Que la escritura y la literatura han resultado decisivas en el desarrollo de la cultura humana me parece poco discutible. Independientemente del soporte, la transmisión de conocimientos, reflexiones, comportamientos sociales, valores y creencias a través del lenguaje escrito es consustancial con el progreso. La escritura y los libros son valores fundamentales de la educación y ésta lo es del avance humano, técnico y cultural. Por ello, cualquier cambio en la escritura y en la forma en que los seres humanos escriben sobre sus experiencias, sus vivencias, sus ideales, sus temores, sus sueños y sus formas de concebir el mundo – en definitiva, el fundamento de la literatura- afecta al propio mundo y a la humanidad. La literatura, para bien o para mal, es conformadora de la cultura de la sociedad como la concebimos y del progreso. La literatura es un mecanismo para la construcción cultural. La literatura no sólo es reflejo de la identidad humana sino que modela dicha identidad.
Así, si la tecnología digital, está cambiando (o puede cambiar) el modo en que leemos, ello implica que también cambiarán la sociedad y el mundo. El que ésto sea bueno o malo va a depender muy mucho de cómo se encauce dicha tecnología. De igual modo que la energía atómica puede ser desastrosa cuando se concreta en una bomba nuclear pero beneficiosa cuando se manifiesta como un scanner médico, lo digital puede también tener efectos beneficiosos o adversos en función de la concreción práctica de la misma. Imaginemos, por ejemplo, un escenario extremo en que todos los seres humanos reciben la información exclusivamente por vía visual y oral, sin ninguna escritura de por medio. Imaginemos la desaparición de la literatura, del texto, del alfabeto (cualquiera que sea el soporte) en pro de la entronización divina de la televisión. Creo que compartiremos la idea de que ello sería perjudicial para la raza humana. El alfabeto, la escritura, la transmisión reflexiva y profunda – y no sólo superficial - del conocimiento, la literatura, han sido conquistas logradas a través de milenios cuya pérdida resultaría probablemente dramática.
Aceptando, entonces, que la escritura debe seguir siendo un pilar fundamental en el progreso humano, se acordará también que es la literatura la herramienta que más incide en modelar una sociedad, en crear una forma de concebir la vida, en fomentar el análisis crítico, en liberar al hombre de ideas preconcebidas y falsas, en desarrollar la mente. Asimismo, el desarrollo técnico es deudor de la literatura técnica que no sólo es la que se plasma en fórmulas y planteamientos algebraicos sino que, sobre todo, la que explica los porqués, los razonamientos subyacentes, las ideas y las dudas que llevaron a las hipótesis científicas, en definitiva, de la filosofía razonada y escrita. Sea, pues, que la literatura conforma el mundo en una u otra medida.
Caben dos aproximaciones al futuro en lo que concierne a la literatura. Una es que ésta se adecúe a la evolución del mundo, cualquiera que ésta sea. La otra es que la literatura modele el mundo y nos modele a nosotros. Pienso que la segunda es la válida porque lo contrario no sería literatura sino una mera recolección de actas notariales de una realidad que nos arrastra.
Los estudios neurológicos avanzados están apuntando la hipótesis- cada vez más oída- de que la lectura en pantalla, a través de la red, está modificando nuestro cerebro, nuestro comportamiento neuronal ante la información. Yo personalmente tengo dudas de que ésto sea así porque pienso que la evolución humana requiere mucho más tiempo que el brevísimo impacto de dos décadas de ordenadores y creo, más bien, que se trata de un problema de educación similar al que ha podido haber en otras épocas. No obstante, aceptemos, como apuntan los neurólogos, que nuestro cerebro está efectivamente cambiando en lo que se refiere a la lectura. En una reciente entrevista con el laureado novelista Cormac McCarthy éste señalaba:
The 800-page books that were written a hundred years ago are just not going to be written anymore and people need to get used to that. If you think you're going to write something like "The Brothers Karamazov" or "Moby-Dick," go ahead. Nobody will read it. I don't care how good it is, or how smart the readers are. Their intentions, their brains are different. (Los libros de 800 páginas que se escribieron hace cien años no se van a escribir más y la gente debe acostumbrase a este hecho. Si usted piensa que va a escribir algo como “Los hermanos Karamazov” o “Moby Dick”, adelante, hágalo. Pero nadie lo leerá. No importa lo bien que lo haya escrito o lo inteligentes que sean los lectores. Sus propósitos, sus cerebros son diferentes.)
Así, si la tecnología digital, está cambiando (o puede cambiar) el modo en que leemos, ello implica que también cambiarán la sociedad y el mundo. El que ésto sea bueno o malo va a depender muy mucho de cómo se encauce dicha tecnología. De igual modo que la energía atómica puede ser desastrosa cuando se concreta en una bomba nuclear pero beneficiosa cuando se manifiesta como un scanner médico, lo digital puede también tener efectos beneficiosos o adversos en función de la concreción práctica de la misma. Imaginemos, por ejemplo, un escenario extremo en que todos los seres humanos reciben la información exclusivamente por vía visual y oral, sin ninguna escritura de por medio. Imaginemos la desaparición de la literatura, del texto, del alfabeto (cualquiera que sea el soporte) en pro de la entronización divina de la televisión. Creo que compartiremos la idea de que ello sería perjudicial para la raza humana. El alfabeto, la escritura, la transmisión reflexiva y profunda – y no sólo superficial - del conocimiento, la literatura, han sido conquistas logradas a través de milenios cuya pérdida resultaría probablemente dramática.
Aceptando, entonces, que la escritura debe seguir siendo un pilar fundamental en el progreso humano, se acordará también que es la literatura la herramienta que más incide en modelar una sociedad, en crear una forma de concebir la vida, en fomentar el análisis crítico, en liberar al hombre de ideas preconcebidas y falsas, en desarrollar la mente. Asimismo, el desarrollo técnico es deudor de la literatura técnica que no sólo es la que se plasma en fórmulas y planteamientos algebraicos sino que, sobre todo, la que explica los porqués, los razonamientos subyacentes, las ideas y las dudas que llevaron a las hipótesis científicas, en definitiva, de la filosofía razonada y escrita. Sea, pues, que la literatura conforma el mundo en una u otra medida.
Caben dos aproximaciones al futuro en lo que concierne a la literatura. Una es que ésta se adecúe a la evolución del mundo, cualquiera que ésta sea. La otra es que la literatura modele el mundo y nos modele a nosotros. Pienso que la segunda es la válida porque lo contrario no sería literatura sino una mera recolección de actas notariales de una realidad que nos arrastra.
Los estudios neurológicos avanzados están apuntando la hipótesis- cada vez más oída- de que la lectura en pantalla, a través de la red, está modificando nuestro cerebro, nuestro comportamiento neuronal ante la información. Yo personalmente tengo dudas de que ésto sea así porque pienso que la evolución humana requiere mucho más tiempo que el brevísimo impacto de dos décadas de ordenadores y creo, más bien, que se trata de un problema de educación similar al que ha podido haber en otras épocas. No obstante, aceptemos, como apuntan los neurólogos, que nuestro cerebro está efectivamente cambiando en lo que se refiere a la lectura. En una reciente entrevista con el laureado novelista Cormac McCarthy éste señalaba:
The 800-page books that were written a hundred years ago are just not going to be written anymore and people need to get used to that. If you think you're going to write something like "The Brothers Karamazov" or "Moby-Dick," go ahead. Nobody will read it. I don't care how good it is, or how smart the readers are. Their intentions, their brains are different. (Los libros de 800 páginas que se escribieron hace cien años no se van a escribir más y la gente debe acostumbrase a este hecho. Si usted piensa que va a escribir algo como “Los hermanos Karamazov” o “Moby Dick”, adelante, hágalo. Pero nadie lo leerá. No importa lo bien que lo haya escrito o lo inteligentes que sean los lectores. Sus propósitos, sus cerebros son diferentes.)
Algo no diferente de lo que anda defendiendo, como predicador en el desierto, Nicholas Carr cuando afirma que Google nos puede volver estúpidos (como puede leerse aquí y aquí).
Básicamente, estos cambios se fundamentan en que aparentemente nuestros cerebros se están acostumbrando a fijar la atención exclusivamente de manera breve, fugaz, relampagueando de información a información, saltando de una cosa a otra sin profundizar en ninguna, a la multitarea superficial, a la fragmentación, al titular rápido e impactante. Y, al contrario, estaríamos perdiendo capacidad de concentración, de reflexión, de atención continua, de conseguir aislarnos del ruido externo para trabajar sobre un punto concreto o para leer despacio. Una tendencia que viene definida, sobre todo, por intereses comerciales. Los fabricantes de hardware y software necesitan esa fugacidad, precisan que todo sea breve, que los dispositivos no sirvan sólo para una cosa sino para muchas (aunque luego apenas se usan las posibilidades existentes), que se desarrollen y se vendan millones de aplicaciones y juegos diferentes, que cada mes sea necesaria una nueva prestación que justifique más cacharrería y más aplicaciones.
Llegamos aquí a las grandes decisiones. A los dos grandes escenarios. En el primero, esta tendencia “comercial” nos arrastra. En este contexto, por ejemplo, las tabletas tendrán todas las de ganar. Los lectores como el Kindle perderían la batalla porque sólo sirven para leer (y, encima, con ventajas nada claras respecto al papel) y el libro tradicional también la perdería. Los ordenadores, las apps, las tabletas, los dispositivos móviles vencerían: sirven precisamente para saltar de aquí a allá, para navegar por sitios dedicando sólo unos segundos o minutos a cada uno, para llamar por teléfono entre lectura y lectura, para bailar nuestra atención entre vídeos, músicas, titulares, recibiendo mensajes continuos de las redes sociales a los que hay que atender aquí y ahora… y, precisamente, el que sus pantallas no estuviesen optimizadas para leer y el que causaran cansancio visual no tendría importancia porque no se usarían para leer pausada y profundamente. En este mismo escenario, la literatura – tanto la digitalizada como la digital- debería modificarse sustancialmente. Serían textos fragmentados, de pocos capítulos y además cortos, con tramas simplificadas, historias que no se desarrollan, breves pinceladas de los personajes, mini textos, cuentos hiperbreves, una literatura de spot, historias tipo anuncio, condensadas, fragmentadas, de retazos, de consumo rápido, con aspecto más de película que de escritura. ¿Es esto malo? Se dice que lo breve si bueno, dos veces bueno. El problema es que todo no puede ser breve, que esa brevedad obligada dejará fuera gran parte del pensamiento más rico y profundo del ser humano. El problema es que se reduciría la riqueza de lenguaje (no hay más que ver el nivel de los SMS), la precisión, el matiz.
En el segundo escenario, la literatura –digital y digitalizada- toma las riendas, modela a la sociedad e indica el camino a seguir. En este escenario, los lectores electrónicos deberán ser mejores; el que no produzcan cansancio visual será fundamental, el que permitan la concentración también. Serán dispositivos avanzados y especializados, sencillos porque no incluirán mas que lo esencial para leer, con pantalla de tamaño humano. Un escenario en que no se exigirá un desarrollo exponencial a los ordenadores sino a nuestros cerebros. Serán éstos los que tengan que esforzarse, los que no encontrarán todo mascado, los que deban seleccionar, elegir, dedicar tiempo a la tarea, al pensamiento. La literatura sí podría desarrollarse en campos nuevos que incluyeran otras artes (visuales o sonoras), la inmersión 3D, la holosala, el hipertexto, pero siempre potenciando la inmersión lenta, profunda, reflexiva.
Seguramente, es la humanidad, y no la acción literaria, la que afronta estas decisiones, estos retos futuros.
Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria
Comparto totalmente tus apreciaciones Félix. Precisamente el otro día un grupo de profesores universitarios de diferentes campos (matemática, historia, literatura, empresa) que hemos organizado un grupo de lectura, hablábamos del asunto; Hacia dónde se encaminaba la literatura y la influencia de las nuevas tecnologías. Comentamos las nuevas posibilidades, la experimentación, la multiplicidad de productos híbridos que están surgiendo (hoy leo la entrada sobre el Bodytext) tan atractivos. También destacamos el problema del fragmentariosmo y la superficialidad. La preocupación por la aparente desaparición del autor y por tanto, la responsabilidad.
ResponderEliminarMe ha encantado tu enfoque, nada pasivo, tan optimista. Creo firmemente en la importancia de la literatura no sólo como testimonio de un momento histórico sino como motor de la sociedad.
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