lunes, 28 de febrero de 2011

El Museo de las Consciencias


     El Museo de las Consciencias es un trabajo colectivo para el “Commonplace Book Project” realizado por Mel Hython, Santiago Eximeno, Urbatain, Grendel Khan y Depresiv.
     En 2007, Peter Nepstad inicia una colaboración con el Maison d’Ailleurs, Musée de la science-fiction, de l’utopie et des voyages extraordinaires, un museo situado en Suiza, con motivo de una exposición basada en el ‘Commonplace Book’ de H.P.Lovecraft. Este libro era un cuaderno de anotaciones en el que el escritor apuntaba bocetos más o menos terminados de argumentos para sus narraciones.
     La colaboración consiste en escribir obras de ficción interactiva basadas precisamente en estas anotaciones. Peter Nepstad hace extensiva esa invitación a toda la comunidad internacional de ficción interactiva. Diversos países intervienen escribiendo obras en sus lenguajes nativos. Esta es precisamente la aportación hispana al proyecto, un trabajo producto de la colaboración entre cinco autores: Mel Hython, Santiago Eximeno, Grendel Khan, El Clérigo Urbatain y Depresiv.

El juego

    Puedes jugar al Museo de las Consciencias desde la web; también puedes descargarlo desde su página wiki en el CAAD. Si eres usuario de Windows, la opción más sencilla es descargar y ejecutar el instalador para Windows.

Material adicional


Introducción:
    Tu padre te abandonó cuando aún no tenías uso de razón. Te dejó en una casa en la cima de una pequeña colina, al cuidado de dos mujeres siniestras, eternamente vestidas de negro. Te abandonó a los rincones oscuros, a las alargadas sombras de la vieja casa, a los silencios y al tedio. Puede que tu padre haya muerto en algún lugar allá fuera. Esperas y deseas que haya sido así.
   Esas extrañas mujeres (que dicen ser tus tías, aunque nunca las has podido sentir como parte de tu familia) siempre te trataron con la misma veneración que se debería a un ídolo extraño y precioso… con un cuidado casi temeroso. Te contemplaban sin decir nada, aún cuando creías que habías logrado evadir su constante e indiscreta vigilancia. Sus ojos vidriosos te observaban desde lo más oscuro de los pasillos o entre las rendijas de los muros. De la misma manera en la que se vigila el crecimiento de alguna carísima planta.
     A veces, en los momentos en los que te sorprendían en mitad de las actitudes más extrañas – cuando observabas con una cierta atención morbosa el cadáver de un gato atropellado en una carretera, o cuando permanecías sentado durante horas en mitad de una habitación oscura – te lanzaban miradas de satisfacción. “Cada vez se parece más a su padre…”.
    Cuando llega el día de tu decimotercer cumpleaños, ves a una extraña figura acercarse a lo alto de la colina. Logras adivinar su tétrico aspecto a través de la ventana, embutido en una negra capa que recubre como un caparazón su voluminoso cuerpo. Y su rostro. Un rostro inexpresivo y muerto. Como de cera.
    Les ves (a él y a las dos mujeres) permanecer en silencio en el interior de una de las habitaciones de la casa. Pese al tiempo que has estado vigilándoles, no has logrado ver a ninguno de ellos despegar sus labios para decir nada. Como si no necesitaran de las palabras para comunicarse…
    En determinado momento, una de las mujeres se acerca a ti y te lleva de la mano junto a ese hombre. “Por fin está todo listo”, dice la mujer con un tono lleno de orgullo. “Nuestra tarea ha terminado. Ha llegado el momento de que conozcas a tu padre.” “¿Mi padre?”, piensas, “¿ha estado vivo todo este tiempo? ¿Y cómo es que no ha venido nunca a por mí?”.
     Ese rostro inexpresivo, casi inhumano, te mira de tal forma que sabes que no te queda otra opción que seguirle allá a donde quiera llevarte. “Vamos”, dice. “Tenemos que comenzar con los preparativos. Tu padre va a venir muy pronto”.
     Le sigues a través del oscuro y retorcido bosque, primero, y de las estrechas callejuelas de un pueblo abandonado, después. Avanza con tal velocidad que tus cortas piernas están a punto de perderle de vista por momentos…
    …pero finalmente llegáis a vuestro destino. Un estrecho callejón, y en él, la entrada a un museo. “Entra”, dice, sin despegar apenas sus labios. “Ahí dentro te espera tu padre. En el interior de este museo, él tiene dos habitaciones. Una es verdadera. La otra falsa. Sólo cuando sepas verdaderamente quién es tu padre, alcanzarás a penetrar en la habitación real.”
Entrada publicada por Xavi Carrascosa en Yonostudio

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