viernes, 10 de diciembre de 2010

Narración interactiva: un oximorón



     Traduzco aquí a vuela pluma el artículo publicado anteayer en su blog por Nicholas Carr, Interactive storytelling: an oxymoron. En él se tratan cuestiones polémicas con planteamientos claros, no siempre frecuentes en los debates de literatura electrónica. Me parecen especialmente interesantes sus ideas sobre la insustancialidad de la narrativa colaborativa, el mito del lector tradicional como sujeto pasivo o el diagnóstico de por qué la literatura digital se está enajenando la estima de los lectores de historias. Naturalmente, al ser un artículo que responde polémicamente a otro, habría que matizar o discutir algunas de sus ideas. Invito a esta saludable tarea a quienes lo lean.

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    "Craig Mod está ansioso por el futuro de la narrativa literaria. "Con los medios digitales" escribe en The Digital Death of the Author, un artículo que forma parte de las New Scientist "Storytelling 2.0" Series, "la una vez sagrada naturaleza del texto ya no es sagrada. En su lugar, nosotros podemos cambiarlo continuamente y en tiempo real". La E-narrativa es a la narrativa, dice él, lo que la Wikipedia es a una enciclopedia impresa. Y eso es una buena cosa:
"El cambio más grande no ocurre en la forma que toman las historias sino en el proceso mismo de la escritura. Los medios digitales cambian los libros porque cambian la naturaleza de la autoría. Las historias ya no tienen que terminar "completamente realizadas"... En última instancia la autoría se convierte en una colaboración entre escritores y lectores. Los lectores pueden editar y actualizar las historias, o bien pasivamente en los comentarios de blogs o activamente por medio de interfaces tipo wiki."
    ¿Suena esto familiar? Debería sonar. En los años 80 y a principios de los 90, cuando los ordenadores personales eran nuevos y sus pantallas aparecían a los teóricos de la literatura como lienzos vírgenes, hubo una enorme excitación acerca de las posibilidades de los medios digitales para revolucionar la narrativa. El entusiasmo se centraba en  aquel entonces en el hipertexto y el multimedia, más que en las herramientas colaborativas de Internet, pero la idea era la misma, la retórica de la "muerte del autor". Al "liberar" al texto de la página, los medios digitales borrarían la línea entre el lector y el autor, estimulando una profusión de nuevas formas interactivas de expresión y narración literarias. Como escribieron George Landow y Paul Delany en su introducción a la influyente obra colectiva Hypermedia and Literary Studies:
"En la medida en que el texto estaba ligado indisolublemente a medios físicos, los lectores y escritores daban por supuestos tres atributos cruciales: que el texto era lineal, limitado y fijo".
     El ordenador rompería esa estructura estática, permitiendo al texto convertirse en algo como "una malla interconectada, un diagrama arbóreo, un anidamiento de cajas chinas o simplemente una red".  Eso a su vez cambiaría "las fronteras entre las obras individuales así como las que existen entre el autor y el lector" superando "ciertas nociones de propiedad autorial, identidad autorial y texto físicamente aislado".
     Entonces, como ahora, la celebración de la idea de escritura interactiva se fundaba más en una ideología popular de emancipación cultural que en una evaluación crítica de la expresión artística. Reflejaba el anhelo de un tipo radical de democratización cultural, la cual requería que "el autor" fuera derribado de su pedestal y quedara contemplado como un accidente histórico, un subproducto ahora dispensable de la tecnología de la imprenta, la cual había servido para grabar la tipografía, y con ella las historias, sobre la página. El autor era el padre al que había que matar antes de que la cultura pudiera ser liberada de sus grilletes patriarcales y elitistas.
     La capacidad de los ordenadores para la escritura comunitaria e interactiva no es, pues, nada nuevo. Las herramientas digitales para la escritura colaborativa datan de hace veinte o treinta años. Y sin embargo la narración interactiva nunca ha despegado. La novela hipertextual en particular resultó ser un fracaso total. Cuando leemos historias, seguimos leyendo las que está escritas por autores individuales. La razón para el fracaso de la narración interactiva no tiene nada que ver con la tecnología y tiene todo que ver con las historias que se cuentan. La narración interactiva no se ha hecho popular - y nunca se hará popular - porque produce una porquería de historias que nadie quiere leer. Esto no es sólo el resultado de la escritura colaborativa o "en comité" (me gustaría poner aquí un enlace al espantoso engendro de Penguin Books en 2007 con su wikinovela, pero afortunadamente ha sido retirado de la web). El acto de leer una historia es muy diferente, y últimamente incompatible con el acto de escribir una historia. El estado de un lector no es un estado de pasividad como es frecuente y a menudo absurdamente sugerido, sino un estado de reposo que es algo muy distinto. Para entrar en una historia y conseguir el tipo de inmersión que produce disfrute y compromiso emocional, el lector tiene que abandonar no sólo el control, sino el deseo de imponer el control. Lectura y autoría son diferentes, aunque estados mutuamente necesarios, como el ying y el yang. Tan pronto como el lector empieza a juguetear con la narración - tomar el papel autorial - el encanto de la historia se rompe. La historia deja de ser una historia y se convierte en un trasto artificioso.
     Lo que nosotros valoramos realmente como lectores de una historia es lo que Mod llama despectivamente "la  realización completa" - el diseño meticuloso y detallado de una trama intrigante, personajes creíbles , diálogos, escenarios y acciones que se sientan verdaderos (aunque sean fantásticos) y  todo eso cosido de manera continua con una prosa feliz. Más de un único autor puede implicarse en este acto de creación artística - un buen editor u otro colaborador pueden hacer contribuciones decisivas - pero esa creación debe llegar al lector como una armoniosa totalidad (incluso aunque salga por capítulos).   
     Coincido con Mod en que el cambio en los libros de la página a la pantalla cambiará el modo en el que leeremos los libros y por tanto, a la vez, el modo en el que los escritores los escribirán, pero creo que su análisis de cómo estos cambios tendrán lugar está mal enfocado. (Ver también el post de Alan Jacob que cuestiona otra de las afirmaciones de Mod). Un artículo de enciclopedia utilizable puede, como Wikipedia nos demuestra, ser construido "continuamente y en tiempo real", por un grupo disperso de escritores y editores en varias especialidades. Pero es una falacia creer que lo que funciona en una enciclopedia también servirá para una novela o un cuento. Nosotros leemos y evaluamos los artículos de una enciclopedia de una manera completamente diferente de cómo leemos y evaluamos las historias. Un artículo de enciclopedia puede ser "suficientemente bueno"; una historia tiene que ser buena."
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     Carr es autor del influyente artículo Is Google Making Us Stupid?. En su obra más reciente, The Shallows, trata de fundamentar en detalle las polémicas afirmaciones de ese escrito. En cualquier caso, sus ideas no dejan indiferente a nadie: por unos, considerado como un profeta catastrofista que engaña sobre los efectos demoledores que tiene Internet en nuestros hábitos cognitivos; por otros, contemplado como el apóstol iluminado que  marca el camino para no caer en las tentaciones de la Edad de la Distracción.

Entrada publicada por Juan José Díez

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2 comentarios:

  1. Dos cosas:
    1) Ya lo había dicho Marie-Laure Rayan: mientras la imaginación y el ejercicio hipertextual / hipermedial se empeñen en "emular" los terrenos de la narración tradicional, (la mayoría de) sus productos estarán condenados al fracaso.
    2) Hay que trabajar entonces sobre las mejores posibilidades estéticas que ofrecen las tecnologías digitales interactivas (también esto lo ha dicho ya Steven Holtzman), entre las cuales la creación colectiva es todo un reto (ver David Casacuberta, Teresa Marín y Pierre Levy, entre otros).
    Al respecto, Levy creo que ha acertado cuando afirma que el artista de la cibercultura es quien (individual o colectivamente) desarrolla mundos virtuales donde puedan ocurrir acontecimientos de creación colectiva, incluso son quienes gestionan el intelecto colectivo para el cual ocurrirán esos acontecimientos.
    Es decir, el asunto es un cambio de paradigma que implica no sólo nuevas posibilidades estéticas, sino cognitivas, semióticas y sociales.

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  2. Magnífica referencia. Muchas gracias por seguir ahí.

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