Los editores no hacen estudios de mercado. No es por avaricia ni por falta de profesionalidad; es, sencillamente, porque nunca han pensado que hacen productos para la gente, como en cambio les sucede a quienes idean y elaboran electrodomésticos, pipas, o dispositivos de lectura. Lo más lejos que llegan los editores en la imaginación de su negocio es a la puerta de la librería. Aun así, existen empresas como, por ejemplo, R. R. Bowker, que viven de hacer estudios de mercado para el sector del libro. Sus informes se publican en los medios especializados, merecen comentarios e incluso informes de informes, como el que Jim Milliot publicó el 14 de abril en Publishers Weekly, la destronada Biblia del sector.
No he tenido acceso al informe de Bowker, porque es de pago y resulta un lujo inalcanzable si uno no es, por lo menos, RandomHouse; pero los informes del informe dicen así:
En los Estados Unidos, que es el lugar de donde nos llegan las noticias y bien haríamos en conocerlas, en 2009, los títulos publicados por sus propios autores, editores improvisados y zombies (emprendedores dedicados a la puesta en venta de obras que están en el dominio público, ya sea en forma de ebooks o de ediciones bajo demanda) casi triplicó las novedades kosher (o jalal, como uno prefiera) de toda la industria editorial organizada.
- 764.448 títulos fueron libros publicados por sus propios autores; por editoriales mínimas de nicho sin pasado ni futuro reconocibles; por vanity presses, o por zombies que aprovechan el dominio público.
- 288.355 títulos salieron de lo que todavía se considera "la industria editorial" establecida que, de aquí en más, llamaremos "tradicional".
- Los títulos de narrativa vieron su segundo año consecutivo de caída y solo sumaron, en esta ingente producción, 45.181 títulos.
- Todas las tiradas se redujeron, menos en los títulos del subgénero "infantil y juvenil", aunque también aumentó la cantidad de novedades.
- De la edición no tradicional, responsable de 764.448 objetos que se reputan de "contenido", la cosecha ha estado sobre todo teñida de biografías, autobiografías, testimonios, crónicas subjetivas, consejos, más autobiografías y más consejos e historias de familia. Tampoco faltan, y hasta son numerosas, las historias de éxito o infortunio personal.
- El crecimiento de la producción, con respecto al año anterior, es del 87 %.
Opinadores doctos como Mike Shatzkin nos conminan a digitalizarnos o perecer, pero también nos advierten que la digitalización en sí misma no es solución. La explosión de contenidos de la que somos testigos y hacedores, con la consecuente devaluación de los mismos, ha transformado el lugar de llegada de nuestras migraciones en un bajío, adonde nos hemos echado de cabeza sin contar con que los lodos habían crecido y escaseaba el agua.
Las redes sociales, de las cuales viven tantísimos expertos en márketing viral, por el momento no hacen más que reproducir lo que sucede en el mundo biológico: el inquietante efecto longtail que estudia la física estadística. Sin ir más lejos, la reciente campaña de Dosdoce para el Día del Libro en Twitter (#1libro1tweet) arroja como resultado de las libres e impolutas preferencias "comunitarias" los mismos títulos anunciados como best-sellers por la más grande librería online en español, La Casa del Libro, propiedad de Planeta.
La marea está baja y no parece buen momento para zarpar. Sin embargo, tampoco es el día de las trompetas finales. Si somos incapaces de sostener al librero de cabecera que siempre fue nuestra razón de ser y si tampoco basta con huir hacia la digitalización, ¿no sería el momento de dejar tanta agitación y pensar qué está pasando y en qué consiste esta profesión y este negocio de editor?
Entrada publicada por Julieta Lionetti en Libros en la nube
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