lo que entiendo por Literatura de lo real: no todo documento que consigue o pretende tender un puente entre el receptor y la realidad (sea ésta personal o documental) puede formar parte de esta Literatura de lo real. Con la palabra “literatura” quiero significar que se trata de textos que guardan cierta intención comunicativa estética, que se inscriben en un ámbito de uso artístico o literario. Por otro lado, la palabra “real”, no hace referencia a una “apariencia de real”, como ocurre en el realismo, ni a una intervención en la realidad con finalidad artística como puede ocurrir en los happenings o las performances vanguardistas. Con “real” nos referimos, por ejemplo, a la página 502 del diccionario de autoridades de 1737 microfilmada de su edición original. La última parte de Naked Lunch de William Burroughs, en la que el autor nos narra en un tono desapasionado sus experiencias personales como adicto a ciertas sustancias, se acercaría a este tipo de estrategia literaria; también lo haría el reality show en el que el hambre, las relaciones, las frustraciones, etc. de los personajes, pueden no ser fingidas. Por otro lado también encontramos, fuera de Internet, tendencias a esta Literatura de lo real en su vertiente menos personal y más documental. Leo en una interesante reseña al último libro de Jorge Volpi, Mentiras Contagiosas, estas palabras del escritor mejicano: “En estos momentos uno de los caminos más seguros de exploración es la simbiosis entre ficción y ensayo”. Y no es ningún secreto la relación difusa que tanto la literatura ha tenido con la ciencia como la ciencia con la literatura durante las últimas décadas. Se trata por tanto de una estrategia narrativa bien conocida.
Todo texto nativo de la Red, con una mínima intención comunicativa del orden de lo artístico o literario, que fluya según la naturaleza de ésta (sin limitaciones artificiales del tipo “copyright”, acceso restringido, libertad de modificación...), establece, inevitablemente, un diálogo con lo real a través de sus vínculos y de su propio formato. Y lo hace, además, de una manera mucho más profunda que en la literatura o ficción en los medios tradicionales ya que, mientras en los ejemplos antes citados se usa una plataforma que no nace precisamente con este propósito (novela, televisión...) en la que se vuelca una estrategia simulada de realidad personal o documental, Internet, y muy especialmente la WWW, son fruto, precisamente, del interés por conectar entre sí a las personas reales con sus nombres y apellidos para establecer un intercambio de datos útiles a la investigación científica.
Entrada publicada por Lluis Vila Soriano
Tecnologías literarias
miércoles, 30 de septiembre de 2009
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Esta herramienta permite una capacidad de acceso, divulgación e investigación como nunca antes se había dado.
ResponderEliminarPor eso mismo es necesaria, cada vez más, una capacidad de gestión de todo este volumen de datos. Ése es el gran reto en estos momentos.
Y, lo más interesante, ni siquiera sabemos dónde nos llevará todo esto.