lunes, 25 de enero de 2010

¿Cambiará nuestro cerebro?



     Joaquín Rodríguez en su blog Los futuros del libro comenta y resume el reportaje aparecido en el periódico alemán Die Zeit, titulado “La serenidad necesita tiempo", sobre los efectos que el bombardeo digital tiene en nuestras capacidades intelectuales. Los estudios de neurólogos y sociólogos advierten de los peligros que corre un cerebro sometido a la infoxicación y a la procastinación. Merece la pena leerlo.
Entrada publicada por Juan José Díez

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3 comentarios:

  1. Sugerente. Los estudios confirman que las nuevas relidades influyen en el cerebro. Hasta ahora se ha adaptado, especialmente porque la velocidad de los cambios era asumible. ¿Dejará de serlo en algún momento? ¿Si no lo es, provocará dependencia de máquinas que adapten las circunstancias? ¿Interesará invertir en una tecnología no asumible como bien de consumo? ¿Se dividirá la tecnología -mas que ahora- en una fácilmente asumible y otra que se filtrará hacia núcleos que puedan manejar mejor los cambios?
    Es curioso que ante estas cosas tengamos más preguntas que respuestas.

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  2. Esto me recuerda tres referencias que apuntan a lo mismo: la observación de que nuestro cuerpo se está quedando atrás frente a las condiciones exigidas por nuevo ambiente socioténcio. Lo que sucede, como en todo, es que el asunto tiene dos caras: la apocalíptica y la esperanzadora. En el primer caso, nada mejor que el libro de Paula Sibila: el hombre posorgánico, donde la autora denuncia la estrategia del capitalismo postindustrial de bioformar nuevos cuerpos y almas para garantizar su efectividad. Pero también está la idea de Roman Gubern de que nuestros cuerpos, ya adaptados al nuevo ambiente, van a liberarse de muchas ataduras de su forma actual, y menciona específicamente la liberación erótica (el eros electrónico es el nombre de su libro). Finalmente, en "web 2.0", Fernando Saéz Vaca nos advierte de la emergencia de un fenómeno "creciente, pero impreceptible ("el cambio de las estructuras mentales, y por tanto de las formas de inteligencia, de un número rápidamente creciente de nuestros cachorros humanos), al que nos urge atender, menos con alarma y más con celeridad, para no ahondar la verdadera brecha digital.

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